Sábado, 06 de diciembre de 2025
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'A pedazos', crónica descarnada del dolor y la superación, por Hanif Kureishi
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Los libros son para el verano

'A pedazos', crónica descarnada del dolor y la superación, por Hanif Kureishi

Actualizado 01/08/2025 10:56

El escritor inglés, que sufrió un accidente que le volvió tetrapléjico, narra su terrible experiencia con humor y fuerza

Como en mi casa somos muy prácticas, la niña bonita me pregunta en Navidad qué libro quiero que me traiga Papá Noel. Cuando le respondí este año que Cuchillo, la crónica dolorosa escrita por Salman Rusdhie tras el ataque que casi le cuesta la vida, me objetó: “No parece un título demasiado navideño”. Pero ahí apareció, bajo el árbol, y ahora, viéndome llevar de un lado a otro, porque cuando leo un libro que me gusta parece que lo acarreo a todas partes, A pedazos, del colega de Rusdhie, Hanif Kureishi, la pobre vuelve a intentarlo: “No parece un título demasiado veraniego”.

Al amigo Kureishi le tengo en casa desde su maravillosa lavandería, cuya película me sirvió para amar a Daniel Day Lewis y enamorarme de un hatajo de escritores ingleses capaces de romper con todo. Mi querido Martin Amis ha muerto, mi Salman anda por ahí tuerto, MacEwan sigue escribiendo por suerte y al bueno de Kureishi, que tantos grandes ratos me ha dado, le sobrevino un ataque-caída en la navidad del 2022 que le ha convertido en un cuerpo disociado de la mente. Pero a pesar de que no podía ni siquiera empuñar un bolígrafo –y mira que amaba la parte táctil, instrumental de la escritura-, mi chico sigue siendo un escritor formidable. Y con el humor intacto, impagable su relato sobre las manos ajenas sobre todo su cuerpo, un humor que se aparca para hablar con reverencia acerca de los enfermeros que le han mostrado otra forma de vocación: la de la entrega.

Lean A pedazos para que recuerden que los escritores, a veces, son proféticos. Hablaba Kureishi en su última novela de la vejez, de la necesidad de prepararse para este “abandono” del cuerpo cuando, en una estancia romana con su pareja, sufre el trauma que parte su vida en dos. No solo comprobará la fragilidad de todo y la indignidad de no poder rascarse la nariz ni sostener solo una única página, Kureishi se verá sometido a la tortura de la fisioterapia, a la inmovilidad, al deseo de escribir para el que necesita un amanuense. Y son su pareja y sus hijos los encargados de recoger sus palabras, convertirlas en un tejido en las redes sociales, en un libro donde vuelve la vista atrás y recuerda a aquel muchacho, medio inglés, medio pakistaní, en tiempos libres en los que su deseo de escribir le hizo regresar de los Estados Unidos donde le tentaron cuando reventó el éxito de la película Mi hermosa lavandería. Para este Buda de los suburbios, para este lector de un Londres multiétnico, para este narrador de nuestra historia reciente, nada mejor que escuchar y mirar a los otros. Algo que no ha dejado de hacer en los diferentes hospitales donde ha vivido su particular vía crucis. Y ahí está, escribiendo sobre ellos, narrando y narrándose, mirándose y mirando. Y el resultado es este libro de bellísima portada que nos devuelve al peso de la literatura: enseñarnos a ser nosotros mismos. Y da igual que sea o no verano, lo único que necesita este libro es empatía y aceptación, humor y melancolía.

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