Viernes, 05 de diciembre de 2025
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La belleza
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EL DETALLE DE ANA PEDRERO

La belleza

Actualizado 14/09/2025 22:19

"Que no se pueda torear más precioso, más bonito, a ralentí, con más cadencia y elegancia, como toreó Juan Ortega a su primero"

Detener el tiempo, pero de verdad. Que no se pueda torear más despacio, pero de verdad, sin tópicos. Que no se pueda torear más precioso, más bonito, a ralentí, con más cadencia y elegancia, como toreó Juan Ortega a su primero, dulcísimo, noble. Un colorao de Garcigrande con tanta nobleza como falta de fuerzas, mimado, sostenido con torería en unas muñecas de seda, en una interpretación sublime del toreo desde el inicio de faena, toda una declaración de intenciones, una explosión de belleza.

Una faena hilvanada, bordada a cámara lenta, puntada a puntada, puro gusto. Una delicia para los sentidos, un pasaje a guardar en la memoria y en el corazón, en este mundo que cada vez echa más de menos las cosas bellas, en este alma que ya sólo quiere hermosura, harta de los engaños del mundo. La belleza. Sólo eso.

Así, con el alma tocada, mucho, y después de un Roca Rey que firmó una faena limpia y larga que no conectó en los tendidos, recibía Salamanca a Buenasuerte, la buena suerte, el buen hacer de Justo. Uno de Justo para De Justo que se ganó la vida con embestidas nobles, largas, de categoría, aunque salía suelto en el capote y en el caballo pasó por mero trámite. Pero Emilio de Justo supo ver enseguida la profundidad, la calidad por ambos pitones de un toro que fue a más, siempre a más, y nunca se cansó de embestir, ni siquiera cuando ya se había ganado la vuelta a casa, la vida, con los tendidos medio locos, entusiasmados, y todavía le plantó cara a los bueyes y se puso farruco con el mayoral que trataba de poner orden. Después trotó alegre hacia la vida mientras De Justo recibía los máximos trofeos simulados y compartía la vuelta al ruedo con el ganadero mientras pulverizaba los cerrojos de la puerta grande. De La Glorieta a la gloria, que debe ser bastante parecida a lo que ha sentido el extremeño aupado a hombros de los aficionados para tocar el cielo de septiembre. Un toro soñado, una faena soñada.

A pesar del brindis a Gonzalo, el mejor mesonero de Salamanca, Roca Rey no dio tampoco con la tecla del sexto, cuyas bondades no supo exprimir, en una tarde que ni siquiera su valor seco, su gran baza, pudo salvar del silencio. No ha sido su tarde.

Pero la plaza estaba ya hechizada, instalada en una nube, primero la de la belleza, después la de la bravura, la verdad del toreo, y Salamanca dejaba caer la noche mientras un par de niños muy pequeños, muletita en ristre, soñaban el toreo a los pies de un torerazo a hombros y Buenasuerte regresaba al campo para ser ya leyenda, milagro, vida.