Viernes, 05 de diciembre de 2025
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Prevención de incendios y bienestar
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Al cabo de la calle

Prevención de incendios y bienestar

Actualizado 04/10/2025 09:03

En el mes de agosto los fuegos quemaron en España seis veces más territorio de lo habitual en esas fechas. En Eslovaquia se multiplicaron por diez y en el conjunto del continente europeo agosto terminó con 1.003.300 hectáreas abrasadas, un 236 % más de los valores normales para la fecha.

Mas, el cambio significativo percibido con nitidez este año 2025 es que antes la temporada peligrosa de incendios acababa el 30 de agosto. Ahora los fuegos se han prolongado, llegan hasta bien entrado el otoño, hasta octubre, aunque en menor cuantía, pero con igual intensidad en algunos casos. Los equipos de bomberos forestales están saturados, agotados tras el esfuerzo veraniego y resulta muy complicado encontrar refuerzos apropiados.

Elevada magnitud y nivel de destrucción de los incendios ocurridos en los últimos meses, incluido el del Pico del Lobo con más de 3.000 hectáreas arrasadas en un entorno de alto valor ecológico (iniciado en la provincia de Guadalajara, España) que aún se mantiene activo ya entrado el otoño, después de 13 días de ser iniciado por un rayo y controlado por los bomberos. Realidades que han de llevarnos a cambiar y pensar de otra manera el tratamiento de los incendios forestales, para mejorar la prevención y la respuesta a los mismos y, en ese replanteamiento, es fundamental la consideración de los bomberos forestales mejorando sus condiciones de trabajo.

Los incendios forestales en otoño son como un enemigo silencioso que no entiende de calendarios. Los sindicatos de bomberos forestales denuncian que gran parte del operativo contra incendios de Guadalajara ya estaba desactivado cuando aún quedaba verano por delante. De confirmarse, sería un error estratégico grave. Porque una chispa no se puede evitar que llegue en el peor momento, pero sí se pueden reducir sus consecuencias con un despliegue ágil y suficiente de efectivos, bomberos forestales y medios apropiados, desde el primer momento.

Según el mapa de incendios elaborado por la Estadística General de Incendios Forestales (EGIF) se dan más, paradójicamente, en lo que conocemos como la España húmeda, en el norte de la península, esto es: Galicia, Asturias y Santander. Si bien, conatos de incendio e incendios descontrolados aparecen o pueden aparecer por doquier en estos tiempos locos, meteorológicamente hablando, en los que vivimos.

El otoño es una de las cuatro estaciones de las zonas templadas en las que se divide el año o de las dos estaciones de las zonas intertropicales. Astronómicamente, el otoño comienza en España el 22 de septiembre y coincide con el otoño meteorológico que comprende los meses de septiembre, octubre y noviembre. Una estación, junto con el invierno, propicias para estudiar, analizar, hacer propuestas y buscar soluciones que mejoren la prevención y respuesta a los devastadores incendios.

La meteorología otoñal siempre se había caracterizado por las lluvias, especialmente en octubre. Al menos, eso es lo que esperaban los campesinos quienes, ante lo imposibilidad de salir al campo, se dedicaban a preparar los aperos de labranza y otros utensilios para la vida doméstica diaria. Una previsión que, salvando todas las distancias, podrían tener en cuenta las autoridades actuales para hacer las oportunas previsiones que evitaran el que volvieran a producirse los incendios en el próximo verano o, al menos, mitigarlos, mejorando así el bienestar de los ciudadanos.

Los incendios no son un episodio aislado, sino que son el síntoma de un problema más amplio soterrado, relacionado con la vulnerabilidad de nuestros montes frente a la combinación de factores naturales, climáticos y humanos. España arde mientras los políticos se desgastan en reproches y emerge la solidaridad vecinal ante la presencia devastadora del fuego.

Una solidaridad vecinal muy cercana a los afectados, la población del mundo rural, que como sufridores tienen sus propias propuestas ante los grandes incendios, a saber: sensibilización, lucha contra el abandono rural y gestión forestal. Propuestas que compartimos y que sería muy deseable y beneficioso que se tuvieran en cuenta, pensando en el bienestar social.

Parece oportuno traer a colación el hecho de que en los últimos tiempos se ha extendido la consideración de espacios protegidos en el mundo rural y especialmente en las consideradas como “área natural”. Ojo, que tal consideración encierra alguna contradicción, porque suele llevar un acceso restringido y, si no hay acceso, no se podrá llevar a cabo una gestión forestal adecuada ni abrir las oportunas vías de acceso para la rápida intervención de bomberos forestales, garantizando su seguridad en la actuación.

Hablamos de conservar, pero para ello hay que llevar a cabo una gestión forestal sostenible, apoyada en aspectos medioambientales, económicos y sociales. Porque lo que está en juego no es solo el paisaje, es también la seguridad, la biodiversidad, la vida rural y la economía local que forma parte de la economía nacional.

Tras los incendios, las imágenes no solo muestran campos y montes ennegrecidos. También hablan de vecinos evacuados de sus casas, de agricultores y ganaderos que han perdido el alimento natural de su ganado y han de sustituirlo por piensos y forrajes que tienen un coste, cuando no quedar evocados al cierre de la explotación. Cada hectárea quemada es un paso atrás hacía la pobreza. Ni que decir del turismo, fuente de ocio y de desarrollo económico. Los visitantes buscan paisajes singulares y atractivos, atrayentes, lejos del humo, del olor a quemado o de la tristeza del territorio calcinado.

Sin limpieza y cuidado de los bosques no hay belleza. Buscar la manera de cuidar el bosque y crear riqueza al mismo tiempo debería ser una política de futuro, hay espacio para ello. Según Eurostat, España tiene la mayor superficie forestal de la Unión Europea, tras Suecia con 28 millones de hectáreas y Finlandia con 22 millones, pero la generación de valor añadido en sus casi 18 millones de hectáreas arboladas está muy por debajo del que consiguen aquellos países y otros Estados europeos ¿Será porque el 72 % de la propiedad forestal española está en manos de cuatro millones de propietarios?.

Repoblación humana, limpieza de los bosques, vigilancia, mayor dotación de bomberos forestales con mejores condiciones laborales y planes de prevención dotados con presupuestos suficientes, parece que son elementos fundamentales en la previsión y resolución de los incendios.

Todos y especialmente las administraciones públicas estamos llamados a implicarnos en la lucha contra los incendios. Todos debiéramos reflexionar sobre qué inversión necesitamos, queremos hacer o compensa más ¿la que se destina a la prevención y gestión forestal, o el gasto que supone movilizar decenas de recursos humanos, aéreos y terrestres, cuando el daño ya está hecho por el fuego y es irreversible? Pensemos en la seguridad y el bienestar de las personas.

Escuchemos Carros de Fuego:

https://www.youtube.com/watch?v=XFxeIgzT6vE

Aguadero@acta.es

© Francisco Aguadero Fernández, 3 de septiembre de 2025

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