El pasado 6 de enero se falló el Premio Nadal de Novela, que recayó en el escritor argentino Jorge Fernández Díaz por su obra El secreto de Marcial, una espléndida novela, continuación, en cierto modo, de otra anterior, Mamá, con la que guarda una muy estrecha relación y cuya lectura aprovecho para recomendar también con entusiasmo.
El secreto de Marcial encaja en lo que el propio autor califica de “ficción familiar”: una construcción literaria en la que se evoca la figura del padre mediante de la indagación novelística en sus secretos, intentando atrapar, tras su fallecimiento, las claves ocultas de su hermetismo, de su misterio, de sus silencios, del profundo desconocido que había sido para su hijo, de los conflictos entre ambos. Mi padre murió en 2005 y desde entonces me ronda el fantasma literario de cómo escribir sobre él. Y lo he hecho tratando de explicar a todos los padres, los conflictos, malentendidos y dolores que se producen en ese vínculo paterno filial, declaró el autor al recibir el premio.
En 1948, Marcial y sus seis hermanos, asturianos de Cudillero, se embarcan con su madre rumbo a la Argentina, la Tierra Prometida para una familia pobre y con dificultades para salir adelante en aquella dura España de la posguerra. La trama del libro se desenvuelve, en su mayor parte, en Buenos Aires, en concreto en su barrio de Palermo, en donde se concentra gran parte de la colonia de emigrantes asturianos en la capital argentina. Allí, en los salones de baile del Cangas de Narcea, uno de los muchos lugares de encuentro y nostalgia para los asturianos expatriados, conocerá a Carmina -la Mamá del título anterior-, se casarán, tendrán dos hijos -el mayor el propio escritor- y desarrollarán su vida entera en la ciudad de la Plata. En la novela conoceremos los pormenores de esas existencias a través de un perceptible hilo cronológico, que da comienzo en los días de la infancia del chico, pero que avanza atrás y adelante desde una escena inaugural que dibuja el “misterio” que encierra el padre (este libro trata sobre un hombre que fue un enigma) al que alude el título de la obra y que despierta en el narrador, ya adulto, la necesidad de bucear en la muchas veces oscura presencia en su vida de su progenitor. Este incidente, en principio trivial -la extraña emotividad de su padre en el funeral de Lucrecia, una vieja paisana-, despierta algo más que la curiosidad del hijo: pensé, acaso por primera vez en serio, que Marcial estaba lleno de secretos insondables.
Tras este episodio seminal la novela nos va dando cuenta, en planos que se entrelazan, de las vivencias de la infancia y adolescencia de Jorge; de las circunstancias de la intrahistoria familiar; de los afanes, las ilusiones, los anhelos, la nostalgia, los trabajos y los días de sus padres; de la vida bonaerense de los emigrantes asturianos, en particular de Lorenzo, amigo de su padre en Luarca y antiguo “novio casto” de Lucrecia en su Asturias juvenil. Todo ello enmarcado en el telón de fondo de ciertos acontecimientos de la historia argentina -la dictadura militar, la infausta y delirante guerra de las Malvinas- que comparecen en referencias sustanciales en ocasiones y tangenciales en otras, y permeado por la figura de Marcial y su insondable secreto que, con bien medidos recursos literarios que dotan al libro de una leve cualidad de ligero “thriller”, el autor sitúa en el centro último de la narración.
El elemento sustancial de la novela, a través del que se conectan estos diversos frentes, y en el que residen, a mi juicio, la originalidad y el encanto de su propuesta literaria, es la muy relevante y extraordinariamente significativa presencia del cine en el relato. Durante los años setenta -Fernández Díaz nació en 1960- todos los sábados de la niñez, la adolescencia y la primera juventud del chico la familia se agolpaba ante el receptor para disfrutar los ciclos de cine que, de manera continuada, ofrecía la televisión argentina. Desde la una de la tarde hasta las diez de la noche, en sucesión ininterrumpida, por la pequeña pantalla desfilaban todos los títulos fundamentales -y algunos de los no tan remarcables- del cine clásico. El policial, los wésterns, las películas de “flechas y balas”, las comedias, los dramas, los musicales, los géneros más destacados de las décadas de esplendor del cine norteamericano, comparecían semana tras semana en el hogar familiar de los Fernández, en los interminables maratones cinematográficos que sumían al chico en un agitado insomnio posterior, emocionado aún por la experiencia.
La figura del padre -también, aunque en menor medida, la de la madre- aparecerá así asociada para siempre a esas películas que constituirán la educación no solo cinéfila sino también sentimental y hasta moral del muchacho. El inicial acercamiento a las películas era, obviamente, infantil, inocente, entusiasta, entregado y desprovisto de connotaciones culturales y coartadas intelectuales. Pero este temprano deslumbramiento infantil, acrecentado por la regular asistencia a salas de cine y “refinado” con el paso de los años en la frecuentación de cineclubes y cinematecas, no solo sirve al narrador para componer unas páginas memorables hechas de nostalgia y de melancólica remembranza (Seguí imaginando películas y actuando sus diálogos y escenas en todas las edades de mi existencia, como si el proyector no hubiese podido apagarse y como si no lograra vivir sin soñar una historia (…) Tal vez sea la ilusión de vivir en un sábado eterno), sino que constituirá la clave última que permite al escritor “analizar” la realidad de aquellos días y, en particular, la figura de su padre y sus misterios.
Sobre la muy minuciosa urdimbre de este entramado cinematográfico, el narrador va hilando con sutileza el relato de los hechos que constituyen el contenido de su obra, encontrando en las películas, en sus argumentos, diálogos, escenas o pasajes, que se describen con detalle, la explicación que ilumina los comportamientos, las actitudes, los silencios, las acciones de quienes le rodean y también, claro está, el secreto de Marcial.
--
Jorge Fernández Díaz. El secreto de Marcial. Editorial Destino. Barcelona, 2025. 256 páginas. 21.90 euros
La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.
Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.
La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.
En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.