Viernes, 05 de diciembre de 2025
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Las pajaritas de un abuelo que se llama Miguel de Unamuno
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El doctor Pablo de Unamuno y su hijo, Pablo de Unamuno Bustos homenajean al rector con su creación más original

Las pajaritas de un abuelo que se llama Miguel de Unamuno

Actualizado 11/07/2025 09:48

Una bandada de alas de papel, el legado lleno de gracia de los Unamuno

En el salón de la Casa del Rector se despliega el ejército de pajaritas, diminutas, metálicas, todas a una, sin escalafones, a la manera de Unamuno. Casi doscientos soldaditos como los que le servían al autor y a su primo, Telesforo de Aranzadi, en 1874, para entretener su infancia, resguardados en la casa del fragor de la Tercera Guerra Carlista, que rinden sus orgullosas cabecitas a la memoria del rector. Un ejército en miniatura desfila entre casi cien variedades de pajaritas –madres, lectoras, unidas, emparejadas- que Pablo de Unamuno y Pablo de Unamuno Bustos, nieto y bisnieto, han recreado para recordar una de costumbres más insólitas y conmovedoras del autor. El insigne “cocotólogo” que escribió todo un tratado entre bromas y veras que es una exquisita burla al racionalismo y positivismo de su tiempo… Y una oda a la humilde e infantil pajarita, esa cocotta vulgaris unamuniensis que sus descendientes han convertido, a su vez, en la mejor manera de homenajear de nuevo a un inagotable y cercano Miguel de Unamuno.

Charo Alonso: ¿Cómo surgió la idea de esta exposición?

Pablo Unamuno: Estaba con un amigo “coqueteando” con la papiroflexia y nos pusimos a hacer variantes de la pajarita. Le comenté a mi hijo que por qué no buscábamos en la Sociedad Española de Papiroflexia cuántas variedades de la pajarita había y entre los dos sacamos muchas más. Ha sido una tarea compartida, mi hijo es informático, interpreta muy bien los diagramas que hay en los libros para hacer papiroflexia, que no son nada fáciles de “leer”, tiene como un sexto sentido. A mí se me da mejor plegar, así que luego, con una hoja de papel no grueso, de 40 o 50 gramos yo hacía las pajaritas.

Carmen Borrego: Os picasteis los dos y hala, a hacer pajaritas…

P.U.: Un pique, sí, desde Navidades nos dijimos, vamos a por ello, y al final hemos hecho todas las registradas y hasta conseguido nuestras propias variantes. Cuando tuve alrededor de 30 le dije a Ana Chaguaceda, directora de la Casa Unamuno, que quería exponerlas, ponerlas sobre una mesa en el Salón Rectoral, pero tanto ella como Marta dijeron que nada de eso, que había que hacerlo bien, con vitrinas…

Ch.A.: Son impresionantes las pajaritas diminutas y metálicas.

P.U.: Están hechas con los blísters de medicamentos de 1.50 por 1.50, se hacen marcando los pliegues con algo cortante. Os lo voy a enseñar, utilizo el de las pastillas que me tomo todas las noches.

Ch.A.: Pablo, aquí debajo del rostro serio de tu abuelo, un intelectual tan tremendo, nos parece mentira que se le asocie a un acto tan aparentemente infantil como hacer pajaritas, eso lo humaniza.

P.U.: A Unamuno se le considera el introductor de la pajarita en España. La gente hacía figuras desde siempre, el barquito, el molinillo… pero es verdad que es el primer intelectual que realmente se interesó por la papiroflexia y nos cuenta en Recuerdos de niñez y mocedad, cómo la descubrió. De niño, durante la Tercera Guerra carlista, estaba con un primo suyo dentro de la casa, porque no podían salir a jugar a la calle y hacían ejércitos de pajaritas. A diferencia de quienes olvidan la infancia, mi abuelo no dejó esa costumbre.

Ch.A.: Y no solo continuó haciendo figuras de papel, sino que escribió muy seriamente sobre el tema…

P.U.: ¡Incluso le dio nombre! Un nombre salido de la palabra francesa para pajarita: “cocotte”, que también significa mujer de vida alegre, dos cosas que, según mi abuelo, eran frágiles. Escribió sus Apuntes para un tratado de cocotología y lo incluyó en Amor y pedagogía porque al editor le pareció que le faltaban páginas.

Ch.A.: La pajarita se ha convertido en un símbolo de Unamuno, le han fotografiado haciendo pajaritas y le han pintado rodeado de pajaritas. Vuelan a su alrededor como una aureola. ¿De dónde vendrán?

P.U.: Unamuno es el primer intelectual que se identifica, que se convierte en un icono, y la pajarita va unida a su persona. ¿De dónde vienen? Vicente Palacios, autor de La historia de la pajarita, cree que el origen de la pajarita viene del cerco de Toledo. Entre 1081 y 1887, estaban juntos cristianos, judíos, mozárabes… quienes jugaban a un juego llamado la “pájara pinta”, una bobada de juego. Eran sabios y tenían Escuelas de Astronomía y Astrología en las que los alumnos dibujaban en los papiros la situación de los astros. Palacios supone que, en una de esas plegadas para guardarlos de alguna manera, por azar, salió la pajarita. Luego aparecerán bordadas en Toledo y Extremadura y poco después en Francia porque había mercenarios franceses. Mi abuelo no leyó esta historia publicada en el 2009, y dice que un ser tan perfecto no puede ser fruto del azar, sino de la Providencia.

Las pajaritas de un abuelo que se llama Miguel de Unamuno | Imagen 1

Ch.A: Siempre se dice que la papiroflexia es china. ¿Tiene que ver la pajarita con el tangram?

P.U.: Sí y no, la pajarita tiene siete piezas, siete triángulos rectángulos isósceles, pero una cosa es el tangram, bidimensional, y otra, la pajarita que es tridimensional, no es lo mismo hacer algo en dos dimensiones que en tres. La papiroflexia se origina en China muy tempranamente y pasa a Japón. Es posible que la pajarita fuera un descubrimiento casual, aunque Unamuno decía, como ya he indicado, que es el ser más perfecto que existe, y que una cosa tan perfecta no puede haber sido descubierta por azar, que la creo la Providencia, el Ser Supremo, no dice Dios, pero casi. Y esto lo afirma un agnóstico.

C.B.: Las pajaritas generan fascinación, son tan simples, tan infantiles, tan… perfectas.

P.U.: Cierto, es algo muy sencillo, muy de niños. Dice mi abuelo que es el ser más perfecto y a la vez diverso porque es imposible hacer dos pajaritas iguales, ya sea por el grosor del papel, o por otras circunstancias. El hecho de que no sea perfecta cada pajarita hace que cada una tenga su personalidad, como cada uno de nosotros.

Ch.A.: Mantener la tradición familiar como lo hacéis es muy hermoso ¿Quién te enseñó a hacer pajaritas, Pablo?

P.U.: No recuerdo a mi padre haciendo pajaritas, aunque seguro que fue él. Lo que sí recuerdo fue a mi hermano Ramón enseñándome a mí, por eso le cito homenajeándolo, junto con los nombres de los miembros de la Sociedad de Papiroflexia. El que se mete en este mundo descubre una pasión y la comparte, yo ahora me pongo a ver la tele con una tablita encima, y a doblar. Mi mujer está harta.

C.B.: A mí me parece muy entretenido, muy terapéutico.

P.U.: Mi abuelo decía que la cocotología era ciencia natural, física, matemática, química. El papel tiene peso, identidad, se relaciona con las ciencias, es materia, papel, matemática. Con ella los niños aprenden geometría, y se relaciona con la psicología y con la sociología, porque es algo social. Una persona de mi círculo tenía graves problemas para relacionarse tras una agresión, llegó a casa, observó, se puso a doblar y se ha vuelto una virtuosa. También es sociología porque es una forma de socializar, de compartir con los demás. Unamuno hacía estas figuras y las regalaba, le servía para entablar conversación, para entretener y entretenerse.

Ch.A.: Y además, practicas con las articulaciones, que buena falta nos hace.

P.U.: Claro, te concentras, te conviertes también en el centro de atención. Unamuno las hacía para la gente, para los niños, para sus hijos, para su nieto… y las clasificaba en pajaritas neutras, machos, hembras y hermafroditas. Tenía una enorme destreza y hay registradas varias figuras de su invención, en la casa Museo pueden verse el mono, el dromedario, el pingüino…

Ch.A.: Lo digo por experiencia, Pablo, Unamuno es inagotable, no dejamos de sorprendernos con cada una de sus facetas.

P.U.: Uno piensa que se ha dicho todo sobre él y no, hay más. Parece que no tiene fin. Y nos sorprende siempre, ahora me llaman para talleres, charlas sobre papiroflexia, y es increíble cómo llega a la gente a través de la humilde pajarita.

Con el blíster de la medicación que también toma mi madre, traza Pablo una diminuta pajarita erguida de solemnidad unamuniana. Decía el rector de sus criaturas: La razón de ser, en efecto, de la pajarita de papel es su perfección geométrica, perfección a que todas ellas tienden, aunque no logren alcanzarla jamás. Pero yo imagino que a los dos Pablos, artífices de esta particular muestra, prefieren la historia del niño que le pidió al rector una pajarita de papel en su exilio francés. El pequeño, en su divina inocencia le preguntó a Unamuno ¿No habla? y Don Miguel, siempre entregado, escribió el poema cuyo original se exhibe junto a las pajaritas y que emociona al visitante: ¡Habla que lo quiere el niño/Tú eres la paloma mística/Tú el Santo/Espíritu que hizo el hombre con sus manos/¡Habla, que lo quiere el niño!/ ¡Ya está hablando! Una sola hoja de papel, puro doblez, magia en las manos unamunianas, genio en el legado de la creación, vuelo más allá del tiempo que nos lleva a lomos de la pajarita.

Charo Alonso, Carmen Borrego.

Las pajaritas de un abuelo que se llama Miguel de Unamuno | Imagen 2