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El párroco de La Alberca explica cómo compagina las vacaciones con el aumento de la actividad en verano
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Alfredo Fernández

El párroco de La Alberca explica cómo compagina las vacaciones con el aumento de la actividad en verano

Actualizado 16/08/2025 10:07

El párroco de La Alberca, Alfredo Fernández, explica cómo gestiona el verano, la época de mayor actividad en la Sierra de Francia. A pesar del aumento de trabajo, logra combinar unos días de descanso con un retiro espiritual, movido por una vocación que define su experiencia estival como "intensa, agotadora y feliz"

Para Alfredo Fernández, el párroco de La Alberca, la estación estival representa el pico de mayor actividad y entrega. Ha desvelado cómo vive estos meses en los que la población de su parroquia se multiplica, y cómo la palabra 'vacaciones' adquiere un significado completamente diferente cuando la vocación marca el ritmo de los días.

Ante la pregunta: ¿un párroco tiene vacaciones? Alfredo Fernández ha sido claro y honesto en su respuesta. “Bueno, pues intento todos los años descansar algunos días, porque por salud física y mental es necesario, pero eso es lo que intento”, ha confesado. No obstante, ha matizado la dificultad de llevarlo a la práctica. La realidad del mundo rural, especialmente en un enclave tan visitado como La Alberca, choca frontalmente con el concepto tradicional de reposo estival. “La vida rural, experimenta un crecimiento enorme en verano, y es el tiempo en el que habitualmente, pues solemos tomar unos días de vacaciones. Y aquí el verano, es intenso, con lo cual te da muy poca tregua para poder cogerte unos días”, ha explicado.

Una planificación a dos tiempos: descanso y espíritu

A pesar de la intensidad, el párroco ha logrado establecer una estructura personal para garantizar esos necesarios momentos de recarga. Dedica unos días al descanso más convencional, una escapada para cambiar de aires y compartir tiempo con amigos. “Por un lado unos días, escaparme al lugar más turístico con algún amigo, y por otro lado, siempre hacer unos días de retiro o de ejercicios espirituales”, ha detallado sobre su método.

Esta dualidad le permite desconectar de la frenética actividad parroquial sin perder el foco en su vida interior. “Los últimos días de julio, antes de las fiestas grandes de agosto, son los días que intento aprovechar, para ir con algunos amigos, si puedo algún destino de playa o algún sitio así que pueda desconectar un poquito. Y luego la última semana de agosto es la que suelo aprovechar y reservar para irme de retiro de ejercicios espirituales”, ha concretado.

La vocación por encima del trabajo

Compaginar la abrumadora demanda de las fiestas patronales, las misas, los sacramentos y la atención personal con el anhelo de descanso es un desafío constante. Sin embargo, para Alfredo Fernández, la clave reside en la naturaleza misma de su labor. “Nuestro trabajo, más que un trabajo, es una es una vocación, es una dedicación completa, pues a las necesidades de la gente”, ha afirmado. Esta perspectiva lo cambia todo. No se trata de cumplir un horario, sino de estar disponible para una comunidad que, en verano, se expande y reclama su presencia.

Esta dedicación se traduce en una disponibilidad casi total, con el teléfono siempre activo y una planificación flexible que se adapta a las necesidades imprevistas. “Voy viviendo un poquito el día a día con la planificación que puedo permitirme, que intento llevarla, pero después siempre disponible a todas las demandas de la gente”, ha señalado. Es una entrega que va más allá de lo profesional y se adentra en lo personal, especialmente con aquellas familias a las que solo ve durante estos meses.

El reencuentro estival: un pilar de la comunidad

Uno de los aspectos más enriquecedores de su verano es, precisamente, el reencuentro con los que viven fuera el resto del año. El verano se convierte en una oportunidad única para mantener vivos los lazos, escuchar y acompañar. “Hay muchas familias y mucha gente a las que ves solo en el tiempo de verano, solo durante estos meses, porque el resto del año no están aquí”, ha comentado. Este fenómeno exige un esfuerzo adicional de tiempo y escucha para ponerse al día, para seguir el hilo de sus vidas.

“Requiere, por mi parte, al menos, intentar hacerlo así mucho tiempo, para escuchar, estar con la gente, que me pongan al día, me sigan contando cómo están, cómo siguen evolucionando...”, ha relatado. Tras varios años en La Alberca, este conocimiento profundo de las familias y sus trayectorias se ha convertido en una parte esencial de su ministerio, un capital humano que se nutre y fortalece cada verano.

Un verano “intenso, agotador y feliz”

Al pedirle que defina su verano en La Alberca: “Pues diría que es intenso, es ante todo un verano intenso, lleno de vida, de actividad, de gente. Pero un verano también feliz, o sea, agotador por otro lado, pero feliz”, ha resumido. Es una montaña rusa de emociones y trabajo que, aunque extenuante, le llena de satisfacción.

La alegría de ver el pueblo rebosante de vida se mezcla con el cansancio acumulado. “Yo todos los años estoy deseando que venga el verano, es verdad que también todos los años estoy deseando cuando ya va muy avanzado que termine para poder encontrar otra vez el ritmo de la rutina ordinaria”, ha concluido. Es el testimonio de una vocación vivida con plenitud, donde el servicio a los demás se convierte en la mayor fuente de energía, incluso en medio del verano más intenso y agotador.