En el mundo de la enseñanza, en los foros de enseñantes, grupos, claustros y debates, la opinión mayoritaria sobre la Inteligencia Artificial es, lamentablemente, la de usarla SOLO como herramienta de apoyo para subrayar, enriquecer o apuntalar un sistema de enseñanza que, a todas luces, está superado e inutilizado ya, lo que parece escocer demasiado en las aulas y los consejos escolares. Y esa postura, ese rechazo indirecto o explícito es un enorme error de concepto, de apreciación y hasta, paradójicamente, de inteligencia.
Es preciso plantear si en las escuelas y centros de enseñanza se fomenta la creatividad, si hay margen para equivocarse y aprender, si se habla de empatía, de trabajo en equipo, de frustración. Es necesario formación para convivir con una inteligencia artificial que sabrá mucho más que los alumnos y que sus profesores. La educación que están recibiendo los estudiantes no se corresponde con el futuro que les tocará vivir. Hay un desfase evidente entre lo que los alumnos aprenden hoy en los centros de enseñanza y lo que realmente necesitarán mañana. Estamos entrando en una etapa en la que el conocimiento será abundante, accesible, inmediato y gratuito.
Para poder trabajar con estas herramientas y no ser reemplazado por ellas, tendrán que conocerse en profundidad los principios básicos de cada disciplina para poder desenvolverse con criterio junto a herramientas avanzadas; saber cooperar con una inteligencia artificial para poder sacar el máximo partido de ella. No se trata de competir con la IA, sino de dirigirla. De saber explicarle, interpretar sus respuestas, saber cuándo tiene sentido y cuándo no. Una de las habilidades claves del futuro será saber formular bien los problemas, trasladarlos con claridad y tener el criterio suficiente como para validar o rechazar lo que una máquina propone. No entender las implicaciones de una respuesta hará que todo el conocimiento del mundo sea irrelevante.
Cualquiera podrá preguntarle a una inteligencia artificial sobre física cuántica, derecho tributario o sobre cómo diseñar una turbina eólica. Y no sólo obtener una respuesta, sino una solución argumentada, contextualizada y, muy probablemente, mejor que la que pueda dar un humano. ¿Qué sentido tiene, entonces pasarse años y años profundizando en algo que jamás podrá dominarse cómo lo hace una inteligencia artificial? ¿Qué sentido tiene formar a las generaciones más jóvenes con un enfoque puramente memorístico cuando eso no valdrá casi nada? Esto no significa en absoluto que tengamos que dejar de estudiar, al contrario, porque una cosa es tener acceso al conocimiento y otra muy distinta es saber qué hacer con él. Una inteligencia artificial puede saberlo todo sobre medicina, pero eso no nos convierte en médicos, ni en abogados, ni en carpinteros, ni en economistas.
Las habilidades humanas, la empatía, la colaboración, la comunicación, la capacidad de conectar con los demás y de tener criterio, cosas que, por ahora, una IA no puede replicar, no se enseñan en las aulas. Hoy hablamos de conocimiento, pero la consecuencia inmediata es la acción. Creer que los trabajos de tipo manual están a salvo de la irrupción de la Inteligencia Artificial, es un autoengaño que no podemos permitirnos, ya que la evolución tecnológica de la I.A. nos sitúa en un futuro próximo en que los sistemas artificiales podrán ejecutar tareas de tipo físico con precisión y autonomía: robots que trabajen con madera, que instalen cableado, que monten estructuras, que diseñen edificios, que realicen las tareas de su construcción, planificación y adecuación. En un plazo no muy largo, la ejecución automatizada de la mayoría de las tareas manuales harán que la preparación en oficios que hoy realizan los jóvenes deje de ser útil y necesaria. El sistema educativo ha de actualizarse a partir de estas perspectivas y, a juzgar por cómo, mayoritariamente, se está enfrentando la mayor parte del colectivo de enseñantes y gestores de la enseñanza, no parece lógico pensar que esa actualización va a tener lugar. O no a su debido tiempo. La escuela, los centros de enseñanza, los planes de enseñanza y los programas escolares siguen empeñados en enseñar contenidos cerrados, en exámenes de opción múltiples, en premiar la obediencia y en colgarse medallas de simpatía por parte de directivos, padres y madres, tutores y políticos de las aulas. Y el tiempo se acaba.
Cómo resolver problemas complejos, cómo pensar de forma crítica, cómo trabajar en equipo o cómo gestionar la frustración. Los niños y jóvenes tienen unas mil horas de clase al año, pero tienen más de cuatro mil fuera del aula. Y es ahí donde actuar: en casa, con proyectos que fomenten la curiosidad, con conversaciones que les enseñen a argumentar, con espacios donde puedan equivocarse sin miedo, con la educación emocional que nunca encuentran en libros de texto.
El conocimiento no es todo, porque hacen falta criterio, experiencia y valores que por ahora solo las personas pueden aportar. El futuro no se parece en nada al que teníamos en el pasado. Si no ponemos manos a la obra como sociedad, desde los centros de enseñanza y desde los ámbitos de convivencia y socialización, será demasiado tarde. No necesitamos saber más que la inteligencia artificial, sino saber qué hacer con ella.
La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.
Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.
La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.
En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.