Periodista, poeta, activista, Juan Carlos López Pinto y su sobrino nieto Adrián escriben e ilustran un libro perfecto para estas fechas.
Los libros son para la Navidad, para leer, para regalar, para mostrar a los niños la bondad de la página y el relato ilustrado. Y en esa tradición de dibujo y palabra, tan hermosa y necesaria, se inscribe la última publicación del poeta, periodista y activista Juan Carlos López Pinto, un libro que nace del feliz acuerdo de un hombre dedicado a las letras de 58 muy vividos años, con su sobrino nieto de apenas cinco. El autor le regalaba un libro al pequeño cada domingo y este, que inició el trueque de forma espontánea e inocente, le correspondía con un dibujo en el que mostraba su propia realidad, su fascinación por el adulto y su visión de las celebraciones que marcan el calendario de ambos.
Para Juan Carlos López Pinto, el intercambio con Adrián Pinto Cáceres pasó de ser la alegría personal de cada domingo, al intercambio en redes sociales de su especialísima relación con el niño, un niño, de un sorprendente parecido con las fotografías infantiles del adulto, ligado a él más allá de los encuentros dominicales, tan fructíferos, que López Pinto quiso convertir en libro de la mano de sus cómplices de siempre y alguno novedoso: Jorge López, su hermano y director de ACEINSA, su compañero querido de SALAMANCA AL DÍA, Rafael Herrero, la Asociación Salmantina de Daño Cerebral, ASDACE y José Antonio Fernández, de El Secretario SL y Jalama. A este apoyo hay que unir las palabras de Aureliano Sainz Martín, psicopedagogo especializado en el dibujo infantil como forma de conocimiento que nos recuerda la importancia de sus trazos para el desarrollo de este niño que, para Juan Carlos y su esposa Blanca, siempre precisan de libros y cuentos leídos en voz alta.
Es el recuerdo de esas lecturas para los hijos de López Pinto, el que guía el intercambio con el sobrino-nieto quien recibe los libros, amorosamente elegidos por el poeta, libros a los que el niño, quien por edad se sitúa en la fase preesquemática que va de los 4 a los 7 años, responde con dibujos que para Sainz Martín “Comienzan a crear formas reconocibles y a darle significado a lo que pintan”. Un significado que el poeta no ha querido dejar en el íntimo entorno familiar y convertir en experiencia compartida.
El pequeño apenas se estrena en una vida que el adulto transita desde el dolor –el poeta ahora es activista tras vivir un episodio de daño cerebral adquirido del que se recupera con importantes secuelas que sobrelleva por infinita paciencia y fuerza- y el recuerdo de su etapa como padre de hijos pequeños. Su amor a la literatura, al pueblo que ambos comparten, Cantalpino, a la familia y al legado, alumbra este libro magníficamente editado por la artista y diseñadora gráfica Carmen Borrego. Ella sabe muy bien “leer” la intención de López Pinto, el deseo de darle protagonismo al niño, a sus imágenes, sus dibujos, sus afanes, así como a los poemas que inspira en el poeta, cuya memoria personal publicada en la emotiva memoria Yo nací en un día azul, del 2024, sigue presente en los versos finales y en las hermosas ilustraciones de la artista, inspiradas por las palabras de López Pinto.
Un libro en el que se trenzan las obras de Carmen Borrego, los poemas del ese poeta de voz coloquial, limpia y serena que es López Pinto, La belleza del refugio/es su cualidad aislante (…) nos unge/ con la certeza de sabernos uno, los dibujos del niño de profundos ojos negros, el breve análisis de hermosos títulos de literatura infantil perfectamente adecuados a la edad del pequeño y los dibujos de este: influido por la lectura, pinta lo que oye, pero también a los miembros de su familia, especialmente a su hermanita Vega, al pueblo en el que vive, sus fiestas, sus celebraciones religiosas que marcan el calendario, la casa de los abuelos, y al interlocutor privilegiado. Ese autor que dibuja con su colección de bastones, y del que aprende, en sus últimas obras, a incluir en los coloridos trazos, letras y palabras.

Para López Pinto, este libro es una historia de amor que nace del recuerdo de su experiencia como padre y del hermoso intercambio con un niño muy creativo y observador –“¿Qué han hecho con Dios?” pregunta ante la fiesta de Resurrección- que deja pasar las estaciones disfrutando de la experiencia del libro y el dibujo con el que recrea ese “jardín oculto de la niñez” que el escritor recuerda. Y ese recuerdo, en forma de guiño en los patios familiares, nos devuelve una fotografía infantil que casi podíamos confundir con la del pequeño Adrián. Ambos son iguales en su actitud despierta, sus grandes ojos. El niño está expectante, el adulto, vive la lucha del dolor, de las secuelas del episodio que cambió por completo su vida dedicada al periodismo más entregado y trepidante. Ambos habitan el sosiego y lo comparten en forma de letra y dibujo, el niño, desde la inocencia de sus pocos años, el adulto, desde la necesidad de vivir de otra manera, más lenta, más consciente, más entregada. Y en ese recodo del camino, ambos se encuentran, aprenden el uno del otro y convierten la experiencia personal, familiar, en lección para los demás en libro cuidadosamente “escrito” con esa sensibilidad que siempre ha sabido trabajar Carmen Borrego y más, cuando se trata de hacerlo con Juan Carlos López Pinto. Un libro para celebrar el amor a la lectoescritura, al dibujo, a la infancia y al encuentro. Un libro para una navidad que tiene que ser página, arte y entrega.

Charo Alonso.