Duchas, peinados y cuidados milimétricos son clave para que los ejemplares de la raza francesa luzcan sus mejores cualidades morfológicas ante el jurado en los concursos.
Detrás de la imponente presencia de los ejemplares que compiten en el Concurso Nacional de la Raza Limusina en Salamaq 2025 se esconde un trabajo invisible pero fundamental: la preparación previa. Para los ganaderos, estas horas son tan cruciales como los años de cría y selección genética, ya que una presentación impecable en la pista puede marcar la diferencia en la reñida pugna por el prestigioso título de mejor ejemplar de España. El objetivo es claro: asegurar que cada animal muestre todo su potencial y deslumbre al jurado.
Horas antes de salir a la pista, las naves ganaderas se transforman en auténticos salones de belleza bovina. El proceso comienza con una ducha a fondo para limpiar el pelaje y la piel, seguida de un meticuloso cepillado que no solo desenreda, sino que también estimula la circulación y realza el brillo natural del pelo. Este ritual de acicalamiento es una labor de paciencia y destreza, donde cada detalle cuenta para que el animal se presente relajado y en las mejores condiciones posibles ante la atenta mirada de los jueces y del público.
Este esmero no es meramente estético. Cada acción está calculada para realzar las cualidades morfológicas que el jurado evaluará con lupa. Un buen peinado puede acentuar la rectitud de la línea dorsolumbar, mientras que un pelaje limpio y brillante permite apreciar mejor la potente estructura muscular y los aplomos del animal. En definitiva, este cuidado minucioso es la culminación del trabajo del ganadero, el toque final que presenta años de dedicación y esfuerzo en su máximo esplendor sobre la arena del certamen.