Sara Ayuso, cazadora y veterinaria, nos adentra en el mundo de estos animales, desde su cría y adiestramiento hasta el fuerte lazo que se crea en el campo
Los perros de caza, lejos de estereotipos, son atletas y compañeros para muchos cazadores, auténticos miembros de la familia. Esta profunda conexión, forjada con paciencia y dedicación, es el núcleo de la conversación con Sara Ayuso, cazadora y veterinaria. Su experiencia en la caza menor con perro de muestra le permite detallar un universo canino cinegético diverso y altamente especializado, donde el animal es mucho más que una herramienta.
La elección del can adecuado es crucial. "Dentro de lo que es el mundo de la caza existen bastantes modalidades y en cada una de ellas hay unas particularidades y el perro juega un papel distinto", señala Sara. Esto "conlleva a que también en cada una de las modalidades se utilicen razas diferentes".
En su terreno, la caza menor con perro de muestra, brillan razas como el Spaniel Bretón, el Setter Inglés, el Pointer y el Braco Alemán. También el Podenco, añade, "aunque este último no es un perro de muestra como tal". Los cruces entre estas razas son frecuentes, buscando combinar aptitudes.
El abanico se amplía en otras disciplinas. En la caza mayor, las rehalas son protagonistas, con los podencos como perros de búsqueda, explica Sara. Junto a ellos, intervienen razas de agarre como los alanos o los dogos, cuya función es sujetar piezas mayores. Otra especialización son los perros de rastro, como sabuesos y Teckel, indispensables para localizar una pieza herida gracias a su excepcional olfato.
Para un perro de muestra sobresaliente, la obediencia es fundamental según la cazadora. "Una buena jornada de caza parte de la base de un perro que sabe mantener una distancia y una buena comunicación contigo", afirma, pues "si el perro es incontrolable, no hay manera de hacer nada".
Asegurada la comunicación, entran en juego otras cualidades. Un olfato excepcional ("tener buenos vientos") para localizar las piezas es crucial. La postura también es determinante: "Quedarse parado para mostrarte dónde está la pieza o bien si la pieza se está moviendo en el campo, el perro va tejiendo una guía".
Finalmente, el cobro cierra el ciclo: "Cuando abates la pieza, el perro la busca y te la trae". Estas son las piezas del puzzle de un perro eficaz. Ayuso practica con un cruce de Setter Inglés con Spaniel Bretón, ejemplo de cómo se buscan complementar virtudes.
Convertir un cachorro en un perro de caza competente es un proceso largo. "Nosotros, en la mayoría de los casos, empezamos a criar a nuestros perros desde que son unos cachorrines", comenta Ayuso. El primer paso es "creando un vínculo de confianza propietario-cachorro que se hace a base de juegos y pasar tiempo juntos. Al final, este es un proceso que empieza muy pronto y que lleva bastante dedicación y mucha paciencia".
Este vínculo inicial es la piedra angular para la obediencia y el respeto mutuo. Los juegos como el de lanzar un objeto para que el perro lo traiga, sientan las bases del futuro cobro. Los paseos por el campo son fundamentales desde el principio, para mantener la forma y "enseñarle a mantener esa distancia y esa comunicación".
El contacto con la caza se introduce gradualmente. Con pocos meses, "se hace un primer contacto con lo que sería una pieza de caza entre comillas", como un ala de codorniz atada a un sedal, incitando la postura instintiva. Más adelante, se usan "piezas de caza vivas, criadas en granjas con fines cinegéticos", que se sueltan en terrenos permitidos para que el perro practique búsqueda, muestra y cobro. "Hacer unas cuantas sesiones así para que el perro capte la dinámica es clave", remarca Sara Ayuso.
El primer año de vida es crucial. Sobre el medio año ya se pueden realizar "mini jornadas de caza". Esta cazadora salmantina observa lo siguiente: "En los machos lleva más tiempo y les cuesta un poco más arrancar. Sin embargo, las hembras suelen ser más espabiladas". Pero el adiestramiento no es imposición: "Realmente no consiste en enseñar al perro a buscar, al final es algo mucho más natural, porque este comportamiento les viene de serie. Entonces, la esencia de todo esto es despertar ese instinto y premiarlo".
Sara Ayuso enfatiza la necesidad de desmontar la percepción errónea sobre el cuidado de los perros de caza. Lejos de la negligencia, la realidad que vive y observa es de una profunda dedicación y mimo.
La nutrición es un pilar fundamental. La base suele ser pienso, "muchas veces se complementa con comida cocinada, sobre todo pasta o carne". En temporada de caza, con mayor desgaste, "le damos una ración extra de comida y solemos cambiarles de forma progresiva a un pienso de alta energía".
El bienestar físico se mantiene todo el año. "Cuando termina la temporada de caza la mayoría de nosotros estamos bastante preocupados por campear a los perros", explica, refiriéndose a sacarlos al campo para mantener su forma y estímulo. Incluso en época de cría, cuando no pueden ir sueltos, los paseos continúan con correa.
La estética también es salud. "En verano, y aunque suene un poco raro, es muy importante una sesión de peluquería para los que tenemos perros de razas con pelo un poquito largo. Nos dedicamos a hacerle peluquería para que no cojan espigas", que pueden causar serios problemas.
Como veterinaria, Sara Ayuso ofrece datos reveladores. "Un porcentaje muy grande de compañeros cazadores no solo es que sigan a rajatabla las desparasitaciones y la vacunación antirrábica obligatoria, sino que además un porcentaje alto vacuna a sus perros con vacunas voluntarias, dígase la vacuna contra la leishmaniosis o la polivalente, y utilizan también varios métodos contra parásitos externos". Prueba, según ella, de que "al final son unos perros muy mimados".
La mayor satisfacción para cazadores como esta salmantina reside en la relación única con sus perros. "A mí me gusta mucho hablar de la complicidad que creas con el perro", confiesa. "El salir de caza con tu perro hace que críes un vínculo con él más allá de lo que puede pasarte con un perro que es solo de compañía".
Esta conexión transforma la caza en una actividad de equipo. "Al final es como formar un equipo", reflexiona. Incluso en días infructuosos, "la satisfacción es haber salido con mi perra y habernos comido el bocadillo juntas o haber disfrutado de la compañía juntas en el campo".
El acto de abatir una pieza se reinterpreta. "Muchas veces el fundamento de abatir una pieza no es tanto que a nosotros nos guste matarla, sino un premio para el perro por haberlo hecho bien, que al final es el que trabaja", concluye Sara, ofreciendo una perspectiva que humaniza la actividad.
En definitiva, el testimonio de Sara Ayuso revela un mundo de pasión por la naturaleza, respeto animal y dedicación constante. Los perros de caza, bajo esta mirada, emergen no como meros instrumentos, sino como protagonistas esenciales de una tradición, compañeros leales y el verdadero corazón de cada jornada cinegética, ofreciendo una visión más rica y matizada.