Merece la sierra y este pueblo que es cruce de caminos, un paseo por sus muchos rincones entre los que destaca este teatro
El otoño tiene en la Sierra de Francia un encanto infinito, y la visita merece la pena lejos del tumulto del verano. La tranquilidad y la quietud compensan la falta de luz de las tardes y el viajero siente un nuevo latir recorriendo pueblos que, como Sequeros, tiene en sus gentes guías amorosos que conocen bien su historia y sus rincones. Y en este cruce de caminos, tierra de arrieros, Francisco Antonio Martín Iglesias, quien tan bien ha contado sus recuerdos y los sonidos de la memoria en su maravilloso Sierra de Francia, el tío del garabato, el mejor de los guías para pasearnos por su pueblo.
Tiene el Sequeros de nuestro amigo el encanto de todos los pueblos de la sierra, pero también, un pasado glorioso del que enorgullecerse: cabeza de partido, tenía cárcel, casino, notario y hasta teatro. Y es este teatro, el Teatro León Felipe, el que nos trae a Sequeros además de la hospitalidad de Paco y Ana. Sin embargo, cómo no pasarse por el Humilladero, llegarse a la iglesia de la Virgen del Robledo, visitar en el camarín y descubrir los restos de la Moza Santa y de Simón Vela, mirando siempre a la Peña de Francia que es el faro de todos los caminos de este rincón privilegiado. Descender de la iglesia y sus alrededores por las escaleras cubiertas de musgo y de la magia de los castaños, es el regalo del otoño que resuena en las fuentes, mantiene las flores en las calles y se guarda entre los muros de las casas y la iglesia que custodia a la pequeña virgen románica.
Tiene Sequeros miradores y calles estrechas donde se pierde el viajero, vinos de la Viña Gadea y plazas señoriales. Pero lo que deslumbra al visitante es ese Teatro inaugurado en el 1872 que nos recuerda a los antiguos patios de comedias a pesar de su planta de herradura a la italiana. Entrar en él es descubrir un hermoso secreto, anterior incluso al Liceo de Salamanca y custodiado por un ángel músico que domina el techo desde 1936. Acabó este teatro, que
también se usó como sala de baile o teleclub, en manos de la iglesia que acordó con el Ayuntamiento la gestión de este rincón privilegiado con nombre de Poeta y que es ahora el corazón de la dinamización teatral de toda la comarca. Un escenario buscado por las compañías con cabida para 200 espectadores con una belleza única y un detalle especial, las butacas son del teatro La Latina, aquel que hiciera famoso la actriz Lina Morgan. El teatro León Felipe es especial, y el poeta zamorano que corría de niño por estas calles y que le escribiera a Unamuno una carta en la que mostraba su deseo de volver a “los días azules de su infancia”, estaría satisfecho.
Porque León Felipe es tan propio de Sequeros como la Moza Santa y el recuerdo del rodaje de la mítica película “El Nido” de Jaime de Armiñán que nos recuerda Francisco. Originario de Valladolid, el notario Higinio Camino de la Rosa, dejó el pueblo zamorano donde había nacido uno de sus hijos, Felipe, para optar por la notaría de Sequeros. Aquí pasó el poeta seis años en los que aprendió a leer y a escribir hasta que su padre dejó Sequeros como había dejado Tábara para instalarse en Santander. Allí León Felipe acabó estudiando Farmacia aunque la suya no fue una vida tranquila al otro lado del mostrador. Se suceden los destinos, los desatinos y hasta un periodo en Ginea Ecuatorial, León Felipe ha trabajado como actor, publicado versos y acaba viajando a México donde vive una de sus hermanas y donde comienza su carrera docente. Sus versos y oraciones del caminante lo son de verdad… aunque regresa a España donde es reconocido y asiste, comprometido, a una Guerra Civil que le sitúa en su punto de mira. León Felipe vuelve a México y allí será uno más de esa España Peregrina que habita el exilio, reconocido como intelectual y como poeta en el país que tan bien recibió a los republicanos.
Tiene León Felipe vida de novela. Muere en México en 1968 y nos vuelve a recordar Francisco el hermoso documento custodiado en la Casa Museo Miguel de Unamuno en el que el poeta aventurero le dice al rector que desea volver a los escenarios de su infancia. Las calles de Sequeros, aquella tan estrechita, los rincones donde se detiene el tiempo y murmura el agua… Seis años para despertar a la vida en un paisaje privilegiado. El de un pueblo que guarda el secreto de un teatro único, mezcla de corral de comedias y escenario del XIX, guardado debajo de un ángel y nombrado con verso de poeta peripatético, poeta zamorano, poeta combativo, poeta exiliado de su paraíso de infancia.
Marca el tiempo la torre del concejo ahí frente a la iglesia de paredes de piedra. Ahí, tan cerca de la casa de la Moza Santa, la joven visionaria. Y las leyendas, las profundidades, las vistas de este enclave privilegiado despiertan al paso de las calles quietas. Y frente a la cruz, frente a la Peña de Francia, el viajero contempla el camino pensando en el regreso. Y la cadencia de las fuentes sigue su canción en un otoño esplendoroso que vivir en el rincón de la provincia que tanto merece la visita en cualquier época del año y del corazón.
Charo Alonso.
Fotografías: Fernando Sánchez Gómez.