A principios del mes de diciembre comienza una nueva etapa vital tras 35 años al frente de la Escuela Municipal de Música
Hay vidas que se miden en años y otras que se miden en acordes. La de Michel Núñez, director y profesor de la Escuela Municipal de Música de Peñaranda, pertenece a la segunda categoría. A punto de jubilarse a principios del próximo diciembre, su historia es la de una existencia entregada a una vocación que define con una sola palabra: "pasión". Una pasión que comenzó a los diez años con un regalo de Navidades, una guitarra, que se convertiría para siempre en su "compañera de madera".
Aunque en su familia no había tradición musical, sí existía una sensibilidad que caló hondo. Su madre, una apasionada "escuchante", le llamaba para compartir la emoción de una canción o una melodía en la radio, y su hermano mayor le descubrió a los Beatles. Ese caldo de cultivo, sumado a la curiosidad de un niño que se colaba en las cabinas de la mítica tienda de discos salmantina Summa para escuchar música sin tener dinero para comprarla, forjó los cimientos de su carrera.
El verdadero punto de inflexión llegó en el colegio de los Salesianos. Allí, un cura llamado Aurelio les abrió un mundo nuevo. "Nos metió en un cuarto, nos puso a Deep Purple, nos puso a Pink Floyd, grupos así, nosotros alucinamos", ha recordado Núñez.
Aquel sacerdote les proporcionó instrumentos y un propósito, y de tocar en las misas pasaron a formar su primer grupo. Con solo 17 años, ya saboreó un éxito inesperado con Usanza, una formación de música sefardí con la que ganó un festival nacional, grabó un disco y apareció en revistas y radios de Madrid. "Claro, tú eras un pardillo, eras un crío", ha confesado sobre aquella etapa vertiginosa.
Su trayectoria ha sido un viaje ecléctico a través de géneros y formaciones. Desde coros como el de la Pontificia o el Tomás Bretón, hasta los 25 años de giras por España y Europa con el grupo de música celta Cormack. También ha explorado la música tradicional salmantina con Oeste o las versiones de los 60 y 70 con Vinilo, sin olvidar su incursión en el jazz. Una formación en gran parte autodidacta que decidió formalizar a los 21 años. "Me metí en el conservatorio, por eso de tener un título que pusiera que eras profesor", ha explicado. Una decisión que le llevó a compartir aula con niños de ocho años, pero que fue crucial para su futuro.
La llegada a Peñaranda y una escuela pionera
En mayo de 1989, su camino le trajo a Peñaranda de Bracamonte para impartir unos cursos de guitarra. Lo que empezó con dos horas semanales en un aula con 40 alumnos se transformó en el proyecto de su vida: la Escuela Municipal de Música. "Fuimos pioneros en Castilla y León", ha afirmado con orgullo. La escuela se convirtió en un modelo para otras localidades, un centro que no solo enseñaba a tocar un instrumento, sino que educaba en valores y, en ocasiones, reorientaba vidas.

Una de las anécdotas que mejor ilustra su implicación es la de aquel día que fue a buscar a un alumno a una obra. "Me acuerdo de ir a buscarle y digo, vente para acá a clase, anda, y deja los ladrillos", ha relatado. Aquel joven es hoy un músico profesional que ha llegado a tocar en Nueva York. Para Núñez, esa ha sido la verdadera recompensa. "No solamente ha sido el enseñar a tocar un instrumento, ha sido educar en valores a muchos chavales".
Esta dedicación, sin embargo, ha tenido un coste personal. Las tardes y los fines de semana entregados a la escuela y a los conciertos le robaron un tiempo precioso con sus propios hijos. "He estado con chavales de aquí de la escuela más tiempo que con mis hijos, les he visto crecer más a ellos", ha admitido con una mezcla de orgullo por su labor y nostalgia por lo perdido. A pesar de ello, se siente un hombre afortunado, alguien que ha alcanzado su propia definición del éxito: "Triunfar en la vida no es salir en los periódicos o grabar discos, triunfar en la vida es no depender de nadie. O sea, depender de ti mismo y de eso es triunfar".

Una mirada al futuro y la música
Con la vista puesta en el presente, Núñez se muestra crítico con el espectáculo que a menudo rodea a la música actual, donde las pantallas y los efectos eclipsan al artista. Sin embargo, es optimista y percibe un cambio. "Se está reverdeciendo otra vez, se está volviendo a ver la vuelta a lo tradicional, me refiero no a la música tradicional, sino a la música hecha de verdad, música en directo, de local pequeño".
Ahora, con la jubilación a la vuelta de la esquina, su plan es disfrutar de su familia y volver al camino creativo que la enseñanza le obligó a aparcar. Quiere grabar los temas que ha compuesto a lo largo de su vida, sin pretensiones comerciales, solo por el placer de dejar un legado. "Para que mis nietos algún día digan, este era mi abuelo, y hacía esta música". Un recopilatorio íntimo que cerrará el círculo que empezó con aquella guitarra de Navidad, su fiel "compañera de madera", el instrumento con el que ha transmitido "sensibilidades, pasiones y, sobre todo, disfrute".