El luchador salmantino ya planea su próxima temporada con la vista puesta en el Campeonato de Europa de Macedonia. Es el undécimo protagonista de nuestra sección
El kickboxer salmantino Jaime Lizana ha regresado de Abu Dhabi con una medalla de plata colgada al cuello, un subcampeonato del mundo que, tras el sabor amargo inicial de la derrota en la final, se ha transformado en el combustible perfecto para avivar su hambre de victoria. Ha competido en el Mundial de kickboxing WAKO más grande de la historia, un evento monumental que ha reunido a más de 150 países, y ha vuelto a demostrar por qué es uno de los grandes nombres de este deporte, rozando la gloria contra el kazajo Kuandykov Batyrkha.
A sus espaldas, un palmarés reciente que impresiona: campeón del mundo en 2023 y campeón de Europa en 2024. Volver a pisar una final mundialista consolida una constancia al alcance de muy pocos. "Es difícil explicar todas las emociones que se viven", ha confesado Lizana. Para él, este cuarto mundial ha sido diferente. La experiencia le ha permitido afrontarlo con otra perspectiva. "Antes los mundiales los vivía con más tensión, y ahora es verdad que me he centrado más en disfrutar todo el proceso. Ya conoces todo, ya conoces a todos los rivales, entonces, disfrutas la experiencia más", ha explicado.
El evento, celebrado en Abu Dhabi, ha superado todas las expectativas en cuanto a organización y participación. "Ha sido increíble, el mundial más grande que se ha hecho. Al final, juntarte con tantos países y las emociones y todo con el equipo también, siempre son aventuras", ha relatado el salmantino. Según su percepción, el crecimiento de la organización WAKO y la fuerte inversión económica en los Emiratos han sido clave para crear una cita histórica que nadie quería perderse.
Perder un combate por el título mundial deja una herida. Lizana no lo ha ocultado. "Al principio, perder la final te deja el sabor de boca ese de que has perdido, pero claro, te vas un poco con la sensación de derrota". Sin embargo, con el paso de los días, la perspectiva cambia y el análisis se vuelve más frío y justo. "Luego ya cuando lo miras bien dices, vale, acabo de quedar segundo del mundo y mi categoría ha sido la más disputada de todas. Acabas pensando, más que una derrota, es una plata mundial. No hay que desmerecerlo", ha afirmado con orgullo.
Esa mentalidad competitiva, no obstante, le impide conformarse. La derrota le ha servido para identificar áreas de mejora y, sobre todo, para reavivar la llama de la ambición. "Me ha devuelto también ese hambre de volver a entrenar y decir, vale, tengo un nuevo reto. A lo mejor, si ganas todo, pierdes un poco el hambre", ha reflexionado. Estar de nuevo en una final es, para él, un logro mayúsculo. "Es un privilegio estar en la final de un mundial otra vez. En cualquier ronda te puedes ir, puedes perder la primera ronda e irte sin medalla, así que muy contento en realidad".
Más allá de los golpes sobre el ring, existe una lucha silenciosa y extenuante que define el rendimiento de los competidores: la batalla contra la báscula. Lizana ha sido claro al respecto: "A cualquiera que le preguntes, a cualquier competidor, te dice que lo más duro de la competición es dar el peso, más que pelear". A diferencia de otros formatos, en un mundial de estas características los luchadores deben pesarse cada día de competición.
El proceso es un ejercicio de control extremo. "Nos pesamos a las 7 de la mañana y a lo mejor peleo a las 11. Tengo esas horas después de pesarme para recuperar", ha detallado. El reto es doble: reponer energía sin sufrir una indigestión y no ganar demasiado peso, porque al día siguiente el ciclo se repite. "Si ganas la pelea, al día siguiente te pesas otra vez. Entonces, puedes comer y beber y saciarte, pero a lo mejor pegas un rebote y cuando te bajas del ring, estás 4 kilos por encima otra vez y te toca volver a deshidratarte".
La experiencia, según ha contado, es un grado para gestionar este desafío. Su rutina es metódica: ganar el combate, bajar del ring y volver a ponerse el traje de sauna para sudar. "Cortas un poco más de lo que tienes que cortar para poder comer", ha revelado. Este desgaste físico y mental pasa factura y puede ser decisivo. "Cuando tú llegas a las finales de un mundial, después de estar así 5 días, si has tenido que ir cortando demasiado, la gente llega reventada. Tu rendimiento no depende solo de tu preparación, sino de cómo vas asimilando el corte de cada día".
Con la medalla de plata ya en casa, la mirada de Jaime Lizana está puesta en el futuro, y sus objetivos son tan ambiciosos como siempre. La derrota en la final no solo le ha costado el oro, sino también el primer puesto en el ranking mundial, ahora en manos del kazajo que le venció. "Ahora mi reto es recuperar el trono, como yo digo", ha sentenciado con determinación.
Su hoja de ruta para la próxima temporada está clara. Empezará compitiendo en boxeo, como ya hizo el año pasado, para luego centrarse en las copas mundiales de kickboxing en destinos como Italia, Hungría o Tailandia, con el fin de sumar puntos y escalar en el ranking. El gran objetivo del año será el Campeonato de Europa en Macedonia. "Mi objetivo es convertirme en una leyenda de WAKO y ser uno de los nombres reconocidos en todos estos años que me queden por delante", ha manifestado.
Para ello, planea salir de su zona de confort, viajar para entrenar en otros clubes y países y medirse con los mejores. La motivación, lejos de disminuir, se ha multiplicado. El subcampeonato del mundo no es un final, sino el punto de partida para un nuevo asalto hacia la cima.
Compaginar una carrera militar con el kickboxing de élite no es fácil, pero para el salmantino Jaime Lizana ambas cosas se complementan. Explica que gracias a un convenio especial para deportistas de alto nivel puede centrarse en entrenar antes de las competiciones: "Hay un convenio que para deportistas de alto nivel, un mes antes de competiciones o concentraciones, entrenamientos, estamos rebajados de servicios". Esto le permite prepararse bien sin perjudicar su trabajo en el cuartel.
Su rutina en el Ejército también le ayuda a mantenerse en forma. Como el deporte es parte de la vida militar, aprovecha ese tiempo para entrenar: "Yo aprovecho para hacer mi preparación física todas las mañanas. Tengo 2 horas para hacer deporte, hago mis entrenos de fuerza y correr y todo eso". Así cubre una parte importante de su preparación dentro de su jornada laboral, algo que otros deportistas no tienen. Él mismo señala la diferencia: "Hay personas que en otros trabajos se tienen que coger sus vacaciones para ir a pelear, y, claro, es diferente totalmente".
Además del apoyo práctico, Lizana valora mucho el respaldo moral del Ejército. Siente que su institución reconoce sus esfuerzos: "Cada vez que voy a competir tengo un montón de apoyo, me reconocen siempre, cuando vuelvo me publican en las cosas de militares". También lleva siempre la bandera de su regimiento para hacerse una foto y compartirla: "Así represento también, les doy esa representación".
En conjunto, este apoyo hace que pueda avanzar tanto en su carrera militar como en la deportiva. Él mismo lo resume así: "La suerte que tengo es esa, que tengo todas las facilidades ahí dentro".