El testimonio de Andrea, una joven ganadera, narra un pequeño milagro de esperanza en medio de las 10.500 hectáreas calcinadas por el mayor fuego de la historia de Salamanca. La vaca, con quemaduras, regresó entre las cenizas para encontrar y amamantar a su cría de dos días
En medio de la desolación y el paisaje ennegrecido que ha dejado el ya histórico incendio de Cipérez, surgen historias que iluminan la tragedia con una luz de esperanza. El fuego, que se desató el pasado viernes 15 de agosto y ya es considerado el mayor registrado en la provincia de Salamanca con 10.500 hectáreas calcinadas, ha sido implacable. Sin embargo, la naturaleza y el instinto de supervivencia han escrito un relato conmovedor protagonizado por un ternero de apenas dos días y su valiente madre.
La historia la cuenta en primera persona Andrea, una de las ganaderas afectadas junto a su novio, José Mari de Cipérez. Su testimonio, un reflejo del drama vivido por muchos profesionales del campo, demuestra una increíble resiliencia frente a la catástrofe. Sin duda, una historia de vida y esperanza.
Antes de conocer su relato, es crucial entender la magnitud del desastre. El incendio ha afectado a una vasta superficie, principalmente de pasto seco, lo que explica su rápida y extensa propagación, además del fuerte viento que reinó durante la tarde. El fuego se extendió, al menos, por los términos municipales de Cipérez, Villar de Peralonso, Espadaña, Puertas y Villaseco de los Reyes, afectando a más de una decena de pueblos.
Entre las localidades más damnificadas, las llamas se cebaron especialmente con Cipérez, Cerezal de Puertas (Puertas) y Gejo de los Reyes (Villaseco de los Reyes). Aunque el fuego ha respetado gran parte de la masa arbórea, ha arrasado los pastos, el sustento fundamental de las explotaciones ganaderas de la zona.
El drama para Andrea y José Mari comenzó en el momento más crítico, cuando las llamas les cercaron mientras intentaban poner a salvo a una partida de vacas. En medio del caos, se dieron cuenta de que faltaba un ternero. No era uno cualquiera: un recién nacido de tan solo dos días que su madre, como es habitual, había dejado escondido para protegerlo.
"No pudimos ya buscarlo y a las vacas lo único que pudimos fue sacarlas a un camino y abrir porteras para que pudieran escapar, porque teníamos el fuego completamente encima", relata Andrea. La impotencia y el dolor de esa decisión la marcaron profundamente.
"Yo personalmente corría por el camino completamente rota por tener que dejarlas atrás y especialmente por no haber podido tener la oportunidad de encontrar el ternero", confiesa.
Cuando la noche cayó sobre un paisaje de humo y cenizas y la esperanza parecía perdida, una llamada lo cambió todo. Un vecino que pasaba por la zona les avisó de que había visto al pequeño ternero. Estaba '"rebujado'" (acurrucado) debajo de un matorral por el que el fuego había pasado con tal virulencia y rapidez que no llegó a calcinarlo por completo.
Aparentemente, el pequeño animal estaba sano. La noticia movilizó de inmediato a la pareja, que se dirigió al lugar con el corazón en un puño, sin saber qué encontrarían exactamente.
La escena que presenciaron al llegar superó cualquier expectativa. Junto al ternero, que efectivamente estaba a salvo, se encontraba su madre. La vaca, a pesar de tener heridas visibles por quemaduras, había logrado sobrevivir y, guiada por un instinto inquebrantable, había regresado al lugar exacto donde dejó a su cría para buscarla y alimentarla.
"Rápidamente fuimos a buscarlo y cuando llegamos nos encontramos con su madre con heridas por quemaduras que había vuelto para buscarlo y alimentarlo", explica Andrea, todavía emocionada por el reencuentro. Hoy, madre y cría "están sanos y salvos y sobrevivieron al terrible incendio".
Pero su historia no es la única de supervivencia casi milagrosa —otro ganadero encontró a sus vacas refugiadas en una charca cuando pensó que las había perdido a todas—. Hechos como estos se han convertido en un poderoso símbolo de la vida que se abre paso incluso en el escenario más desolador. Un pequeño milagro que da fuerzas a toda una comarca para empezar a reconstruir su futuro desde las cenizas.