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Los secretos que esconde el nombre de las calles de Salamanca
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Los secretos que esconde el nombre de las calles de Salamanca

Actualizado 28/09/2025 09:09

La capital cuenta con 1.636 viales que reflejan su historia, leyendas, crímenes, santos, oficios, sentimientos…

Salamanca es una ciudad que se puede leer. No solo en los libros de historia o en las fachadas de sus monumentos, sino también en las placas que dan nombre a sus 1.636 viales. Según los datos del Ayuntamiento, este vasto callejero se compone de 1.253 calles, 139 plazas, 71 avenidas y decenas de paseos, glorietas y caminos que conforman un complejo mapa. Poner nombre a tantos lugares a lo largo de los siglos ha sido una labor ingente, cuyo resultado es un nomenclátor que funciona como un espejo de la identidad salmantina: un reflejo de su historia, sus gentes, su geografía y hasta de sus sentimientos.

Cualquier salmantino podría trazar un mapa mental de la ciudad a través de sus vías más emblemáticas. Las avenidas de Portugal y de La Aldehuela destacan por su longitud, mientras que la Plaza Mayor o la de Los Bandos son el corazón palpitante de la vida social. Sin embargo, más allá de estos referentes, se esconden historias singulares. La concurrida calle Toro, por ejemplo, no siempre se llamó así; en su memoria resuenan ecos de la República, del Generalísimo y del doctor Riesco, hasta que en 1979 recuperó su denominación actual. A pocos pasos, la calle Tentenecio evoca la leyenda de San Juan de Sahagún, quien, según la tradición, detuvo a un toro bravo al grito de “¡Tente, necio!”. Sobrecogedora es la historia de la Calle de las Muertes, cuyo nombre recuerda una serie de asesinatos en el seno de una familia noble.

El callejero salmantino también revela un curioso contraste entre la solemnidad y la simpleza. Junto a los grandes homenajes, encontramos nombres de una funcionalidad casi poética: calles como Abajo, Arriba, Ancha, Chica o Traviesa. Otras apelan a lo genérico, como Fuente, Corral, Eras o Mercado Viejo, e incluso las hay con nombres redundantes, como la Rúa (calle, en francés) o la Gran Vía. En este mapa de lo cotidiano, también hay espacio para lo abstracto y lo intangible en vías como Alegría, Esperanza, Concordia, Desengaño, Silencio, Soledad o Melancolía.

La naturaleza es otra gran protagonista en el callejero. El mundo mineral se hace presente en calles como Cobre, Diamante, Granito o Topacio, mientras que la fauna se asoma en vías dedicadas al Ciervo, el Cisne, la Gacela o el Gavilán. La botánica florece especialmente en barrios como Garrido, con un auténtico jardín urbano formado por las calles Acacias, Cedros, Madroños, Amapolas, Clavel u Orquídeas. Los ríos que moldean la provincia, como el Tormes, el Águeda, el Almar o el Cuerpo de Hombre, también encuentran su cauce en el asfalto de la capital.

Gran parte del callejero es un homenaje perpetuo a la sociedad que construyó la ciudad. Los oficios tradicionales y modernos tienen su reconocimiento en calles como Bordadores, Caldereros, Libreros, Alfareros, Carpinteros o Ferroviarios. A esta lista se añaden nombres tan descriptivos como la calle Pan y Carbón, que nos recuerda los productos básicos para la supervivencia diaria, o el Patio de la Salina, que esconde una historia de poder administrativo al haber sido la sede del estanco de la sal, un monopolio de la Corona. La profunda huella de la fe se manifiesta en vías que toman su nombre de santos como San Boal o San Justo, y de grandes figuras religiosas como Fray Luis de León, San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Jesús, así como en calles que denotan el poder de las órdenes religiosas, como la monumental calle Compañía.

El conocimiento, pilar de Salamanca, se despliega en un tributo a la Universidad y a la ciencia. Calles como Alfonso X, Coimbra o Unamuno recuerdan su legado académico, mientras que nombres como Ramón y Cajal, Fleming, Pasteur o Isaac Peral rinden homenaje a los grandes avances de la humanidad. El arte y la cultura impregnan también el mapa urbano con vías dedicadas a pintores como Velázquez, Goya y Picasso; arquitectos como Rodrigo Gil de Hontañón; músicos como Joaquín Rodrigo o Salinas; y un panteón de escritores que incluye a Antonio Machado, García Lorca, Miguel Hernández y Torrente Ballester.

El callejero también convierte a Salamanca en un atlas. El mapa se despliega desde lo más cercano, con una extensa representación de comarcas y pueblos de la provincia como Arribes del Duero, Ciudad Rodrigo, Béjar o Ledesma, muchas de ellas concentradas en el barrio de San Bernardo. Desde ahí, el nomenclátor viaja por toda España, con calles para casi todas las comunidades autónomas y ciudades, como Benavente, Cáceres, Bilbao o Barcelona. El recorrido se expande por el mundo, con homenajes a países como Argentina, Méjico o Italia, y ciudades como Bogotá, París o Valparaíso.

Profundizamos durante los próximos domingos en la historia de nueve calles que deben su nombre a relatos populares, milagros o sucesos, reflejan la vida laboral, comercial y social de la Salamanca de antaño, así como la estructura de poder de la ciudad; se trata de Tentenecio, Bordadores o 'Calle de la Muerte', Pozo Amarillo, Caldereros, Tahonas Viejas, Plaza del Corrillo, Compañía, San Pablo y Concilio de Trento, y calle Las Úrsulas (se puede ver su historia pinchando en sus nombres)