Martes, 30 de diciembre de 2025
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La sala de la contemplación del Museo Palacio Episcopal muestra dos obras de artistas salmantinos
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junto a la pieza escultórica de José Luis Núñez

La sala de la contemplación del Museo Palacio Episcopal muestra dos obras de artistas salmantinos

Actualizado 30/12/2025 11:03

Los visitantes del museo pueden admirar dos cuadros de gran formato de Salud Parada y Andrés Alén

La visita al Museo del Palacio Episcopal tiene un momento de quietud, de calma. A la izquierda, apartada de la colección temporal y de la permanente, la Sala de la Contemplación ofrece un espacio de reflexión y de recogimiento. La fantástica pieza del escultor salmantino nacido en Zamora, José Luis Núñez Solé, nos recibe, la palma abierta, la estatura inmensa del Sagrado Corazón de Jesús que no impone, sino que protege, se ha convertido en la seña de identidad de este pequeño lugar recogido, de amable bienaventuranza, de contemplación serena y quieta.

Y en estas fechas especiales, los responsables del Museo han elegido dos piezas muy diferentes para recibir al visitante. Un collage inmenso de Andrés Alén, dialoga con la visión de la escultora Salud Parada. Ambas obras se enfrentan para mostrar la grandeza y variedad del arte salmantino. Alén vuelve a su geometría repetitiva de piezas que parecen salidas de la pura piedra y sus líquenes y vetas, sumiendo al espectador en la magia de la materia. Espléndido dibujante, cuando Alén se dedica al collage, su especialidad, responde a un estilo propio del informalismo y del expresionismo abstracto que lo mismo dibuja paisajes y masas monumentales salmantinas, que se embarca en esa geometría de la repetición que lleva a quien lo observa a la calma. Es la piedra reiterada, la reiterada letanía de una belleza que remite a la naturaleza siempre irregular y veteada de policromía.

Frente a la obra del artista, Salud Parada juega de nuevo con la extensión de su pintura propia de un escultor que dibuja “con el hombro”. La autora utiliza sus características manchas de color en las que el dibujo emerge como una sorpresa. Los niños, los pies expresivos y detallados, los rostros magníficos, parecen desdibujarse frente a un color que usa con sabiduría, casi con grandilocuencia. Es el triunfo de la alegría, de la masa que atrapa la vista, que se hace amable, tanto como el rostro, casi andrógino, de un Jesús que también acoge, se hace cercano, se deshace en ternura. En la parte superior derecha del cuadro, el rostro parece remitir a la tradición de la estampa, pero tiene el gesto femenino de la ternura. Y no mira al espectador, sino a los niños que parecen salir al paso del color, jugar a su alrededor, dar los pasos de sus sandalias. Es una pieza inmensa de alegría navideña y muy identificable. El estilo en el trazo y las manchas coloridas son puro Salud Parada, y el contraste con la uniformidad, con la geometría pura y dura de Alén, está muy logrado.

Ambos muestran la gran originalidad de nuestro panorama artístico salmantino que merece salas de exposiciones para ofrecernos la gracia de su trabajo. Artistas con amplia trayectoria, con un lenguaje reconocible que amamos y admiramos y que, con esta iniciativa de los responsables del Museo, Tomás Gil y Juan Andrés Martín, podemos disfrutar. Y lo hacemos con sorpresa, agradecidos y también, dispuestos a quedarnos en la Sala de la Contemplación huyendo del ruido de la fiesta, del estrépito de las fechas, de todo lo que no sea la pura belleza. Y el deseo de un año lleno de alegrías artísticas para quienes estamos atentos a la caricia del arte, a la contemplación de su maravilla que nos hace reflexionar frente a la prisa y la tristeza.

Charo Alonso. Fotografías: Carmen Borrego.