Cuando nos sumergimos en un cuerpo de agua, éste se reordena ante nuestra intromisión. Al principio, hay un deje de expulsión. Para librarse de la presencia extraña que atenaza las suaves ondas, el agua sacrifica un poco de sí misma, un acto equivalente a la intromisión. Se pierde por los entresijos de sus límites en busca de reafirmar su voluble integridad. Y salimos a la superficie. Este fenómeno recibe el nombre de “principio de Arquímedes”.
El agua, en los tiempos que corren, tiene una connotación mística. Aquellos cuatro ríos del paraíso resultan transfigurados en una piscina pública de barrio. Remedo de la promesa divina es el agua clorada que inunda mis fosas nasales cuando mi cabeza explora las profundidades. Y hay algo azul en mi piel que recuerda a la luz con la que nadie ha podido nacer. El dorso deshidratado de mi mano devuelve el azul del fondo de la piscina de manera lastimera, pues es un mero receptor de aquello de una frontera entre el cielo y la tierra. Por eso se rompen las teselas que la cubren, por el deseo de ir más allá. Este azul es una evocación de una vida que no nos ha sido reservada, tiene la textura de una antigua fábula de compleja moraleja y resuelta moralina. Hablemos de una mentira que explica la fenomenología de este día concreto. A crol, el suelo se ve sereno e imperturbable, desconociendo las razones que han llevado al nadador a la piscina hoy. Dícese que el recuerdo es empujado a la superficie cuando toca fondo. De ahí la indiferencia especular del pequeño mosaico de la piscina. Algo debe saber de cada persona a la que ve. De cada puntada que desfigura el patrón y deja a la vista la masilla granosa. Pero nunca lo comentará por sí mismo. Porque la frontera, frontera es.
Podemos señalar aquí que la función de este azul del fondo de la piscina es la de cuidar el recuerdo. Ejerce de protagonista indiscutible para orquestar el principio de Arquímedes más particular e incalculable que existe. ¿Cuánto agua desaloja aquello que juramos haber vivido, pero que solo es una transmutación de un deseo? ¿Cómo medimos la fuerza que ejerce un cuerpo desvalido que arranca de sus brazadas todo su ánimo? ¿Acaso existe el azul del fondo de la piscina en la naturaleza o solo es privilegio de algunos? De los que tenemos gafas de natación y el dinero suficiente para poner de manifiesto el principio de Arquímedes algunos días perdidos del verano.
La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.
Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.
La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.
En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.