, 21 de diciembre de 2025
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“Caótico” estreno de la obra El arquitecto y el Emperador de Asiria
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Ciudad Rodrigo | Cultura

“Caótico” estreno de la obra El arquitecto y el Emperador de Asiria

Actualizado 20/12/2025 23:25

Gala clausura de los actos del 125 aniversario del Teatro Nuevo Fernando Arrabal

Los mirobrigenses y vecinos de la comarca asistieron al estreno de "El Arquitecto y el Emperador de Asiria", de Fernando Arrabal, en una velada donde la ausencia física del autor quedó diluida por la imitación tan precisa como humanísima que de él realizó Sergio Cardoso, hasta el punto de hacer sentir lo contrario.

Minutos antes de levantarse el telón, aparentes fallos técnicos —en la iluminación, el sonido y el propio telón— obligaron a intervenir a la concejala de Cultura e incluso al alcalde de la ciudad, supuestamente apremiados por una becaria de sonido. Pronto se reveló que todo formaba parte del juego escénico: un prólogo humorístico, cuidadosamente guionizado, que anticipaba el tono de la noche y servía, además, para repasar con ironía algunos episodios del pasado reciente del corazón cultural de la ciudad, el Teatro Nuevo Fernando Arrabal.

La aparición del alcalde, prevista inicialmente como parte del libreto, dio paso a unas palabras ya fuera de ficción. En su intervención, agradeció a todas las personas que han colaborado de manera altruista en la intensa programación desarrollada a lo largo del año. “Esta clausura del 125 aniversario no representa un cierre, sino todo lo contrario: es un símbolo de vida duradera”, señaló Marcos Iglesias, subrayando la vocación de continuidad del espacio escénico.

Acto seguido comenzó la representación de la obra, escrita por el propio Fernando Arrabal en 1966, interpretada por alumnos del Taller Intergeneracional del Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo, que defendieron el texto con solvencia y una escenografía tan ingeniosa como eficaz. El resultado fue una puesta en escena que conjugó humor, reflexión y complicidad con el público, confirmando al teatro como un lugar vivo, capaz de reírse de sí mismo sin renunciar a la profundidad.