Tras casi cuatro décadas de entrega inicia una nueva etapa en la que, anuncia, "seguire muy activa, pero de otra manera"
Hay trayectorias que no se miden en años, sino en vidas transformadas. La de Felisa Gómez es una de ellas. Después de 38 años siendo el pilar sobre el que se han construido los Servicios Sociales de Peñaranda, el próximo 29 de diciembre cerrará una etapa profesional que ha sido, en sus propias palabras, un acto de entrega y amor. Su jubilación no marca el final de un trabajo, sino el legado de una pionera que llegó a la comarca para crear de la nada un sistema de apoyo para miles de personas, demostrando que la verdadera vocación no entiende de horarios ni de despachos.
Su camino comenzó lejos de Salamanca, en los internados de Vigo y Zaragoza, donde conoció a una educadora que había estudiado Trabajo Social y le abrió los ojos a una nueva vocación. Sin embargo, su verdadera corazonada profesional tuvo lugar en la España efervescente de la Transición. "Ahí desperté, ahí fue donde desperté", ha recordado Felisa sobre sus inicios en las prácticas en el barrio de Delicias de Zaragoza. En un entorno de movimientos vecinales y desinstitucionalización psiquiátrica, y bajo la tutela de un sacerdote comprometido que trabajaba con "chavales de la calle y madres prostitutas", forjó el carácter reivindicativo y luchador que la ha definido durante toda su carrera.
El desembarco en Peñaranda no fue planeado. Una grave enfermedad de su hermano la trajo de vuelta a la provincia de Salamanca y, frente al hospital, un cartel de la Diputación cambió su destino. Empezó colaborando, trayendo la experiencia avanzada de Zaragoza, y pronto ganó una beca para realizar un estudio sociológico de la comarca. Aquel análisis fue la semilla de todo. Al sacar la plaza, su elección fue clara. "Elegí Peñaranda y su comarca, 33 municipios yo sola, yo sola", ha explicado sobre el monumental reto que asumió. Con el apoyo incondicional del equipo de gobierno municipal de la época, liderado por Isidro Rodríguez Plaza, comenzó la titánica tarea de tejer una red de ayuda donde antes solo existía el antiguo Padrón de Beneficencia.
El trabajo era incesante y la implicación, total. Se trataba de crear un sistema desde cero, de explicar a alcaldes, médicos y sacerdotes qué eran los Servicios Sociales y de ganarse la confianza de la gente, pueblo a pueblo. "No había horario, había que crear, había que poner en marcha. Recuerdo, siendo muy joven, alcaldes como Goyo, de Mancera de Abajo, que me abrió las puertas de su casa una noche fría de invierno y, antes de empezar la conversación, me ofreció un vaso de leche caliente", ha asegurado. Esa dedicación sin límites le ha permitido, entre otros muchos, impulsar proyectos que han marcado la diferencia, como conseguir una silla de ruedas a medida para Quinito, un vecino muy querido con un caso muy especial, algo para lo que movilizó a ingenieros de Valencia y al propio pueblo de Peñaranda, que sufragó el coste. Un ejemplo de cómo su labor ha ido siempre más allá de lo administrativo, tocando la fibra humana.

Ahora, a punto de jubilarse, Felisa Gómez ha hecho balance de una vida de compromiso que, admite, le ha llevado a renunciar a parte de su vida personal, aunque sin arrepentimiento. Su mensaje final no es de despedida, sino de gratitud infinita. Agradecimiento a los profesionales, a los alcaldes que le abrieron las puertas y, sobre todo, a la gente de Peñaranda. "A mí las despedidas no me gustan", ha confesado, prefiriendo un "hasta siempre".
Su reflexión final resume la esencia de Feli y su paso por los Servicios Sociales: "Poder dar amor es una suerte, y yo he recibido mucho amor aquí".