La escasez de imaginación y de talento que en el mundo entero caracteriza el panorama cultural de una sociedad globalizada hasta en la mediocridad, hará sin duda que el próximo año, 2014, las páginas de los periódicos y los pellizcos seudoculturales de la información audiovisual, rebosen de exégesis, rememoraciones, homenajes y tributos al centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial, la Gran Guerra que oscureció con sus humaredas de pólvora y dinamita, y sobre todo de indignidad, mucho más que los cielos y los campos de Europa, y de cuyas consecuencias ni hemos empezado a curarnos.
La costumbre de informar masivamente en los aniversarios redondos de hechos, personajes o acontecimientos, ha devenido para gestores comodones y periodistas gandules en la confortable sustitución de una actividad cultural imaginativa y fresca, o una información cultural trabajada y de altura, por el automatismo repetitivo de la celebración de la efeméride, contagiándose ésta con la misma papilla de trivialidad, infantilismo, vulgaridad y desorientación con que está teñido gran número de informaciones, suplementos y actividades culturales y seudoculturales. Por eso el temor de que las conmemoraciones del inicio de la Gran Guerra, uno de los acontecimientos más innobles, criminales, absurdos, crueles, injustos e inútiles de la historia conocida de la Humanidad, sea tratado, en ciertas manos y por ciertos intereses, como una fiesta camp irrelevante o como recurso para llenar páginas y tiempos de lugares comunes, citas consabidas e imágenes trilladas, cuando no para diseñar 'otra' estúpida comparación comercial vintage que abra puertas a 'otro' negocio.
Afortunadamente, la celebración de efemérides sirve en muchas ocasiones para recuperar documentación e información sobre los nombres o los hechos que se conmemoran, y es de esperar que 2014 sirva para arrojar luz sobre algunos personajes de la Primera Guerra Mundial todavía no lo suficientemente conocidos, algunos de los cuales ocupan y disfrutan en la Historia puestos y dignidades que probablemente no les corresponden. Y aunque ya existe amplísima ?y excelente- bibliografía sobre 1914 y sus circunstancias, ojalá que la previsible explosión editorial, informativa y de investigación histórica, dé a conocer con mucho más detalle, aunque nunca sea suficiente, la naturaleza de un horror de tales dimensiones, que sus consecuencias hubieran servido de lección, escarmiento y cautela a gobernantes más inteligentes que los que han venido malgobernando el mundo desde entonces. Y ojalá también que las pezuñas y los eructos seudoculturales y seudoperiodísticos de los inevitables trompeteros del centenario, dejen algún espacio a la reflexión.
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