Viernes, 05 de diciembre de 2025
Volver Salamanca RTV al Día
¡Dónde está mi dinero!
X

¡Dónde está mi dinero!

Actualizado 11/07/2025 09:55

Estos últimos años han salido a la luz números casos de “amigos de lo ajeno, de ladrones que se apropian indebidamente de unos dineros que son de todos y parecen ser insaciables y es que como afirmaba el pesimista filósofo alemán del siglo XIX Arthur Schopenhauer: "El dinero es como el agua del mar, cuanta más bebes, más sed tienes." Por cierto ¿se han preguntado alguna vez dónde está su dinero?

Porque no está en nuestro bolsillo, ni en nuestra libreta, ni en nuestra tarjeta o nuestro móvil. Tampoco en nuestro banco, ni en el Banco de España, ni el Banco Central Europeo. Las instituciones financieras TRABAJAN con nuestro dinero, pero no lo tienen y la razón es simple: el dinero no existe. Y si tenemos que aceptar que la economía es lo que mueve el mundo, deberemos aceptar que, en último término, es la fe en el valor del dinero la que lo mueve.

Resulta complicado explicar la existencia de algo que no existe. Una definición sencilla de “dinero” podría ser que se trata de un medio de intercambio, un medio aceptado por una determinada sociedad para pagar los bienes y servicios que se mueven en los mercados. Aquí la palabra clave es “aceptado” porque en realidad el valor del dinero se sustenta únicamente en un acuerdo de confianza entre partes, en la fe en el otro.

A lo largo de la Historia han sido muchos los materiales y objetos que se han utilizado como medio de intercambio: semillas, ganado, sal, cacao, conchas, pieles de castor, especias, plata, oro… Todos ellos, y otros muchos, han sido utilizados y aceptados en algún momento de la Historia como medio de intercambio en algún lugar del planeta y por alguna sociedad. Eran objetos que se podían tocar, contar, pesar y mediar porque eran algo físico, pero en algún momento dejó de ser así.

El primer papel moneda apareció en Europa a mediados del siglo XVII y fue emitido por el Banco de Estocolmo, desde entonces la desmaterialización del dinero ha sido progresiva e imparable hasta transformarse únicamente en impulsos electrónicos que no saben de fronteras y viajan de un lugar a otro de manera instantánea e invisible. Es por esto por lo que la pregunta ¿dónde este mi dinero? No tiene una respuesta sencilla.

Para el Banco de España el coste imprimir una moneda de 1 euro es de 4,5 céntimos y el de una moneda de 2 euros de 5,2 céntimos. Los billetes, sean del valor que sean, tienen un coste algo superior a seis céntimos. Con estas monedas y billetes podemos desde comprar una barra de pan o llenar el depósito del coche, hasta invitar a una buena cena a nuestra pareja o a unas copas a un grupo de amigos. Y es que lo único que nos hace creer que el dinero que tengo en el bolsillo o los “numeritos” que figuran en mi cuenta corriente valen para hacer todas estas cosas es un acto de fe. Sí, de fe.

De una fe que hoy está desprestigiada pero que resulta insustituible para que funcione toda la economía mundial y con ella nuestras vidas. Porque toda la actividad económica no son más que una sucesión de actos de fe. Esa misma fe que según los antiguos catecismo debíamos aplicar a nuestra creencia en Dios o en el Espíritu Santo. ¿Qué es Fe? Creer en lo que no se ve, decían aquellos catecismos que repetíamos de memoria. San Agustín lo completo afirmando que La fe consiste en creer lo que aún no ves, y su recompensa es ver lo que se cree.

No deja de ser curioso que las sociedades modernas y desarrolladas, sociedades pragmáticas, materialistas y poco creyentes en las cosas que no ven, se sustentes precisamente en actos de fe.

Es otra de esas innumerables paradojas con las que estamos acostumbrados a vivir como la de tener casas y coches más grandes y familias más pequeñas, usar las redes sociales gratuitamente, pero desear que las regulen para proteger nuestros datos, que se suban las pensiones y los sueldo, y que bajes los impuestos al tiempo exigimos mejoras en la educación y la atención sanitaria.

Pero no sólo la economía se mueve gracias a nuestros constantes actos de fe, toda nuestra convivencia se construye sobre ella. Tenemos fe en que conductores que no conocemos de nada pararán sus coches cuando cruzamos un paso de cebra o un semáforo. Tenemos fe en que los pilotos de los aviones en los que viajamos están suficientemente capacitados. Tenemos fe en que nos pagarán nuestro sueldo o nuestra pensión. Tenemos fe en que la luna no caerá mañana sobre nosotros porque tenemos fe en la ciencia… Nos movemos por la vida realizando innumerables actos de fe, creyendo en lo que no vemos. Y vivimos sin preocupaciones creyendo y esperando ver lo que creemos: que se pararán los coches, que los aviones llegaran bien a su destino, que nuestros dineros están en la cuenta corriente.

Como habrán podido observar, los que hayan llegado hasta aquí, el dinero era sólo un ejemplo, hay muchos otros, para tratar de explicar que vivimos en unas sociedades en las que la fe se practica como algo íntimo y cuando la mostramos al exterior la llamamos confianza.

León Tolstoi rechazó cualquier tipo de doctrina religiosa, pero tuvo fe, porque según el autor de Guerra y paz y Ana Karénina: No se vive sin la fe. La fe es el conocimiento del significado de la vida humana. La fe es la fuerza de la vida. Si el hombre vive es porque cree en algo.

Dicen que la fe mueve montañas, yo aún no lo he visto, pero desde luego hace moverse el mundo. Tal vez el bueno de Friedrich Nietzsche tuviera razón al afirmar que: Tener fe significa no querer saber la verdad. Pero mientras tengamos fe ¿a quién le interesa la verdad?

La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.

Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.

La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.

En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.