Paseos entre celebraciones interminables

Mis paseos urbanos me los receta el médico, acato, pero no son del todo voluntarios. Sobre todo en días de frio y llovizna que impacta en mi cara como alfileres. Sobre todo, también, si transmiten tristeza, como, a veces percibo enesta ciudad callada y hermosa, que no sé crisis ha dejado desierta su niebla y gris el ánimo.

Paseando la Calle del Arco contagiado por un día de esos desolados me llegó una sonrisa en forma de color desde la Galería Adora Calvo, abierta ahora al latido de la calle; Monocromos era la exposición; y era como otro mundo, con otra vibración, lo más simple era a la vez intenso y en esa mañana de fiesta, en mí, también esperanzador. Cargué mis pilaspara afrontar este tiempo que con la edad se va llenando de ausencias, de convencionalismos, perdiendo aquella alegría que tuvimos brillando en nuestros ojos.

Siempre empezaron pronto las fiestas en mi casa. Cumple años mi madre en días de solsticio, Santo Tomás, y como además no nos regimos por el calendario Juliano, le hacemos honor en esa fecha al crecimiento de la luz y dejamos el 25 solo para Navidad, para que nazca otra luz, entre penurias, en familia y con sencillez, como siempre fue.

Este año fui a la Purísima, misa y recibimiento con un beso al nuevo Niño, que no es besar un yeso, sino como muy bien dice Arina, besar un símbolo. La misa en la Purísima es para mí, casi toda en off, pues no dejo de mirar el cuadro de Ribera mientras aprendo a distinguir al cura por su voz. Así que otra vez el arte y la armonía me sonrieron, que está bien.

No he dejado de visitar en estos días la exposición de maestros salmantinos en la Salina y como alguno además lo fue directo me llena de emoción. Ya escribí sobre ellos, solo añoro la continuidad de ver su obra en un museo digno aunque discreto, cercano a todo el arte que fue signo en la ciudad.

Muy cerca en Santo Domingo de la Cruz, Iribertegui y su Sermón de la bellezallenaba de bronces amables y palabras acordes la bella sala, y el público salía en paz y complacido.

De vuelta me topé con una escultura viva y quieta, de las mejores que he visto en la ciudad, todo lo contrario a Navideña, según como se mire, apocalíptica. Allí en San Martín cayó como una bomba, el artista era un héroe abatido e inmutable que aguantaba inmutable la maraña de fotos y flashes en el centro de un círculo de horror.

Más largo es el paseo hasta el Da2, que yo frecuento más que la media y rara vez de deja ayuno de arte, sensaciones o sacudidas. Como bien dijo Fernando Segovia, se acabó el espectáculo, ya no sale en los suplementos de arte que en estas fechas clasifican las que fueron las mejores muestras del año. Pero no ha tirado del todo la toalla y lucha por mantener un discurso netamente contemporáneo. Sencilla y maestra la exposición del taller de arte infantil de Omaña y Beneitez, en esto al mejor nivel. Y también degusté la muestra de jóvenes canarios que produjo la Fundación Coca Cola, ésta que a la postre está sirviendo para mantener el tipode un centro de arte poco menos que imposible al tiempo universal y mesetario.

La música para un cortejo de Beatriz y Oscar en aluminio repujado sirvió para adentrarme en un bosque mágico, realizado in situ por Noelia Villena con cinta adhesiva y toda la fuerza que juventud y talento ciertas veces aúnan.

Packaging, intitula a esta instalación original y frenética la joven dama.

Sucedían fiestas y felicitaciones por haber llegado al fin del año triste, las esperanzas en todo lo que empieza, que yo creo que no. Solo queda Epifanía que es La Navidad más ortodoxa. No eché carta a los Reyes, porque me conformo con estos paseos y porque no siendo excesivamente monárquico, (que dice el diccionario que ser monárquico es ser realista) no sé si son ellos a mi o yo a ellos el que tiene que echar carbón.