Filiberto Villalobos, el ilustre vecino de Torresmenudas

En este pequeño municipio de la comarca de Ledesma todo el mundo conoce o ha oído hablar de la estrecha relación que unía a Filiberto Villalobos con Torresmenudas. Tampoco es casualidad que la plaza del edificio del Ayuntamiento, como reza una placa debajo del reloj, lleve el nombre del que fuera médico, concejal, diputado y ministro de Instrucción durante la II República.

Corría el año 1881 cuando la familia Villalobos se traslada a vivir a Torresmenudas, en el número 3 de la calle La Libertad, tal y como recoge la memoria de los vecinos. Filiberto Villalobos fue alumno de la Escuela de Torresmenudas, hasta que a los 14 años se trasladó a Salamanca para seguir con sus estudios. Hoy, la escuela ha cerrado sus puertas, pero en las que fueran las últimas aulas de Torresmenudas se organizaba, hace un par de unos años, una curiosa exposición de objetos, libros y documentos antiguos en la que destacaba uno de ellos. Se trataba de la antigua radio, comprada en el año 1934 por Villalabos y que regaló al Ayuntamiento, y en la que se escuchó el parte del fin de la guerra en el 39.

No es lo único por lo que se recuerda a Filiberto Villalobos, ni mucho menos, sino por haber conseguido, entre otras cosas, que se construyeran unas nuevas escuelas en Torresmenudas o que el agua llegara al pueblo desde Val de la Ermita.

Tras estudiar Medicina en Salamanca y doctorarse en Madrid, ejerció como en varios destinos de las provincias de Ávila y Salamanca. En 1934, tras su nombramiento como ministro, no dudó en aceptar la invitación del pueblo de Torresmenudas, siendo además su primera visita oficial a la provincia. Una visita que se convirtió en toda una fiesta y un homenaje al que, sin duda, era y es siguiendo siendo uno de sus vecinos más ilustres. Tal y como relatan las crónicas de la época, las campanas repicaron y hasta se tiraron cohetes. No era para menos. En julio de 1934, el Ayuntamiento de Torresmenudas nombraba a Filiberto Villalobos Hijo Predilecto del municipio. Desde aquel día, la plaza llevaría su nombre, como indica la lápida colocada en la fachada del edificio del Ayuntamiento.