José Luis Vega y el valor de la Poesía

Conviene preservar y difundir, ahora que escasean los latidos de la genuina Poesía, también aquellos escritos que la vivifican en grado sumo: uno de ellos, de los más recientes que he leído, es el libro "El arpa olvidada (Guía para lectura de la poesía)" (Pre-Textos Valencia, 2014, pp. 159), destilación profunda y entrañable del puertorriqueño José Luis Vega (Santurce, 1948), a quien conozco desde 2005, cuando participó en la antología de la Cumbre Poética Iberoamericana que editamos en Salamanca. Y si el año pasado pergeñé, en "Crear en Salamanca", un comentario previo a la presentación de cuatro poemas suyos aparecidos en su último poemario publicado: "Sínsoras" (Seix Barral, México, 2013), debo decir que, de tanto en tanto, nos cruzamos correos, cual cordiales Travesías de Extramares.

Lean su poesía, de fácil acceso porque en 2002 Visor publicó una amplia antología de su obra, "Letra Viva (1974-2000)". Su poesía ha sido traducida al inglés, francés, portugués rumano y ruso.

Pero lean también "El Arpa olvidada" contiene ocho ensayos altamente nutrientes: El valor de la poesía; De su dueño tal vez olvidada; Si mi voz muriera en tierra; El poeta es un fingidor; El olímpico cisne de nieve; Canción de amor; Inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas, y, finalmente, Éste es el animal que no existe.

Y sí, conviene leer algo que está escrito con pasión, con reverencia, con varias balanzas para ir pesando el valor de aquellos versos donde la eternidad resulta comprimida. José Luis Vega saca punta a su testimonio personal y a sus múltiples lecturas de maestros y oficiantes que han sabido desencarcelar al silencio sólo para decir algo que perdure y nutra a las generaciones que van llegando. Así, los nueve ensayos componen un todo que se engarza al espíritu de aquel que realmente ame a la Diosa Ambarina, la Poesía que nos hace dormir con los ojos encendidos.

Celebro este libro y celebro la obra toda de José Luis Vega, sea en verso o en prosa.

Celebro al poeta que se confiesa y dice: "Por más de medio siglo la poesía me ha acompañado casi a diario. La he llamado amante, destino, vocación, misterio; pero no sé a ciencia cierta en qué consiste. Siem­pre la he figurado como a una entidad femenina, como una fuerza superior, una diosa quizás. Nunca he pen­sado en dejarla ni engañarla, antes bien temo que sea ella quien me abandone algún día por alguien más joven y digno. Para evitarlo la trato con respeto y me ocupo a diario de merecer sus favores ocasionales. La poesía no gusta de la falsía ni de los trucos. Ama los números y la música, y algo sabe de magia. Nunca envejece, vive más que los hombres y sus lenguas, mucho más que la memoria de las cosas cantadas por ella. Ama a los niños porque en ellos el lenguaje aún es inocente e intuitivo, detesta a los declamadores, a los poetastros, a los autores rendidos al mercado y a los indiferentes".

No dejen de posar vuestros ojos y vuestros corazones sobre el pensamiento y las vivencias acopiadas por este destacado poeta boricua. Su pasión desentumece los maderos o las aulas donde han embalsamado a la poesía; su entrega apunta, con impecable certeza, hacia la médula que conserva vivos los antiguos encantamientos.