Los dogmas siguen exhibiéndose y algunos pesan como losas. Y seguimos alabando los estereotipos de que “El buen entrenador es el que grita desde la banda”. Igual que se sigue pensando que “Entrenar duro es la única manera”. ¿No hay otras maneras inteligentes? ¿Dónde quedó el juego reducido, la pausa activa, la conversación antes del esfuerzo? ¿Ese sería otro plan válido y ejecutable? Claro que el jarro de agua fría aparece enseguida: “No se puede entrenar poco y pretender mucho”. La obsesión con el “mucho” mata el “mejor”.
Reflexionar sobre los dogmas es el primer paso para liberarse de ellos y en el fútbol – como en tantas otras áreas – hay una necesidad urgente de pensamiento propio desmarcándonos de las imitaciones falsas, de las repeticiones baldías. Y constituiríamos un “Anti-Catecismo Futbolero”, un manual de dudas, de sospecha y de reformulación. La idea no es solo negar por negar, sino encender la reflexión donde antes había repetición automática. No se trata solo de hacer desaparecer los dogmas, sino de invitar a pensar de nuevo aquello que se nos enseñó como indiscutible.
Existen muchos dogmas de pizarra: “El 4.4.2. es el sistema perfecto”; “Los sistemas no ganan partidos”; “Los extremos están en extinción”; “La posesión es un fin en sí misma”; “El juego de posición es el futuro”; “Se juega como se entrena”; “Aquí se viene a sudar la camiseta”; “La veteranía es un grado”; “Hay que sufrir para mejorar”; “El talento se entrena como todo”; “La pretemporada es para matar”; “La Liga es cosa de dos”; “Sin títulos no hay gloria”; “El árbitro siempre nos roba”; “El fútbol moderno es una basura”; “Entrenador que no grita no siente”; “El que gana tiene razón”; “Jugamos mal pero ganamos, eso es lo que cuenta”, etcétera. Toda una amalgama de verdades, falsas verdades, mentiras, medias mentiras, frases hechas para proteger los egos…
La gran cuestión es que ese conjunto de frases hechas y otras que añadiremos a futuro, forman parte del conocimiento colectivo: “La tiranía del sistema es cuando la geometría reemplaza al pensamiento”; “Un sistema solo funciona si lo habitan los jugadores correctos, sin intérpretes el esquema es geometría vacía”; “Sin sistemas no hay estructura ni marco de juego”; “Un buen sistema no garantiza victorias, pero potencia sus posibilidades”; “El balón debe tener propósito, no miedo”; “El mediocentro es el nuevo líbero”; “El líbero resolvía desde atrás. El mediocentro estructura desde el centro. No se heredan puestos, se reinventan”; ”El sistema puede ahogar al talento individual”; “Los buenos entrenadores adaptan el plan al equipo, no al revés”; “El sistema es una herramienta, no una cárcel”; “¿Quién piensa el juego si cumplimos aquello de todos defienden y todos atacan”… Cambiar nombres no cambia esencias. Pero todo hay que valorarlo en sus justos términos y distinguir lo que es “fuero” de lo que es “huevo”.
Porque, definitivamente, “El fútbol no cabe en una libreta. Se juega con cuerpo y alma”. Sin duda, presionar por sistema es otra forma de correr por miedo, presionar con inteligencia es lo que vale. De hecho, muchas “novedades del fútbol moderno no son más que reciclajes o malas lecturas del pasado, otras tantas veces vendidas como avances revolucionarios”.
Ahora la nueva moda contemporánea es “la presión tras pérdida” (Ya pensaremos después para qué queremos el balón), cuando a principios de los 70, tanto el Ajax como la Selección holandesa, jugaban un “football pressing” que consistía en ataque permanente, tanto cuando se tenía balón como cuando se perdía.
Y se siguen dando falsas novedades del fútbol moderno cuando realmente el pasado ya lo inventó. Del mismo modo que sabemos que Guardiola practicó alguna vez con sus equipos el dibujo de la “antigua Pirámide” con dos defensores, eso sí con variantes actualizadas. En un afán de poner novedades que sorprendan…
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