Pedro Sánchez puede resucitar la Leyenda Negra

Tal como se están desarrollando los acontecimientos, la situación internacional parece estar dando un vuelco al estado de cosas que envuelve a medio mundo. Por desgracia, aún no podemos hablar del máximo desiderátum: paz para todos. El ser humano, siempre tan tozudo, no ha sido capaz de establecer un orden de prioridades sujeto a la razón, la justicia y la solidaridad. Se sale de las reglas de juego creyéndose el verdadero poseedor de la verdad. Sin embargo, uno de los mayores peligros que se cernía en Oriente Medio, que tenía involucrada a una buena cantidad de potencias mundiales, si nada se tuerce a última hora -no sería la primera vez-, puede terminar con la mejor solución. La paz entre Israel y el terrorismo islámico y suni de Hamas puede llegar tras las mediaciones llevadas a cabo por Donald Trump.

Paralelamente al conflicto de Oriente medio, Vladimir Putin, actual dictador de la nueva Rusia, aprovechó la falta de unanimidad en el ámbito de la OTAN para continuar la toma enmascarada de Ucrania, invadiendo su territorio el 24 de febrero de 2022 -guerra que ya dura tres años-, aunque su primer asalto se produjo en marzo de 2014, cuando se apoderó de la Península de Crimea y su imprescindible puerto de Odesa. Como Occidente no fue capaz de responderle adecuadamente, ahora pretende recuperar la mayar superficie posible de la antigua república soviética que abastecía de grano y energía a buena parte de la URSS.

Ante la arrogancia de Putin, la UE ha debido ponerse las pilas y buscar ayuda porque da la sensación de que pretende recuperar todo lo que quedaba detrás del Telón de Acero. Como es lógico, y para auxiliar a quien quiere entrar a formar parte de la UE, se ha acudido a la OTAN, organismo de defensa al que pertenecen sus miembros. Cuando EE. UU., máximo contribuyente a su sostenimiento, ha manifestado por boca de su presidente que siempre se acude al Us Army en defensa de Europa, hemos visto quiénes son los países responsables y quiénes los que nunca han visto con buenos ojos los gastos de Defensa. Y ahí, como en tantos otros temas, España ha vuelto a ser el garbanzo negro. Cuando le aprietan, Sánchez firma lo que le pongan, pero luego busca las disculpas más peregrinas para no cumplir. Lo más grave es que ya no engaña a nadie y está poniendo en peligro nuestra formalidad, nuestro prestigio y las relaciones con países tradicionalmente amigos.

Pedro Sánchez “tiene en su haber” ser el primer presidente de la UE en reconocer a la nación de Palestina; el primero en declarar como genocidio la acción de Israel en la Franja de Gaza, sin condenar el terrorismo de Hamas; el primero en negarse a aumentar los gastos de Defensa como miembro de la OTAN; el primero en embargar la compra de material de armamento a Israel, aunque nuestros medios de combate y nuestra información sean eficaces por contar con tecnología israelita; el responsable de apoyar la expedición de “agitadores políticos” disfrazados de portadores de ayuda al pueblo gazatí, ordenando el acompañamiento de un buque de la Armada Española y el envío de un avión para devolverlos a España. Huye del parlamento para no tener que dar explicaciones de sus medidas, y cuando lo hace, no contesta a las preguntas de la oposición, o miente descaradamente. Tiene bajo procedimientos judiciales, a su esposa, su hermano, a los dos últimos Secretarios de Organización de su partido (uno de ellos en prisión) y a su Fiscal General del Estado Está gobernando sin haber aprobado los Presupuestos Generales de tres ejercicios consecutivos y declara que no le importa. En una mezcla de huida hacia adelante y desprecio a quien no piense como él, todavía le quedan ganas de reírse de la oposición, Su intento de dejar en ridículo a Feijoo, ha dejado claras dos verdades: sus compañeros de bancada padecen el llamado “síndrome de la risa floja” -fuerzan la carcajada por su condición de aduladores-, a la vez que Pedro Sánchez miraba complacido a su plebe, pero se reía por no llorar.

Resumiendo: se ha convertido en un verso suelto dentro de la UE, reconocido opositor a todo lo que huela a moderación y amor a la verdad; simpatizante de Rusia y China, y de todos los gobernantes de tinte autoritario y posos bolivarianos. Con este currículum, ha pretendido alcanzar el Nobel de la Paz, pero se lo han arrebatado a última hora. Por cierto, el frustrado Trump, que ha dado muestras de no saber perder, ya ha insinuado la conveniencia de expulsar a España de la OTAN por los reiterados regates que hace Sánchez a la hora de aumentar los gastos de Defensa. Si se le llena la boca de decir que nuestra economía es puntera en la UE. no hay razón para que gaste los fondos en subvenciones y gratificaciones a colectivos menos necesitados. Si esa expulsión se llevara a cabo -sería el primer caso- nuestra seguridad y nuestra capacidad de defensa se verían muy disminuidas, porque nuestra situación estratégica no es precisamente la mejor para repeler posibles ataques del exterior. Nos convertiríamos en un bocado fácil de tragar. Seríamos la Ucrania del otro extremo mediterráneo. Hay que reconocer que, en estos tiempos, fuera de la OTAN hace demasiado frío.

Ya ha conseguido Sánchez que, para la órbita de las consolidadas democracias occidentales, España se haya convertido en una nación de la que no se puede fiar. Está contribuyendo a echar por tierra el prestigio adquirido tras nuestra Transición, empeñado en resucitar la enterrada Leyenda Negra. Los continuos desplantes y desprecios que jalonan su forma de gobernar no auguran un cambio de actitud. Los españoles tenemos la palabra.