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Los libros que mi padre no leerá
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Los libros que mi padre no leerá

Actualizado 20/04/2025 22:22

Saldrá esta columna cerca del Día del libro, esa que es la única fiesta que yo he santificado todos y cada uno de los años de mi vida. Irán los libreros a vender a la Plaza, que por una vez será una fiesta sin necesidad de kilovatios de sonido, litronas y basura por recoger; y a mí me pillará lejos geográficamente y recordando los muchos años en los que mi padre y yo recorríamos los puestos y volvíamos a casa cargados de novedades y de clásicos no leídos y pasábamos el mejor rato que un padre y una hija podían compartir porque la lectura unía lo que la caza y los toros separaban.

Muchos años y muchas ferias han pasado desde que mi padre ya no puede leer y te digo, padre mío, que te has perdido alguna que otra cosa que me gustaría contarte. Empezando por tu admirado Vargas Llosa, que ha publicado mucho desde que te fuiste; por desgracia te perdiste “La fiesta del Chivo”, que no solo es su mejor novela sino quizás una de las mejores del siglo XX; “El héroe discreto” también te habría gustado y, mira por dónde, en víspera de nuestra fiesta favorita, también se ha marchado don Mario a ese huerto de los callados donde nadie queremos ir. Si hubieras llegado a leer “Noticia de un secuestro” habría cambiado tu opinión sobre García Márquez, a quien acusabas de manierista y fantasioso. Lo de la literatura latinoamericana era sujeto de divergencia lectora entre nosotros; nunca te apasionó, pero te aseguro que si hubieras conocido la obra de Héctor Abad Faciolince, te habrías aficionado: no he conocido a nadie a quien no le haya conmovido “El olvido que seremos” y te aseguro que “Salvo mi corazón todo está bien” es igual de conmovedora o mejor.

De Miguel Delibes te faltó “El hereje”, que para mí es su obra cumbre, aunque como estabas un poco enfadado con él desde tiempo atrás quizás le hubieras castigado sin leerlo. Y es una pena que en España hayamos redescubierto a Chaves Nogales del 2000 en adelante, porque estoy segura de que habrías disfrutado de todos sus escritos, especialmente de “Juan Belmonte, matador de toros” que hasta yo leí con pasión tocando un tema que me apasiona bastante poco. También te has perdido “Anatomía de un instante” de Javier Cercas, que es ese género de libro a medio camino entre la casi novela y el ensayo político que tanto apreciabas; como te perdiste las últimas andanzas de Pepe Carvalho, no muchas, porque Vázquez Montalbán te sobrevivió pocos años. Yo lo he remplazado con las novelas del comisario Montalbano, del que apenas tuviste tiempo de enterarte quien era gracias a tu hija la inquieta que vivió unos años en Italia; las traducciones al español llegaron también después de que nos dejaras. De Muñoz Molina no nos gustó “El invierno en Lisboa” ni “Beltenebros”, pero después vinieron algunos que te hubieran hecho cambiar de opinión, como “Sefarad” o “El viento de la luna”; en este último, el autor consiguió que te recordara en cada página que iba pasando.

He conseguido leer en inglés “A sangre fría”, que tantas veces me recomendaste, y te diré que ahora los que copian a Truman Capote son legión, y algunos hasta lo hacen brillantemente. No creo que te diera tiempo a leer a Emmanuel Carrère, que tiene muchas cosas buenas y sobre todo escribió “El adversario” que es la versión a la francesa de “A sangre fría” y que sí, es el hijo de aquella Hélène Carrère d’Encausse de la que tanto te gustaban sus libros sobre Rusia; lástima que hablando de Rusia no hayas podido leer a Svetlana Aleksiévich y sus “Voces de Chernobyl” y sin ser rusa, a Olga Tocarczuk y “Los libros de Jacob”; ambas son premio Nobel, por cierto.

En lo de las cuentas pendientes sigo sin encontrar el momento de meterme con unas cuantas cosas que me recomendaste; la lista es larga pero te aseguro que “El idiota” de Dostoievski, “La montaña mágica” de Thomas Mann y “Los episodios Nacionales” de Galdós están en lugar preferente y, como voy cumpliendo años, más vale que me de prisa. Porque de toda esa lista que te he mandado y que me da rabia que te hayas perdido, nada me da tanta rabia como que te hayas ido sin leer los libros que yo misma he escrito; que no se han llevado ningún premio, no han pasado de la primera edición y acabarán en la quema como tanta cosa que se publica en este país pero que, no tengo duda, nos hubieran dado juego para muchas tardes de conversación. Morirse es una faena que, entre otras cosas, nos impide seguir leyendo.

Concha Torres

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