Fue la primera parroquia donde fue asignado tras su ordenación y estuvo desde el año 2000 al 2012
En el corazón de las fiestas veraniegas de Villar de la Yegua, entre el bullicio de las verbenas y el rumor de la vida que se renueva cada agosto, el pueblo detuvo su paso en la mañana del jueves 21 para rendir homenaje a quien durante una década fue su guía espiritual: el sacerdote Gabriel Ángel Cid.
El recuerdo de aquellos años primeros —desde su ordenación en el año 2000 hasta su traslado en 2012 por decisión del entonces obispo, monseñor Jesús García Burillo— sigue vivo en la memoria colectiva de esta pequeña localidad. No en vano, Villar de la Yegua fue la primera parroquia que le abrió sus puertas y, como él mismo recordó emocionado en su homilía, el lugar donde verdaderamente “se hizo cura”.
Aunque hoy ejerce como arcipreste del Argañán, al frente de parroquias como Fuentes de Oñoro (La Asunción y María Auxiliadora), Puebla de Azaba, La Alamedilla, Alberguería, Ituero de Azaba y Castillejo de Azaba, Cid quiso regresar a su primera comunidad para conmemorar sus bodas de plata sacerdotales. Lo hizo acompañado por diáconos portugueses, por el actual párroco de la localidad, Juan Carlos Bernardos, y por una iglesia abarrotada de vecinos que, con calidez sincera, volvieron a llamarle como siempre: “Gabi”.
Al término de la misa, el sacerdote entregó a cada asistente un ejemplar de su libro Encarnación de Esperanza, de Jubileo a Jubileo (2000-2025), en el que recopila homilías y reflexiones de estos veinticinco años de ministerio. Fue entonces cuando el templo se transformó en un espacio de abrazos, confidencias y reencuentros: un baño de afecto en el que se mezclaban los recuerdos de bautizos, comuniones, despedidas y tantos otros momentos compartidos bajo su guía pastoral.
La celebración continuó en la panera, hoy convertida en centro social gracias al Ayuntamiento, que cedió el espacio para acoger un ágape al que estaban invitados todos los presentes. La jornada, sencilla y luminosa, se cerró con el eco de un reconocimiento unánime: la gratitud de un pueblo que no olvida a su primer pastor y que, tras veinticinco años de entrega, desea a Gabriel Ángel Cid salud y fuerza para seguir cumpliendo la tarea, nunca fácil, que un día le fue confiada.