Quince días llevamos entre humo y llamas, y como de costumbre son las cuatro Cenicientas las que arden: Andalucía, Extremadura, Galicia y Castilla y León. Pero ¿por qué tanto desprecio?
El cambio climático
En esta ocasión dicen sus “padrastros” que la culpa de su desgracia es del cambio climático. Puede que sí, puede que no, el tiempo lleva cambiando desde que el mundo es mundo. Es verdad que no todos los veranos son iguales, que los hay más largos y más cortos, más calurosos y más suaves, pero todos, absolutamente todos, corren el riesgo de sufrir incendios, a veces provocados por una tormenta que nadie puede evitar, a veces por una chispa que desprende cualquier maquinaria agrícola y nadie puede controlar, a veces causados por irresponsables que han aprendido a fumar, pero no saben apagar los cigarros y los tiran encendidos, también, no nos engañemos, por placer de algún pirómano con mucho tiempo libre, pero la mayoría por el sangrante abandono que verano tras verano reciben de sus “padrastros”.
Los juguetes de los gobernantes
Las autonomías se crearon para estar más cerca de los ciudadanos, conocer de cerca sus problemas, sus circunstancias y sus necesidades, gestionar mejor los impuestos y atenderlos bien, pero pronto empezaron a utilizarse para colocar amigos, externalizar servicios y jugar con los ciudadanos al “tú baila al son que te toque y vota, que de engañarte para que creas que cumplo contigo, ya me encargo yo”. Y eso son los ciudadanos para los gobernantes de las cuatro Cenicientas: juguetes con los que juegan a medrar sin trabajar en otra cosa que no sea hacer campaña electoral. Asumen competencias encantados, pero cuando vienen mal dadas, escurren el bulto porque la responsabilidad, según ellos, es del Gobierno, y acuda o no acuda a auxiliar, da igual, todo sirve para avivar el enfrentamiento sin otra finalidad que la de la de hacer ver que ellos son los buenos y los demás los malos. Dinero nunca falta para fiestas, bonos culturales y billetes para viajar a precio de ganga, pero se acaba para tener bomberos en plantilla, los contratan cuando los campos que tienen abandonados por completo empiezan a arder y los despiden en cuanto apagan los fuegos. Si a ellos les pagáramos solo cuando trabajan, porque les pagamos los ciudadanos, también los bomberos y voluntarios que han muerto y ni siquiera se han dignado a ir a darles el pésame a sus familias, sin duda porque saben que en semejante foto no quedarían para defenderse de algo indefendible a todas luces, no haría falta que los cesaran, dimitirían ellos solos para irse a buscar trabajo porque se morirían de hambre.
Y volverán las promesas
Se extinguirán los fuegos porque también las desgracias tienen fin. Saldrán entonces los cuatro padrastros de su rincón de vacaciones para prometer a sus cuatro Cenicientas ayudas económicas para reparar los daños, bomberos fijos todo el año, forestales para mantener limpios los campos y otras medidas de prevención, pero saben por experiencia que sus promesas se las llevará el viento una vez más. Por lo tanto, aunque solo sea porque se lo debemos a los bomberos y voluntarios que han muerto o siguen heridos, somos los ciudadanos quienes debemos librarlas de sus padrastros en las urnas. Es verdad que en este momento los españoles no podemos apostar ni un euro por nuestros políticos, pero no es menos cierto que por obvias razones más abusos han cometido los que llevan en sus cargos cuarenta años que los que llevan cuatro, y ninguna de las Cenicientas merecen tantos desprecios, son tierras hermosas, de gentes nobles, trabajadoras y muy agradecidas.
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