Miguel de Unamuno tuvo un grave incidente acaecido en el Paraninfo de la universidad salmantina el 12 octubre 1936, el día de la “Raza española”. Fue un duro enfrentamiento dialéctico entre él, rector de la USAL, y el general Millán Astray, con las posteriores y muy desagradables consecuencias para él. Desde entonces, Unamuno estaba ya ´tocado´, espiado y retenido en su casa de la calle de Bordadores.
En una carta escrita a Quintín de Torre unas semanas antes de morir, al describir los sucesos transcurridos de ese día en el Paraninfo, compara a los falangistas con perros rabiosos y luego los califica de “verdugos”: «Hubiera usted oído aullar a esos dementes de falangistas azuzados por ese grotesco histrión que es Millán Astray».
Desde ese momento, en el entorno de Franco se pasó a considerar a Unamuno como un traidor y un sospechoso de conspirar contra el incipiente régimen que estaban creando los fascistas. Por ello, querían evitar a toda costa que el intelectual vasco-castellano enviase más textos al extranjero, o huyese y, una vez en el exterior, denunciase los crímenes de los ‘nacionales’ en plena Guerra Civil.
Y eso lo demuestra especialmente la carta que escribe Unamuno a Henry Miller del 7 diciembre de 1936. Unamuno contestaba a una que H. Miller le envió a finales de noviembre del 36.
La misiva fue interceptada y revisada por los franquistas; nunca llegó a Miller porque la requisó el SIM (Servicio de Información Militar). Y según indica Carlos Sá Mayoral en su libro “Miguel de Unamuno, ¿muerte natural o crimen de Estado? H. Miller y Franco en la desaparición del escritor”, fue la que motivó la decisión de acabar con el rector para evitar que su rechazo a los nacionales rebeldes alcanzase una dimensión internacional.
No solo el SIM secuestra esa misiva a H. Miller, sino que obliga a su director, el coronel Múgica, a enviar a Franco, urgentemente, un informe secreto muy preciso y negativo, sobre las actividades del exrector de la universidad salmantina, que Unamuno narra detalladamente al escritor estadounidense que vivía entonces en París. Fundamentalmente insistía el director del SIM, en su mensaje a Franco, que Unamuno seguía mostrando -pública y privadamente- una gran desafección con la causa nacionalista de los militares rebeldes, y su gran deseo de huir de España, bien vía Portugal o vía Francia.
Esta carta a Miller, confiscada, ha sido presentada en la Casa Museo Unamuno hoy en el 45º aniversario del fallecimiento del escritor estadounidense Henry Miller. Y había permanecido mucho tiempo oculta hasta que Carlos Sá la rescató (Internet) de manos privadas para la institución pública (USAL).
Sobre la correspondencia de Unamuno diremos que la censura franquista permitió su difusión dentro del territorio español si iban abiertas, como a cualquier ciudadano, pero no así con las enviadas al exterior, que se impidió que llegaran a su destino. Fue lo que ocurrió con la fechada el 7-12-1936 y que iba dirigida a Henry Miller, en la que hizo un relato de su situación personal, de su posicionamiento el 18 de julio, de lo ocurrido el 12 de octubre o de su distanciamiento de los sublevados, Unamuno, aparte de explicar en esa carta su actual distanciamiento de los sublevados, también deja patente su crítica hacia los dos bandos en liza con su conocida alusión a «los hunos» y «los hotros». No está de más resaltar algunas de las frases de la carta:
«Estoy, como le digo, preso en mi casa (…), donde se me tiene en rehén no sé por qué ni de qué ni para qué, y con orden, si intento salir de ella, hasta de asesinarme».
Muchos autores de “pacotilla”, con criterio excesivamente severo, ni saben valorar la investigación sobre la relación tan especial y amistosa entre el joven escritor Miller y Unamuno ni saben descifrar las pesquisas del SIM y sus tejemanejes que había en el exilio contra la familia Hurtado en París. Amadeo Hurtado y su mujer Anna Martí eran los que ayudaban a exiliarse a los republicanos, y luego a sobrevivir.
Tampoco se consideran las maniobras y fuertes deseos de Unamuno y su entorno (amigos y familiares) para exiliarse a París vía Norte o vía a Portugal. Posiblemente iría primero Unamuno con algunos de sus hijos. Y más tarde irían otros. O no, simplemente en principio solo iría Unamuno.
Algunos dudan de este deseo de Unamuno de huir, por los inconvenientes familiares y económicos. Pero ya en el destierro a Fuerteventura, en tiempos de la dictadura de Miguel Primo de Rivera, contó con buena ayuda económica, social y estratégica. Y eso que ya entonces tuvo grandes apuros económicos porque fue suspendido de empleo y sueldo de su cátedra, y cesado como vicerrector y como decano. Tampoco podía escribir y publicar al ritmo de lo que él hacía antes del destierro. Logró superar esos apuros económicos, aunque los hijos en aquella época necesitaban más atención pues estaban aún estudiando o iniciando sus carreras profesionales. Toda la familia lo pasó muy mal, pero con esos apoyos sobrevivieron. Ahora, sucedería lo mismo a través de los Hurtado y su entorno, que estaban trabajando ya en ello (citada ella expresamente en la carta de Miller, y subrayada por el jefe del SIM en el dossier a Franco). Así como también tendría la protección de su yerno J. Quiroga –y su ámbito republicano– y otros intelectuales de Izquierda.
El miedo a las represalias contra la familia que se quedara en España, no era tanto porque Unamuno tampoco iba a “cantar” en Francia las “bondades” de Frente Popular español. Y una revancha contra la familia no tendría mucho sentido, porque perjudicaría muchísimo al nuevo régimen franquista, además de que políticamente no lo admitirían las democracias europeas bastantes países de Latinoamérica.
Unamuno tenía dos hijos -José y Ramón- y a su yerno Quiroga, en el frente republicano. Y los que quedaban en la zona de los rebeldes estaban bien anclados en la sociedad salmantina y palentina de la España nacionalista.
Es interesante leer la carta de Unamuno a H. Miller. Está actualmente en el archivo de la Casa Unamuno (CMU). El informe de Múgica y el cablegrama del SIM (12 octubre) están ahora en el Archivo Militar General de Ávila.
Todo ello gracias a las implicaciones y donaciones de Carlos Sá Mayoral, así como a sus gestiones para que conozcamos la verdad sobre la muerte de Unamuno.
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