Los videojuegos también han generado un ecosistema propio en torno a la economía. Desde los sistemas de monedas virtuales hasta activos digitales, muchas plataformas están entrenando a sus jugadores, de forma indirecta, en conceptos como el valor, la especulación, la inversión y el intercambio.
Desde que nos levantamos, hasta que nos vamos a dormir recibimos infinidad de información a través de nuestro teléfono móvil. Series, videojuegos, redes sociales y plataformas de streaming inundan nuestra vida diaria.
Pero lo que a veces se nos pasa desapercibido, es cómo estos contenidos también están moldeando nuestras decisiones incluso económicas y financieras y casi sin darnos cuenta.
Y es que, la manera en que ciertos modelos de vida son presentados o también diferentes productos financieros que se vuelven virales pueden llegar a influirnos en cómo distribuimos nuestros ingresos, cómo ahorrar o dónde invertir de la manera más productiva posible.
Las series de televisión no solo se limitan al entretenimiento. Muchas de ellas han creado verdaderos mitos en torno al dinero, la inversión, el riesgo o la ambición. En los últimos años, series como Billions, Succession o La casa de papel no solo han provocado conversación social, sino también curiosidad e interés por los conceptos económicos que trata.
Al popularizar a personajes que hablan el lenguaje propio de los mercados financieros, se incita a la gente a pensar que el poder y la riqueza se hallan al alcance de todos. O, al menos, de quienes toman decisiones arriesgadas.
De esta forma, las series pueden contribuir a que tengamos una percepción distorsionada del riesgo financiero, sobre todo entre públicos más jóvenes o sin una mínima preparación financiera.
La fuerza emocional de la narración es también muy importante. Un personaje exitoso y con dinero o una mujer que compra acciones y, de repente, es una triunfadora pueden llevar al espectador a pensar que vale la pena imitar los patrones que han llevado a cabo estos personajes.
Los videojuegos también han generado un ecosistema propio en torno a la economía. Desde los sistemas de monedas virtuales hasta activos digitales, muchas plataformas están entrenando a sus jugadores, de forma indirecta, en conceptos como el valor, la especulación, la inversión y el intercambio.
En juegos como FIFA, Fortnite o World of Warcraft, cualquier decisión económica dentro del entorno virtual puede ser tan complicada como la vida real. Comprar, ahorrar o invertir puede marcar la diferencia en cuanto a rendimientos dentro del juego, creando una lógica de recompensas que refuerza comportamientos similares en contextos fuera del juego.
La reciente evolución de algunos videojuegos hacia sistemas de "play-to-earn" ha introducido en el escenario del mercado dinámicas más reales. Juegos basados en tecnología blockchain han recurrido al uso de criptomonedas y tokens como forma de recompensa, que pueden luego ser intercambiados por moneda real. Esto ha aumentado la participación financiera de usuarios que nunca antes habían pensado en invertir.
Ethereum, por su parte, es una de las opciones más utilizadas para este tipo de ecosistemas. Su versatilidad como red ha permitido que se desarrollen cientos de videojuegos descentralizados, contratos inteligentes y activos tokenizados. Con una capitalización de mercado que lo sitúa como la segunda criptomoneda más importante del mundo, sólo por detrás de Bitcoin, Ethereum ha consolidado su papel como plataforma clave en este nuevo paradigma digital.
En la actualidad, las redes sociales son probablemente el medio de influencia más potente. Lo que comienza como una tendencia viral pasa a convertirse en determinadas ocasiones en una decisión financiera que toman miles de personas en cuestión de días.
Plataformas como TikTok, Instagram, Reddit o X (antes Twitter) han sido escenario de movimientos masivos que van desde el cambio en la inversión de acciones hasta compras impulsivas de productos.
Influencers que hablan de finanzas personales, criptomonedas, inversiones en bolsa o hábitos de ahorro tienen una capacidad enorme para cambiar el comportamiento de sus seguidores. El problema surge cuando estos consejos no pasan por estudios formales, análisis o transparencia acerca de los riesgos que implican.
Además de los contenidos financieros explícitos, también influyen mensajes indirectos sobre el tipo de vida que se debe llevar. Grandes viajes, coches deportivos, los últimos gadgets tecnológicos o casas de ensueño, suelen presentarse como logros personales. Esto puede ejercer una presión emocional sobre los usuarios, que sienten que deberían emular o copiar esos mismos patrones de conducta.
Y es que, en ocasiones, se mira hacia el consumo inmediato en lugar del ahorro. O se toman decisiones de inversiones cuanto menos peligrosas. En este contexto, la educación financiera es más necesaria que nunca.
No para cercenar o censurar el contenido, sino con el fin de equipar a las personas con herramientas que les permitan analizar de manera razonada y crítica la información que están consumiendo.
La clave es integrar el entretenimiento con responsabilidad. Porque en el mundo de hoy, lo que vemos, jugamos o compartimos puede tener un gran peso en nuestras decisiones, o lo que es lo mismo, en nuestra economía personal.