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VÍDEO Y FOTOS | Calle Tentenecio: el grito divino que detuvo a un toro bravo
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Curiosidades de las vías de Salamanca

VÍDEO Y FOTOS | Calle Tentenecio: el grito divino que detuvo a un toro bravo

Actualizado 08/08/2025 14:52

En el corazón del casco antiguo de Salamanca, una calle estrecha y empedrada guarda el eco de un milagro que marcó la historia de la ciudad; Tentenecio, el testimonio vivo de la fe, el coraje y la figura legendaria de San Juan de Sahagún, quien, según la tradición, logró detener con una sola palabra la tragedia

Uno de los relatos más célebres del imaginario popular de Salamanca es el que da nombre a la calle Tentenecio, un pasaje estrecho y evocador que desciende con una pendiente pronunciada desde la majestuosidad de las Catedrales hacia la ribera del río Tormes. La historia, a medio camino entre el milagro documentado y el suceso popular transmitido oralmente, se ha contado de generación en generación, consolidando de manera definitiva la figura de San Juan de Sahagún como el protector de la ciudad.

Según cuenta la tradición, que sitúa los hechos en un bullicioso día de mercado del siglo XV, un toro bravo de gran tamaño y fiereza se escapó de un corral cercano, sembrando el pánico más absoluto por las calles de Salamanca. En su furiosa e incontrolable carrera, el animal enfiló la antigua calle que bajaba de la plaza de los Leones, un lugar de gran tránsito donde la tragedia parecía inminente. Los ciudadanos corrían despavoridos buscando refugio en portales y soportales, los gritos de terror llenaban el aire y los puestos del mercado eran arrollados por la bestia. Nadie parecía capaz de detener la embestida ciega del animal, que amenazaba con causar una verdadera masacre en su camino hacia las zonas más concurridas del corazón de la ciudad.

En ese preciso instante de caos y desesperación, apareció la figura serena de Fray Juan de Sahagún. Lejos de huir como el resto, el entonces fraile agustino se plantó con una calma asombrosa en mitad de la calle, justo en la trayectoria directa del toro. Con un gesto solemne, alzó su mano y, con una voz firme y poderosa que se impuso sobre el tumulto, se dirigió directamente al animal con una frase que pasaría a la historia: “¡Tente, necio!”. Ante el asombro mudo de todos los presentes, que contenían la respiración esperando el fatal desenlace, el toro, que galopaba a toda velocidad, se detuvo en seco, amansado por completo.

El animal, cuya furia había aterrorizado a todos, quedó inmóvil y dócil a los pies del santo, poniendo fin al peligro de una forma que solo podía calificarse de milagrosa. Aquel suceso prodigioso no solo acrecentó de forma exponencial la fama de santidad de San Juan de Sahagún, quien más tarde sería canonizado y nombrado patrón de Salamanca, sino que también bautizó para siempre la calle. La exclamación del santo, “Tente, necio”, se fusionó en el habla popular y cotidiana de los salmantinos para dar lugar, por contracción, al nombre que hoy conocemos: Tentenecio. Así, la calle se convirtió en un monumento vivo a un milagro, un recordatorio permanente del poder de la fe y de la protección de su santo patrón.

Texto: Rosa M. García

Fotos: David Sañudo

Vídeo: Miguel González y Elena Rodríguez

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