La eliminación de ambos problemas requiere técnicas y recursos especializados, como agua a presión y tratamientos específicos para cada fachada
Más allá de la recogida programada de residuos y el barrido rutinario de las calles, el servicio de limpieza de Salamanca libra una batalla constante contra dos elementos que ponen a prueba la capacidad de respuesta de la plantilla: la fauna urbana y el incivismo. A pesar de contar con un dispositivo de cerca de 450 trabajadores y una organización milimétrica en tres turnos, existen factores que rompen la planificación ordinaria.
Tomás del Río, responsable de FCC Medio Ambiente en la ciudad, ha sido contundente al identificar los obstáculos más complejos de la gestión diaria: "El tema de los estorninos y de las pintadas para nosotros es el mayor reto a día de hoy". Ambos problemas comparten una característica: su reaparición es constante y su eliminación requiere recursos técnicos intensivos.
La presencia masiva de aves en el entorno urbano se ha convertido en un problema higiénico de primer orden para los servicios municipales. Según detalla Del Río, la ciudad soporta la presencia de "millones y millones de estorninos diarios".
La dificultad técnica para combatir la suciedad que generan radica en la naturaleza del residuo. A diferencia de las hojas o la basura común, los excrementos de estas aves no pueden eliminarse mediante el barrido manual o mecánico tradicional. "No son capaces de quitarlos con barrido; los excrementos de los estorninos y de las palomas hay que quitarlos con agua a presión", explica el responsable.
Esta exigencia obliga a desplegar maquinaria de baldeo y a consumir una gran cantidad de recursos hídricos y tiempo de los operarios, que deben insistir sobre el pavimento y el mobiliario urbano para recuperar la salubridad de las zonas afectadas, una tarea que se repite cíclicamente debido a la persistencia de las aves en la ciudad.
El segundo frente abierto es el de las pintadas y grafitis, una lucha contra el incivismo que Del Río describe con frustración debido a la desproporción entre el daño causado y el esfuerzo necesario para repararlo.
El servicio de limpieza dispone de dos equipos dedicados exclusivamente a quitar pintadas, operativos tanto en el turno de mañana como en el de tarde. Sin embargo, la velocidad de limpieza es muy inferior a la velocidad de ensuciamiento. "Un grafitero con un spray o con un rotulador, lo mismo una noche hace 40 o 50 pintadas en diferentes puntos de la ciudad", lamenta el responsable de FCC.
La eliminación de estos actos vandálicos es un proceso lento y técnicamente delicado. No existe una solución única, ya que "cada tipo de fachada requiere un tratamiento diferente" para borrar la pintura sin dañar la piedra o el revestimiento del edificio. Esta complejidad técnica, sumada a la reincidencia diaria de los autores, convierte la limpieza de fachadas en una tarea casi interminable que consume importantes recursos del servicio municipal.

Imagen de archivo de un operario limpiando una pintada en Salamanca