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Segundo Encierro a Caballo en Aldehuela de Yeltes con los bueyes escapados
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COmarca de Ciudad Rodrigo | Fiestas

Segundo Encierro a Caballo en Aldehuela de Yeltes con los bueyes escapados

Actualizado 15/09/2025 19:24

Los caballistas lograron encerrar las tres vaquillas sin los mansos que escaparon a medio camino

Las fiestas en honor al Cristo de la Laguna se despidieron en Aldehuela de Yeltes con un segundo encierro a caballo que, más que un calco del celebrado el pasado sábado, pareció una repetición marcada por el azar y la memoria reciente. Al igual que entonces, los bueyes —custodios naturales de las manadas bravas— decidieron tomar libertad en mitad del recorrido, dejando a los jinetes la ardua tarea de guiar en solitario a las reses.

El sol, generoso y casi estival en pleno septiembre, acompañó desde temprano a caballistas y público. Tras un animado almuerzo en la zona de las piscinas, envuelto en el aire festivo que regalaba una charanga, se dio paso al esperado encierro. Todo parecía dispuesto para ese juego ancestral de ritmo y bravura en que los cabestros marcan la cadencia del grupo, convirtiendo la carrera en un espectáculo coral. Pero el destino quiso otra cosa.

A mitad de trayecto, los mansos se desviaron, escapando por el mismo lugar que días atrás. Y así, sin el timón de los bueyes, fueron los jinetes quienes debieron desplegar experiencia y temple. Hubo que reconducir, cuerpo a cuerpo, a las tres vaquillas del ganadero vecino Jesús Ramos. Con paciencia, acierto y la nobleza de sus caballos, lograron que las reses no se dispersaran, envolviéndolas en un cerco móvil de bridas y riendas que recordaba la antigua doma de campo más que el encierro ortodoxo.

El resultado, aunque menos vistoso para el ojo que busca la armonía de la manada, no careció de emoción. Los animales entraron finalmente en los corrales, no sin antes arrancar un latido de sobresalto al embestir contra algunos corredores en el vallado. Nada que empañara, sin embargo, la satisfacción del público, que agradeció el valor y la destreza de los jinetes en una mañana que regaló estampas distintas, quizá más crudas, pero igualmente auténticas.

Tras la tensión, regresó la calma festiva. A mediodía, la Plaza Mayor se convirtió en mesa común: la paella sirvió de puente entre vecinos y forasteros, en un ritual de confraternización que, año tras año, reafirma la identidad compartida del pueblo. Y cuando el sol empezó a declinar, la música puso el broche: primero el compás flamenco, luego la voz y el ritmo de David Roda, animados aún por la energía de una buena patatada, dieron paso a la despedida oficial de las fiestas.

Así cerró Aldehuela de Yeltes su ciclo festivo en honor al Cristo de la Laguna: entre la sorpresa de unos bueyes rebeldes, la pericia de unos caballistas entregados y la certeza de que la fiesta, en el fondo, siempre es encuentro, memoria y relato compartido.