Visión del abismo

Un conocido adagio de dudosa autoría, afirma que aquél que olvida su propia historia está condenado a repetirla, sobre todo en lo que afecta a sus propios errores o a sus particulares desgracias. Viene a cuento esta cita en el actual panorama mundial de creciente belicosidad, donde la clamorosa lagotería de muchos países y la bovina aceptación de otros frente a las exigencias armamentísticas de la administración estadounidense, ha generado una situación demasiado parecida a la que la historia refleja del tiempo inmediatamente anterior a la Segunda Guerra Mundial.

El concepto “guerra mundial”, que en la actualidad implica realidades mucho más peligrosas que las de hace ochenta años porque incluye tanto armamento como métodos infinitamente más destructivos, efectivos y letales que los de entonces, tiene también la particularidad de iniciarse de forma progresiva y no con una decisión puntual. Las primeras fases de esa guerra mundial ya se están produciendo con el genocidio del pueblo palestino que realiza Israel, en los escarceos de prueba de fuerza entre Estados Unidos, el mismo Israel e Irán, así como en otros conflictos “menores” de diferente intensidad y de muy diversas formas ‘no bélicas’ (expulsión de extranjeros, xenofobia en todas sus formas, racismo, imposición de creencias religiosas o comportamentales, etc.), que provocan enfrentamientos civiles que convierten la convivencia en una constante lucha de defensa de individualidades y modos de vida.

No es arriesgado, por tanto, decir que la guerra mundial -podemos llamarla Tercera si tememos llamarla Última-, ya está teniendo lugar. El afán de cada estado satélite o enemigo de Estados Unidos por acumular en vez de argumentos, armamento, en lugar de diálogo, medios de defensa y ataque y, en definitiva, no diplomacia sino poderío militar, mediante un gasto exigido para su propio enriquecimiento por Lockheed, Boeing, Northrop Grumman y otros nombres de la industria armamentista, aun a costa del empobrecimiento de su propia población; otro escalón, una nueva fase (otra ‘pantalla’ de ese videojuego de destrucción en el que Trump, Rutte, Netanyahu y sus corifeos como Milei, Meloni, Sulyok y otros apuestan, sacrifican, venden y eliminan seres humanos por millones) de esta guerra mundial en la que personas como el presidente del gobierno español intentan, sin apenas éxito, insuflar razonamiento y racionalismo.

La lectura del libro Humo humano (Los orígenes de la Segunda Guerra Mundial y el fin de la civilización), de Nicholson Baker (Ed. Debate, 2009), constituido por noticias reales, declaraciones literales, opiniones publicadas y decisiones reales ejecutadas de políticos y personajes relevantes en los últimos años ’30 y primeros ’40 del pasado siglo, puede revelarse, se revela como una iluminación, incluso tantos años después, de cuáles fueron y son los errores, los fallos, las decisiones equivocadas y las más equivocadas tolerancias, silencios, aceptaciones y sumisiones que en el mundo concitaron el estallido de la sinrazón que entonces provocó un sufrimiento indescriptible y hoy, repetidas, calcadas, idénticas (los dioses no cambian, la estupidez humana tampoco) están arrojándonos al abismo final.