Macotera abre nuevamente las puertas de su tesoro subterráneo: las bodegas tradicionales vuelven a ser protagonistas
Esta tercera ruta estuvo organizado una vez más por la asociación Me Permito
Este sábado, las entrañas de Macotera volvieron a latir con fuerza. Bajo las calles y las fachadas centenarias, se esconde uno de los mayores tesoros de la Villa: sus históricas bodegas, excavadas a mano durante generaciones bajo las casas familiares, muchas de ellas aún en uso o cuidadosamente conservadas como símbolo de identidad local.
Organizada por la asociación “Me Permito”, se celebró la tercera ruta por bodegas tradicionales, una actividad que ha ido creciendo en interés y participación con cada edición. En esta ocasión, los asistentes pudieron descender a otros tres de los espacios más emblemáticos de la Villa: la Bodega de Capucho y Sacristana, la Bodega de Melchor Fachenda y la Bodega de Calderas.
A cada paso, los visitantes recorrieron galerías frescas, muros de piedra viva y antiguos cubos donde antaño se guardaba el vino del año y se hacía en muchos casos buena parte de la vida diaria. Las bodegas, más que simples almacenes subterráneos, son testigos silenciosos de la vida macoterana: reuniones familiares, meriendas entre vecinos y alguna que otra fiesta improvisada que aún vive en la memoria colectiva.
La jornada contó con la presencia del diputado de Turismo, Juan Carlos Zaballos, y el alcalde de Macotera, Benjamín Madrid, quienes acompañaron al numeroso grupo de participantes. Ambos destacaron la importancia de conservar y poner en valor este patrimonio único que distingue a Macotera en la comarca.
“La historia de un pueblo no solo está en sus archivos, también en sus paredes y en sus suelos… y Macotera tiene mucho que contar bajo tierra”, destacaban, mientras descendía por una de las frescas escaleras de piedra.
Por su parte, desde la asociación “Me Permito”, organizadora de la cita, se mostraron muy satisfechos con la respuesta vecinal y el creciente interés por redescubrir estos espacios. “Es una forma de reconectar con nuestras raíces, de poner en valor lo que siempre estuvo ahí, justo debajo de nuestros pies”, comentaron.
La ruta contaba, como es tradición, con una cata de vino local y un pequeño ágape en cada una de ellas, donde no faltaron las anécdotas, los reencuentros y la promesa de repetir el año próximo.
En Macotera, el alma del pueblo no solo se siente en sus calles… también se respira bajo tierra.
