El pregón fue pronunciado en la noche del lunes en la Plazuela del Buen Alcalde
Buenas noches a todos, gracias por acompañarnos y gracias al Ayuntamiento, en la figura de su alcalde, Marcos, por contar conmigo para este pregón. Un pregón que ya les adelanto, quizás no sea al uso, sino más bien, un artículo que podrían leer en cualquier periódico, en mi caso, en El Norte de Castilla.
Un pregón que quiero dedicar a José Manuel de Luis. Y aunque sé que no tengo que justificarme, sí quiero señalar que, en primer lugar se lo dedico porque es mi amigo y se alegra por todo lo bueno que me pasa, incluidos los pregones; y porque es una persona que desde la distancia y desde la discreción siempre ha velado por los intereses de Ciudad Rodrigo, incluidos los del comercio. Así que vamos con ello.
“Con el mostrador delante, me como el mundo”. Esas palabras llevan la firma de María Paz Rubio, que a sus 82 años, sigue cada mañana, levantando la chapa de su tienda de las Cuatro Calles. Cuando revela la edad, la siguiente pregunta es obvia: ¿No piensas en jubilarte? Una cuestión que no la ofende, pero casi. “De jubilarme nada”, responde, “de eso no quiero ni oír hablar, la tienda es grande y no paro, pero soy feliz. Empecé con 15 años y no lo he dejado, solo para criar a los niños”.
Entre esos niños, ya hombres, lógicamente, están Miguel Ángel y Javi, que junto con ella han sido el motor de Textiles Acosta y los verdaderos protagonistas de esta noche, la familia Acosta Rubio, a la que se rinde homenaje por su buen hacer y trayectoria comercial en esta víspera del Martes Mayor.
Y sé que tengo que decir en este punto, algo que he escrito muchísimas veces, y es que el Martes Mayor es la fiesta de exaltación del comercio. Mañana festejamos ese mercado franco, ese día libre de impuestos, ese privilegio que los Reyes Católicos concedieron a Ciudad Rodrigo una vez al año.
La cita, inspirada en una feria similar que se celebra en Plasencia, cumple en esta edición su 39 cumpleaños y se instauró en tiempos de Miguel Cid. En aquel momento se creó una asociación de comercio que presidía Facundo Barrueco y el pregón, se organizó ese mismo día, por la tarde había un festival taurino y el final siempre era un concierto que en aquella época protagonizaban Los Gemelos del Sur, con la plaza llena de gente y muchas ventas para el comercio.
El evento tuvo muy buena acogida desde el primer año y a estas alturas tiene ese componente indiscutible de tradición, con una dinámica y esencia que se ha mantenido aunque se hayan ido introduciendo otras actividades, por ejemplo, en 2016 fue la primera vez que se contó con una gran orquesta.
Pero volvamos a Mari Paz, protagonista de esta noche. Lo del comercio le viene en el ADN. Sus padres tenían una tienda de regalos y cuando se casó con Jaime, se enganchó a su negocio, también familiar. Apunta que “ha sido toda mi vida porque empecé muy joven, necesito a la gente, todo lo que tengo se lo debo a la tienda”.
En el negocio, en el de las Cuatro Calles, se han criado sus hijos y por lo que cuenta, en estos tiempos complicados, en el que han cambiado las formas y los modos de comprar y en el que el comercio tradicional debe estar en lucha constante, en su caso, la continuidad está garantizada pues dos de sus nietos ya se han integrado en el negocio.
En la charla con Mari Paz se nota que no la falta ni ilusión ni sueños, y quién sabe si el día menos pensado nos sorprende con una nueva idea.
Reflexiona sobre el momento actual desde el punto de vista comercial y aprecia que una de las arterias principales, la calle Madrid, no es lo que debería. “Me gustaría que Ciudad Rodrigo tuviera más vida. Quizá no hemos sabido explotar lo que tenemos, puede que a quien le tocara en cada momento no lo haya hecho y a lo mejor el comercio, tampoco hemos apoyado”.
La conversación sigue y cuando le comento que siempre me ha llamado la atención que en Ciudad Rodrigo vas a comprarte unos pantalones y te ofrecen llevarte tres para que te los veas tranquilamente en tu casa, me aclara que “lo de llévatelo” es algo “muy normal, en casa ves si te gusta o no, y mejor cuatro que dos”. Y todo esto porque según su teoría, “hay que mimar al cliente, para eso estamos, que no se sienta forzado. En Ciudad Rodrigo nos conocemos todos, es un comercio muy cercano”.
Como imaginarán, su vida laboral está repleta de anécdotas, alguna prefiere no hacerla muy pública, pero sí que en una ocasión, se la cayó una pared entera y recuerda que todos los comerciantes de la zona acudieron a ayudarla. “Me he sentido muy acogida, me apoyó toda la gente”, recuerda.
Entre lo más común también está lo de olvidarse las llaves y en cualquier momento, incluso de noche, con la tienda cerrada, acudir a entregarlas al propietario.
En la tienda también ha aprendido idiomas. Cuando llegó al negocio, completamente diferente al de su padre, pensaba que no se iba a adaptar. Una de las primeras clientas la dijo: “Me vas a dar una camisa para el zagal que ha embollado y la ha entrumpido”. Vamos, que el muchacho había engordado y la había roto. Hay que decir que con el tiempo, esa clienta y Mari Paz, se hicieron amigas.
Por eso insiste en que “me he adaptado de maravilla, he tenido una clientela fenomenal, hay que estar más unido al cliente de lo que estamos, mala cara, nunca, agradecidos”. A sus hijos ese es el consejo que les da: “el cliente, primero que nosotros”.
En la actualidad, Textiles Acosta se mueve por toda España con su venta al por mayor y montaje de hoteles, residencias, casas rurales. La tienda de las Cuatro Calles está dedicada al detal, la nave del Polígono que se sitúa junto al Centro de Salud, que así lo ubican mejor, está más enfocada al por mayor. “Dios nos ha ayudado y aquí estamos”, afirma, “al principio pensábamos que no íbamos a poder con tanto, pero mis hijos son muy trabajadores y responsables” por eso solo pide, “que sigan como están”. Seguro que todos esos clubes deportivos a los que apoyan con sus patrocinios, también quieren que sigan como están.
En mi caso, Mari Paz desde la tienda y en otras ocasiones Javi o Miguel desde el almacén, me han salvado más de un carnaval. A ellos he recurrido para que me hicieran el disfraz que mi hijo debía llevar al colegio y al que reconozco, nunca dediqué demasiado tiempo porque para eso están los expertos, para confeccionarlos.
Por cierto, mi hijo no quiere que lo diga, pero mañana será su primer Martes Mayor, con 17 años, nada más y nada menos. Que no es que nosotros o él no hayamos querido que lo viviera, pero las circunstancias no se habían dado hasta ahora porque el verano para él es como el de los almendreros, de pueblo en pueblo.
Comprenderán que está emocionado por todo lo que le han contado, las imágenes que ha visto... claro, de esa parte de fiesta en la que se convierte la tarde del Martes Mayor.
Hace 24 años y un poco que llegué a Ciudad Rodrigo y la explicación que me dieron sobre este día, además de lo de la exaltación del comercio fue: es como un día de carnaval, pero sin toros. Mira que me gustan los toros, pero de verdad que espero que a nadie se le ocurra.
Con el tiempo, me fui forjando mi propia opinión, lógicamente. Para mí es un día de fiesta, de alegría, en el que el comercio deja los problemas, la rutina a un lado y sigue diciendo: aquí estamos, para dar servicio a toda la comarca, para ser lo que siempre hemos sido, al son que nos marcan los tiempos.
Para recordaros que os hemos vendido los zapatos de boda que llevaste el día que se casó tu hijo, el traje de comunión de tu nieta, la primera olla rápida que compraste o ese queso que nunca puede fallar en tu mesa.
Para recordar que el servicio del comercio tradicional es distinto, se distingue por ese trato cercano, por el conocimiento personal de los gustos y aficiones de cliente, por ese: llévatelo y te lo ves en casa. Si tanto se habla de los productos de kilómetro cero, este comercio local es ese kilómetro cero, el de la cercanía.
También he vivido el nacimiento del Martes Chico, los jaleos con las fechas, votaciones, diferencias, aunque nunca irreconciliables, siempre formando parte de lo que es vida y las diferentes opiniones. Y lo que el tiempo nos ha demostrado es que al final, todo tiene su momento y espacio, aunque sea martes y 15, de agosto, lógicamente.
Otros años, a estas horas, ya tendría entre manos el listado de puestos que tan eficientemente siempre nos ha pasado Rosa, desde la oficina de desarrollo. Pero vamos, sin mirar noticias o datos, no me equivoco si digo que serán 200 largos los que participen en esta cita.
Comida, bebida, ropa, utensilios para el hogar, antigüedades…ninguno faltará, incluidos el que instala la Delegación de Misiones de la Diócesis o Manos Unidas para impulsar diferentes proyectos. Y es que esto, sí, es publicidad pura y dura, una invitación a que también les apoyen a ellos pues aunque ya no trabajo en la Diócesis porque la vida me ha llevado por otro lado, para mí la Diócesis es mi casa, a la que siempre vuelvo.
Así que si les parece, mañana nos vemos por las calles de Ciudad Rodrigo, con alguna bolsa en la mano, señal de que hemos comprado.
Larga vida al Martes Mayor, larga vida al comercio tradicional y hasta la próxima.