, 07 de diciembre de 2025
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Jean-Claude y Colette Rabaté, la incesante pasión por Unamuno, “un hombre libre, comprometido y castigado”
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ENTREVISTA

Jean-Claude y Colette Rabaté, la incesante pasión por Unamuno, “un hombre libre, comprometido y castigado”

Actualizado 06/11/2025 10:40

Autores de una impresionante obra sobre Unamuno, los profesores universitarios se disponen a celebrar en Hendaya el recuerdo del exilio del rector de 1925 a 1930, por su desafío a la tiranía de Primo de Rivera

Con un pie en el estribo antes de partir hacia Hendaya nos reciben Jean-Claude y Colette Rabaté trabajando, como siempre, en la que casi es su Casa, la del rector Miguel de Unamuno. Los prestigiosos hispanistas franceses rodeados de libros, artículos, anotaciones, apuran su estancia salmantina prestos a salir de viaje para conmemorar el exilio en ese rincón tan próximo a España donde pasó Unamuno 1638 días de destierro “Y sus noches”, recalca Jean-Claude con su energía habitual, su pasión desbordada para hablar de la que ha sido la razón de su vida intelectual y personal: Miguel de Unamuno. Juntos, el matrimonio Rabaté ha escrito la más completa biografía del lector, así como infinidad de artículos, ensayos, estudios y editado casi al completo el fecundo epistolario de un autor inagotable.

Charo Alonso: ¿Cuándo llegasteis a Salamanca por primera vez?

Jean-Claude Rabaté: En 1969, para asistir a los Cursos Internacionales. Veíamos películas de Saura y Basilio Martín Patino, escuchábamos a Antonio Buero Vallejo, viajábamos por la provincia. Eran tiempos bonitos y Salamanca una ciudad peculiar, la ciudad de los bandos, como decía Unamuno.

Colette Rabaté: Como todos los lugares, es la vida: Caín y Abel, las guerras civiles…

Ch.A.: Colette, estás escribiendo ahora sobre Concha Lizárraga, la esposa de Unamuno.

C.R.: Siempre he sentido una atracción muy fuerte por el tema de la mujer a través de la literatura. Escribí un libro “¿Eva o María? Ser mujer en la época isabelina”. Después conocí a Unamuno, a quien ya trabajaba mi esposo. Aunque la gente me dice ¿Qué hay que escribir sobre Concha? ¡Van a ver qué mujer!

Ch.A.: Yo misma lo dije y lo lamento. A propósito de mujeres, gracias a Ana, Maribel y Adriana conocemos esas cartas que escribieron a Unamuno “con pluma de mujer”.

C.R.: Sobre las cartas de Unamuno nadie sabe cuántas escribió. Lo que más cuenta de una persona son sus cartas y él sabía que se leerían, no solo las Cartas Abiertas que se publicaban en los periódicos o se entregaban a los estudiantes, quienes las copiaban, sino todas, pero a veces se le olvida y deja entrever algo ¡A ver si terminamos el tercer tomo de su epistolario! Volviendo a Concha y estudiando para el encuentro de Hendaya, he entendido completamente por qué Unamuno se casó con ella. Claro que estaba enamorado, pero además Concha es una mujer vasca, y tiene todas las cualidades de las vascas y su matriarcado. Es una matriarca y esto se ve en el exilio más que nunca. Él había dicho en 1901, porque siempre que hablaba en público tenía unas palabras para las mujeres, que la mujer vasca va al lado del hombre, y que cuando le pone la mano en el hombro no es para dejarse guiar, sino para empujarle suavemente ¡Qué bien dicho! ¿No? Estoy segura de que a él le gustaba eso de la mujer madre, pero yo voy a demostrar que eran una pareja como cualquier otra, que había choques y que ella sabía resistir perfectamente, esperaba su momento.

Jean-Claude y Colette Rabaté, la incesante pasión por Unamuno, “un hombre libre, comprometido y castigado” | Imagen 1

Carmen Borrego: ¿Tenían muy definidos sus espacios en la pareja? ¿No le molestaba que tantas mujeres escribieran a su marido?

C.R.: Bastante definidas, ella la casa, los hijos, aunque él también participaba. ¡Viajaban a Portugal y ella iba con las hijas y él con los hijos! Cuando estaba exiliado en Paris salía sin calcetines y ella le pedía a su hijo que se los comprara. Sabía coser, era una mujer organizada. Era un amor increíble hasta el último momento. Durante el exilio, él no quería que ella le visitara, temía a las represalias hacia la familia, cuidaba el dinero, aunque cuando a ella le tocó la lotería, viajó a Francia con todos. Y sobre las cartas, no. La única que pudo haberle molestado es Delfina, porque le acosaba. Le envió 160 y pico cartas, esta mujer era todo lo contrario de Concha, guapa, cultivada…

J.C.R.: ¡Concha también era guapa! Y Unamuno también, tenía esa nobleza de personaje…

C.R.: Una persona bella no es una persona guapa para mí. Unamuno era un buen padre, Fernando lo decía, y también que ella era severa. Durante el exilio, Concha lo organizó todo aunque los mayores, Fernando y Pablo, le ayudaron mucho. Salomé también, tengo ternura por ella porque estaba enferma de escoliosis. Se llevaba muy bien con su padre y su muerte en 1933 fue una pena enorme para todos. El nacimiento del nieto fue una revelación para Unamuno

J.C.R.: Unamuno no se hubiera casado con una mujer tonta…

C.R.: Concha no era tonta, nadie sabe que cursó primaria hasta los 12 años, no es poco. Pertenecía a una familia privilegiada, su padre era el Contador General del Señorío de Bilbao. En sus cartas apenas pone faltas de ortografía y tiene una expresión clara. Unamuno decía que valía más su Concha, aunque no fuera mujer de letras, que nadie. Escribía bien, su marido le daba libros cuando eran novios para que los leyera y algo importante: no le gustaba la literatura para mujeres porque “no enseñaba nada”. Busca para que lean sus hijas cosas buenas. Murió de un derrame cerebral el 15 de mayo de 1934.

J.C.R.: El año anterior había muerto Salomé. Fue en 1936 cuando viajó a Inglaterra por el Honoris Causa, ayudado por Fernando, el hijo mayor. Yo le digo siempre a Colette que la desgracia, la política, que pudieron dinamitar a esta familia, por el contrario, la unieron más. La familia era una piña.

Ch.A.: Volvamos a Hendaya ¿Cómo fue el exilio de Unamuno allí?

J.C.R.: Estaba solo, solito en ese hotelito de Hendaya, muy modesto, mientras el resto de los exiliados estaban en hoteles de lujo en París, como Blasco Ibáñez. Y por cierto, Unamuno en una ocasión dijo que no quería regresar a la “Mafiosa Universidad de Salamanca”. Una parte de la ciudad, y del claustro odiaba a Unamuno. Era la Salamanca de los Bandos, no os fijéis solo en el recibimiento de la Plaza, entre sus compañeros tenía enemigos, empezando por Esperabé, hay que decirlo, no solo era Salamanca “el alto soto de torres”. Cuando se quiso hacer un cuartel en Anaya y él se opuso, se oía: “Que ahorquen a Unamuno”.

C.R.: También en Bilbao Unamuno se convirtió en una persona non grata. Había una situación muy polarizada, como ahora. Las últimas cartas del exilio en Hendaya muestran que no está seguro de volver. Unamuno, quien afirmaba que Salamanca era la ciudad donde habían nacido sus hijos, aquí goza de tranquilidad. Madrid no le gustaba, en realidad, lo que le más le gustaba era pasear por la provincia ¡No puedes escribir una oda a Salamanca si no la amas! Todos tenemos enemigos y a otros en esta época también los odiaron y hasta los mataron. Él tuvo enemigos y amigos muy fieles.

J.C.R.: Unamuno pasaba más tiempo fuera de casa que dentro, toda su vida es política, se casó con la historia de España, era su razón de vivir y de escribir. Se llevaba muy mal con ella, era el intelectual en contra de todo.

Jean-Claude y Colette Rabaté, la incesante pasión por Unamuno, “un hombre libre, comprometido y castigado” | Imagen 2

Ch.A.: Y vosotros estáis casados con el estudio de Unamuno al que habéis dedicado vuestra vida…

C.R.: Yo me puse a estudiar a Unamuno después y sé más que él porque soy una mujer muy trabajadora y me lo leo todo.

J.C.R.: ¡No apuntes esto, Charo! ¡Mi reputación!

C.R.: Soy una mujer poco inteligente, pero muy trabadora, cuando digo que quiero saber algo, lo leo todo. Cuando empezamos a dar conferencias, él me interrumpía con muchos ademanes, y una vez, en México, una mujer se levantó y ¡Le insultó!

Ch.A.: Cuando íbamos a oíros en la universidad decíamos, vamos a ver que nos cuentan y cómo discuten los Rabaté.

J.C.R.: No lo preparamos. Juan Cruz dice que vivimos con Unamuno. La nuestra es la Casa Unamuno en Francia.

Ch.A.: ¿Cómo empezaste a estudiar a Unamuno?

C.R.: Gracias a mí.

J.C.R.: Mi director de tesis quería que estudiara a Aragon, pero a Colette se le ocurrió ¿Por qué no Salamanca? Hacíamos intercambios con el instituto Lucía de Medrano, teníamos buenos amigos aquí. Empecé a trabajar con la historia local, escribí “1.900 en Salamanca. Guerra de ideas en joven Unamuno”. Colette se ocupaba sus clases, de la familia y yo trabajaba en un momento en el que la prensa no estaba digitalizada, había que leerla en los archivos, trabajar gracias a buenos amigos que me abrieron las bibliotecas… ¡Cuántas páginas de “El Adelanto”!

C.R.: Era la lectura favorita de Concha, ella se interesaba por la política. Tenía criterio propio, le gustaba ver casas, viajar, gozaba de ello aunque lo hizo poco. Y en el exilio, ella le mantenía informado de lo que pasaba en Salamanca porque leía la prensa. Tenía su propio criterio, a veces, en contra de él.

Carmen Borrego: ¿Cuándo se conocieron?

C.R.: Se conocieron con 14 años. Miguel la quería, pero le daba miedo el matrimonio, pensaba que le quitaría tiempo para pensar, y también que no se ganaba mucho con las clases. Él estaba en Madrid y ella en Guernica, porque la abuela paterna los rechazó. Concha, tras la muerte de sus padres, cuidaba de sus hermanos, del abuelo, parecía que se iba a quedar para vestir santos… Y sin embargo, tuvieron un feliz matrimonio y nueve hijos, Concha tenía 46 años cuando nació el último.

J.C.R.: Fijaos en este discurso, es un texto inédito. Unamuno criticaba al rey al que llamaban “El rey codorniú”, ese que iba a los casinos de Deauville y tenía caballos que ganaban siempre en España, nunca en Francia. Y Unamuno era muy conocido allí, llevaba muy bien sus traducciones al francés, por eso no pudieron acallarlo cuando desafiaba al poder y hablaba de Primo de Rivera como “una malísima persona”, “un pervertido traidor a la patria”. Menos mal que el comisario de Hendaya no entendía bien el español porque hablaba de Martínez Anido diciendo que le hacía falta un bozal, una camisa de fuerza. Este es un documento que nadie ha visto y que se va a hacer público en Hendaya. El ministro francés quería enviarlo al norte del país, pero no lo consiguió. Es un texto tremendo donde dice que si alguien le pregunta que si mantiene lo dicho responde “¡Lo afirmo! ¡Sí!¡Sí ¡Sí!”.

Hombre de contradicción y de pelea, Don Miguel no puede elegir mejores estudiosos que Jean-Claude y Colette Rabaté. Juntos irán a esa Hendaya que eligió Unamuno para estar cerca de España, la boina vasca calada en la noble cabeza, la pluma presta para escribir en todos los periódicos, en la revista que alimenta la amistad de tantos aliados como Eduardo Ortega y Gasset. Allí miraran al Bidasoa desde el mismo lugar donde se fotografió al rector, el perfil poderoso, el empeño de pelear contra la tiranía, la fuerza contenida. Entregada valentía.

Jean-Claude y Colette Rabaté, la incesante pasión por Unamuno, “un hombre libre, comprometido y castigado” | Imagen 3

Texto de Charo Alonso. Fotografías de Carmen Borrego