Agosto de sol y sombra

Mi suerte en estos días es la de andar perdido -aunque bien acompañado- en un lugar de nuestra geografía de cuyo nombre no quiero hacer alarde.

Para qué, si en toda España no existe pueblo, villa o paraje que desmerezca.

¿Tiene la culpa el sol? Bien dicen quienes pontifican que el sol alumbra para todos, pero siendo esto cierto, el dios Ra, dios egipcio, hizo que en nuestro país este fuera excepcional por sus baños de diseño.

Sus rayos forman un tiovivo a capricho del viajero, pues mares y océano le exudan de distinta forma, por lo que nadie debe conformarse con el sol del norte si busca el del sur, o viceversa, y de igual manera a oriente u occidente.

Un lujo no solo para nuestras costas, sino para el interior, ya que aquí en Salamanca se posa con candor en los amaneceres y crepúsculos y, en maridaje con nuestros monumentos, ofrece las instantáneas más bellas que el hombre pueda imaginar.

No obstante, servidor no está a sueldo por Turismo. Lo que expreso es lo que siento y lo hago por justicia y puro amor por nuestro país y por Salamanca en particular, sin olvidar nuestra provincia, que enamora a todos los que la visitan.

Pero agosto continúa en sus otras facetas, pues la vida y la muerte siguen y ni siquiera esta toma vacaciones. ¡Cómo no recordar, ciñéndonos a nuestra tierra, que este agosto madrugó la madrugada y temprano levantó la muerte el vuelo (siempre Miguel) para cuatro de nuestros vecinos de Alba y Galisancho! La horrorosa muerte de los agosto -la que se llevó a Marilyn y Diana en su juventud- se adelantó por julio y dejó a cuatro familias en un tremendo duelo sin fecha de caducidad.

Perdonen si no están cómodos. Nosotros eliminaríamos de nuestros escritos tales noticias, pero sería una irresponsabilidad por nuestra parte que teniendo la oportunidad de escribir en los medios no aportásemos un granito de arena a esas campañas que sostiene la DGT para bien de todos. Y estamos seguros, al ver en televisión la del presente año, que a nadie le gustará avistar cómo nos abren las puertas de los cementerios para recordarnos que las equivocaciones terminan allí. Sin embargo, pensemos que es una apuesta necesaria, pues dentro de su crudeza es la manera "amable" de señalarnos la realidad.

Como anécdota personal para la reflexión, en el presente año tuve que desplazarme a otra ciudad para asistir al funeral de una persona fallecida de muerte natural (si es natural morir, que yo lo dudo, pues a veces se muere cuando mejor se entiende la vida). Al desconocer el lugar, escribí en el GPS los datos del cementerio donde se iba a oficiar este, y hasta el respetable lugar me llevó la seductora voz femenina del ingenio tecnológico con un chocante mensaje final que decía: "su destino queda a la izquierda". Aquel día el destino no era el mío, pero me dio para meditar que un día lo será para mí y para todos, aunque nuestro deber sea cuidarnos para que nunca ocupe un lugar entre las tragedias.

No piensen mucho en esto último y disfruten con sus quehaceres, que ya saben que ser supersticioso da mala suerte, aunque también dicen que hablar de la guadaña da vida.