Hay que partir de supuestos inequívocos, de premisas incontestables, para llegar a buen puerto. Siempre es la palabra dicha la gran vela enfrentada al viento. Siempre es la inocencia el timón inestable. Porque ante todo hay confianza en que el barco puede continuar y el naufragio se descarta como destino. No existe un protocolo ante la marea baja, tampoco hay previsto un temporal. Porque las aguas son una calle soleada.
Toda la luz que cabe en las ramas principales de la ciudad suele cegar a los viandantes. El río de gente nunca ha sido ordenado, pero encuentra el cauce de alguna manera. Pasan de largo por delante de edificios vetustos y que respiran por última vez el trajín producido por distintas soledades yuxtapuestas, más ruidosas de lo esperado. Los camiones de descarga rompen en varios tramos la superficie acuosa y presagian con su motor encendido la profecía del naufragio. Hoy el sol será testigo de un barco perdido, de los últimos llamados de socorro a una tierra alejada, a la isla que huyó. Se desconocen las causas del naufragio, si hubo o no una colisión ha dejado de importar, pues el agua ha llegado a la cubierta como si recorriera un cuerpo ya conocido. Es aquella conquista premeditada que nubla los ojos sin posibilidad de réplica. Los planos del barco ya han caído presos en la calma de una ciudad que no reacciona ante el naufragio. Parece grato verlo hundirse desde la orilla, con esa sensación de seguridad y de absoluta incapacidad de acción. Son las cosas que pasan, los asuntos de un gentío privativo, que no privado. De esa necesidad de pertenencia a un núcleo falso que ampare al barco ante las asechanzas de un mar guiado por el sentido de la desidia. Quien conozca el desamparo de la calle soleada sabe que no es posible salvar una vida allí, aquel que sitio que es un No-Lugar, dedicado únicamente al tránsito, pero nunca a la concordia. No hay historias que contar allí, sino que solo se permite el recuerdo. Por eso encallan los barcos. Porque las aristas de la memoria son afiladas.
La memoria guarda aquellas frases hechas que se expresan con soltura, lanzándose por la borda para aliviar el peso del barco. Mal tiradas colaboran con el filo de la calle. Pizarnik busca salvarse en cada palabra a sabiendas del inapelable naufragio. Save Our Souls.
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