La festividad de Todos los Santos en Salamanca ha estado marcada por la lluvia, lo que ha provocado una menor afluencia de visitantes al cementerio de San Carlos Borromeo. A pesar del mal tiempo, numerosos salmantinos han mantenido la tradición de depositar flores en las tumbas de sus seres queridos y disfrutar de los puestos de dulces típicos.
El cementerio de San Carlos Borromeo presenta este sábado una estampa más tranquila de lo habitual en la festividad de Todos los Santos. A pesar de la persistente lluvia que cae sobre Salamanca desde primera hora, la tradición de honrar a los difuntos se ha impuesto y han sido numerosos los salmantinos que se han acercado para depositar flores en las tumbas y panteones de sus seres queridos.
La jornada de este 1 de noviembre ha estado marcada por una meteorología adversa que ha restado el bullicio característico de esta fecha. Los pasillos del camposanto, habitualmente abarrotados, muestran un tránsito más fluido, lo que ha permitido a las familias un recuerdo más íntimo y sosegado en un día de memoria y recogimiento.
Pese a las inclemencias, la imagen más repetida es la de familias enteras, paraguas en mano, limpiando las lápidas y depositando ramos de crisantemos, claveles y rosas. El colorido de las flores contrasta con el cielo gris, manteniendo viva una de las tradiciones más arraigadas en la ciudad.
Como cada año, en los aledaños del cementerio no han faltado los tradicionales puestos ambulantes. Los churros, los buñuelos de viento y las roscas se han convertido en el refugio perfecto para muchos de los visitantes, que buscaban algo caliente para combatir la humedad y el frío de una mañana especialmente desapacible.
De este modo, aunque la afluencia ha sido notablemente inferior a la de años anteriores, el recuerdo a los seres queridos se ha impuesto una vez más. La jornada demuestra que ni la lluvia puede apagar el deseo de los salmantinos por mantener viva la memoria y cumplir con la tradición en un día tan señalado.