Todavía me acuerdo que, con 10 años, yo jugaba en el equipo del Barrio de la Vega. Entrenábamos cada uno con su propia ropa. Igualmente, el día del partido, nos entregaban una camiseta y pantalón con el que jugábamos y, al final del partido, nos los llevábamos a nuestras casas para que nuestras madres los lavasen. Para no desteñir la camiseta con el número, éste era como de plástico y se le ponían unos broches para desprenderlo con facilidad.
Cuando llegué a la Unión Deportiva Salamanca, en juveniles (1964), noté una pequeña variante, el equipamiento lo lavaba el club y alguien lo transportaba al campo de juego. Ya no hacía falta llevar trabajo a nuestras madres.
Mi hijo pequeño jugaba en las secciones inferiores de la UDS, y recuerdo haber comentado al presidente Rafa Sierra, que los padres debíamos aportar algunas cantidades para cubrir los gastos de equipamiento. Mi razonamiento siempre fue que, igual que los padres aceptan de buen grado pagar a sus hijos clases de judo, inglés, piano, natación, etcétera, el fútbol también es una escuela de formacion. Si el Club pone a disposición de los jugadores al menos un entrenador que se le retribuye modestamente, el fútbol también aporta sus enseñanzas y las familias deben aportar alguna ayuda por sus hijos. De esa forma, el Club podría comprar el material citado a una casa especializada, consiguiendo mejores precios. La medida acabó poniéndose en marcha y los equipos guardaban una armonía interesante en el vestir. Cada cual recibía y cuidaba su propia ropa encargándose de tenerla en perfecto “estado de revista”.
La costumbre ha ido cumpliéndose durante años pero, últimamente, ha degenerado en una elevación de precios insospechados. Se piensa incluso que, con las financiaciones exigidas por los equipos, éstos atienden objetivos distintos para el equipo de marca.
Lo peor de todo es que muchos futbolistas jóvenes se están yendo a otros equipos que son más modestos en los requerimientos de los gastos a desembolsar, con lo cual se está planteando una competencia desleal. Y eso sí, recuerdo que en el principio de esta decisión lo que más costaba era la contratación de un entrenador titulado.
Así que esa es la cuestión a dilucidar. ¿Financiamos la formación deportiva de nuestros hijos? Pero, ¿a qué precio? Porque los clubes también deben aportar sus propios ingresos, igual que la Federación les financia cantidades por esa labor de participar en las competiciones. ¿Se pueden estar “pasando” los clubes en establecer esos elevados requerimientos, con poca transparencia y mucha exigencia?
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