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Carlos Sanchón, el último cantero de Villamayor: "Me queda la duda de si ha merecido la pena tanto esfuerzo"
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ENTREVISTA

Carlos Sanchón, el último cantero de Villamayor: "Me queda la duda de si ha merecido la pena tanto esfuerzo"

Actualizado 10/07/2025 08:42

Carlos Sanchón, de 52 años, regenta la única cantera autorizada de la piedra de Villamayor, un oficio al borde de la extinción que llegó a sustentar a 200 familias en el pueblo.

Carlos Sanchón es el último guardián de la piedra de Villamayor. No es una metáfora. A sus 52 años, regenta la única cantera autorizada por la Junta de Castilla y León para la extracción de la arenisca dorada que da forma y alma al patrimonio de Salamanca. Heredó el oficio de su padre y de su tío, pero no vislumbra un sucesor en el horizonte. Su historia es la crónica de una vida dedicada a un material noble y, al mismo tiempo, el reflejo de la "decadencia» de una profesión que parece abocada a desaparecer.

Su taller, impregnado del olor característico de la piedra trabajada, es un santuario de recuerdos. "Del primero que me acuerdo en la cantera es de mi tío Eloy», rememora. "Luego pues me acuerdo del hermano de mi padre, de Justino, de mi padre Ignacio evidentemente, y de muchos compañeros con los que yo aprendí el oficio: Felipe, Epifanio, Domingo, Francisco, José... gente que eran muy buenos profesionales y que a mí me enseñaron mucho. Lo que sé se lo debo a ellos».

Una vida entre andamios y recuerdos

Con solo 16 años, tras algún "castigo» de verano en la cantera por las malas notas, Carlos Sanchón comenzó su andadura profesional. Su primer gran andamio fue para forrar el Palacio de Congresos de Salamanca, una obra que recuerda como "espectacular y muy emblemática». Antes, ya había participado en la reforma del Hotel Castellanos en la calle San Pablo. Con 24 años, tomó las riendas del negocio familiar.

Desde entonces, sus manos y su equipo han dejado una huella imborrable por toda España y, por supuesto, en Salamanca. Obras como la portada de la urbanización Vega de Salamanca, el hotel Doña Brígida, el Meliá Las Claras o el Gran Hotel llevan su sello. Un trabajo del que se siente especialmente orgulloso.

La piedra dorada: alma y aislante de Salamanca

Pero, ¿qué hace tan especial a la piedra de Villamayor frente a los materiales modernos? Sanchón lo tiene claro. La cualidad principal no es solo la que se ve, sino la que se siente. "La mejor característica de la piedra es que te evita el frío y el calor, lo gran aislante que es», explica. "La capacidad térmica de la piedra es su cualidad principal», añade.

A esta propiedad fundamental se suman otras que definen la identidad de la ciudad:

  • Estética y diseño: "La estética es tremenda. No solo en los edificios antiguos como la Plaza Mayor o la Catedral. Te das un paseo por la calle Zamora o calle Toro y ves edificios normales de viviendas con un diseño espectacular».
  • Dureza y composición: A diferencia de imitaciones, la auténtica piedra de Villamayor "tiene una composición bastante fuerte de cemento, que es lo que le da dureza. Con el paso del tiempo se endurece, no se desmorona».

Sin embargo, no es un material infalible. "La piedra tiene un pequeño problema: si no la proteges bien por arriba y por abajo, te pueden causar problemas el agua y la humedad», advierte. La clave, insiste, es que sea piedra de calidad.

El punto de inflexión: del auge a la "decadencia»

Hubo un tiempo en que el sector era un motor económico. "Hace unas décadas había media docena de canteras», detalla Carlos Sanchón, cuya empresa llegó a tener 52 personas en plantilla. Hoy son un equipo de tres que se amplía según las necesidades. "Cerca de doscientas familias en el municipio vivían de ello», sentencia.

El declive, según su análisis, comenzó con la crisis de 2008: "Fue un sálvese quien pueda, aquí no hubo ayudas de ningún tipo», lamenta. A partir de ahí, la piedra entró en una espiral de decadencia. "Ahora estamos en una fase de 'todo vale' y aquí ya no se pide piedra de Villamayor de calidad como antes».

Un futuro incierto y una llamada de atención

El principal problema para la supervivencia del oficio no es la falta de material —"hay muchos recursos en el subsuelo»— ni siquiera la escasez de mano de obra. "Yo sería capaz de enseñar a las personas a trabajar la piedra y poder encontrar un equipo de gente, si hubiera trabajo», asegura. El verdadero obstáculo es otro: "El problema es que los arquitectos no prescriben con piedra».

Sanchón critica una tendencia hacia diseños "muy vanos, muy vacíos, con líneas muy sencillitas», que sustituyen la piedra por otros materiales cuya durabilidad, en su opinión, está por ver. A esta falta de demanda se suma una desprotección institucional. "A nadie le preocupa la piedra de Villamayor. Patrimonio se preocupa de mantener el patrimonio, pero no se preocupa de qué hay que tener para mantener ese patrimonio».

Su propuesta para salvaguardar este legado es clara y contundente: la trazabilidad. "Debería establecerse la obligatoriedad de la trazabilidad en este material. Que sepamos que viene de Villamayor y que es auténtica. Eso no se está haciendo».

El peso del legado: "¿Ha merecido la pena?»

Cuando pasa junto a un edificio que ayudó a levantar, como el Gran Hotel, siente el orgullo del trabajo bien hecho a pesar de los "sinsabores». Pero al mirar atrás, tras 36 años de oficio y con la jubilación a unos ocho o nueve años vista, la certeza se desvanece.

A la pregunta de si ha merecido la pena, su respuesta es brutalmente honesta y revela el profundo desgaste. "Si te la contesto rápido te diría que no», admite. Luego matiza, reconociendo que gracias a la piedra ha vivido bien. Pero la duda persiste, teñida por la frustración de los últimos años. "Me queda una duda grande porque yo he sufrido mucho en este sector. No sé qué te diría, de verdad. Yo creo que no te puedo contestar si ha merecido la pena, ni sí ni no. Vamos a dejarlo ahí a medias». Una respuesta suspendida en el aire, tan frágil y a la vez tan pesada como el futuro de la piedra dorada de Salamanca.