El pasado domingo, nacionalistas e independentistas celebraron el Día de la Patria Vasca, en el que se ha ido subiendo el tono de anteriores convocatorias, de acuerdo con los tiempos que corren de erosión sistemática del Estado.
En Bilbao debutaron los dos nuevos dirigentes del PNV. Aitor Esteban, recién elegido presidente del partido, habló de lo idílica que es su sociedad comparada con el tormentoso mundo en que vivimos y que, como independentista, no reconoce otra realidad distinta a “la nación vasca”. El lehendakari, Imanol Pradales, aludió, por su parte, a los compromisos adquiridos por su partido con el Gobierno de Pedro Sánchez, al que acusó de lentitud en su cumplimiento, seguramente espoleado por las ventajas que obtiene día a día el independentismo catalán.
Si duro fue el acto de Bilbao, más radical se mostró HB-Bildu, que eligió una vez más a Pamplona como escenario de su concentración soberanista. Para los de Otegi, su puesta en escena significa que incluyen a Navarra en sus pretensiones separatistas de la llamada Euskalerría, que abarca también a las tres provincias francesas fronterizas con los territorios de Euskadi. En este acto, claramente rupturista, se abogó por una “república vasca” con todas sus consecuencias.
Estamos, pues, hablando de independencia del País Vasco como si tal cosa. Aunque no le convenga la susodicha independencia al PNV, dado que no es autosuficiente y que vive del mercado español en el que se mueve a su antojo, con el cupo vasco incluido, no deja de ser inquietante tanta alusión a su posibilidad. Lo mínimo, según las cuentas de quienes abominan de España, es una modificación del Estatuto de Autonomía, incluyendo el concepto de nación vasca y convirtiendo el territorio en una especie de Estado confederado con el resto de España, a la que cedería la representación exterior y poco más. Y eso si no consideramos la exigencia de selecciones deportivas como algo de carácter internacional, a imagen y semejanza de lo que ya sucede con la pelota vasca, donde la selección de Euskadi puede competir al margen de la española.
Así están, pues, las cosas. En Cataluña ya se sabe, y en el País Vasco, por otro camino, se va también a un proceso de disgregación de España al que nadie parece poner freno.
Enrique Arias Vega
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