Me aburría la idea de volver a escribir sobre guerras, aranceles o las casi diarias astracanadas[1] del Presidente Trump con complejo de Dios, porque no estamos ya en tiempos de dioses.
Recordé que durante una visita a Madrid hace ya más de 10 años (¡Joder cómo pasa el tiempo!, con perdón) me llamó la atención una frase escrita sobre una pared: “La cabeza es redonda para que el pensamiento pueda cambiar de dirección”. Y como mi cabeza es redonda decidí volver a las calles y cambiar de dirección, con la intención de oxigenar mis neuronas, desengrasarlas y liberarlas durante un tiempo de tanta “pelea de gallos” cargados de testosterona.
Aquella frase estaba escrita con ese tipo de letras que los grafiteros llaman letras pompas, con una buena técnica y con colores llamativos y bien combinados que le aportaba gran profundidad. Aparte de lo acertado del contenido, observar el conjunto resultaba agradable.
Durante un paseo por cualquier ciudad y a poco que observemos, podemos ver junto garabatos pintarrajeados por terroristas del patrimonio, muchas sentencias cargadas de sentido, aforismos inteligentes como los que le gustaba utilizar a muchos grandes personajes de la Historia. Desde el estoico como el emperador romano Marco Aurelio, pasando por Quevedo (me refiero al escritor y poeta del siglo XVII al que ha robado el primer puesto en Google el cantante y compositor español de reguetón) y el jesuita y escritor aragonés Baltasar Gracián, hasta el filósofo alemán Friedrich Nietzsche que dejó escrito La ventaja de la mala memoria es que se disfruta varias veces de las mismas cosas por primera vez. Ventaja de la que afortunadamente disfruto.
Son sentencias sencillas que suelen contener alguna protesta o alguna propuesta como por ejemplo Ser como todos es no ser nadie, La vida es jodidamente maravillosa, No es necesario explicar algo cuando el otro ya ha decidido no entenderlo.
Si seguimos camino también podemos toparnos con murales pétreos monumentales y otras pequeñas obras de un enorme innegable valor artístico, que rellenan los espacios vacíos y rompen la monotonía urbana en ello están representados: personajes famosos, emperadores romanos, animales, alegorías a la vida y a la muerte, la guerra, la violencia, el hambre, la corrupción… ¿Se pueden calificar las primeras sentencias de arte literario y los murales de arte pictórico? ¿Son manifestaciones de arte urbano?
Porque las preguntas a responder sería varias ¿Qué es lo que convierte un trabajo artístico en arte con mayúsculas y le bautiza como un clásico, como una obra de culto? ¿Su calidad, su técnica, su atrevimiento, su temática, su autor o las circunstancias sociales, el tiempo, etc.? Que yo sepa no existe una causa única y varias de ellas pueden darse al tiempo. Hay muchas opiniones al respecto y los expertos no terminan de ponerse de acuerdo.
Pero ¿por qué tienen que juzgar esto los expertos? Los grafitis de carácter crítico o satírico ya se podían encontrar en las paredes de los tiempos del Imperio Romano y a lo largo de la Historia en multitud de lugares del mundo. Cuentan que Jack El Destripador, en el Londres de 1888 dejaba grafitis en las paredes escritos con la sangre de sus víctimas. Pero tal y como los entendemos en la actualidad la opinión más extendida es los grafitis nacieron en el barrio de Bronx, en Nueva York.
“Grafiti” tiene su origen en el término griego “escribir o grabar” y hoy los podemos encontrar prácticamente en cualquier superficie plana, paredes, cierres de garajes o de tiendas, vagones de tren o metro, autobuses, camiones, etc.
Los grafiteros suelen firman sus obras, pero se trata de mucho más que una firma, es un reconocimiento de autoría, una manera de expresar su particular modo de ver la vida, por eso no se denominan firmas, sino tag o tager (etiqueta), señas de identidad.
En nuestro país, Juan Carlos Argüello, más conocido por su tag “Muelle”, fue un pionero allá por los años 80, los tiempos de la movida madrileña. El año pasado fue elegido mejor artista urbano de España es almeriense Nauni69, en la primera página de su web, podemos leer: Ninguna obra está terminada mientras su creador viva.
En mi opinión el arte urbano es arte, y sus obras son obras de arte ya que dicha calificación se le da a las obra artística y creativa que se dan en el campo del arte, y tanto la literatura de las sentencias como los murales pintados, son artes. Arte que cumple una función social o simplemente estética, y esa es la finalidad del arte.
Cierto es que el arte urbano hoy ha perdido parte de su componente de transgresión, de espontaneidad y rebeldía. Hoy hay concursos de grafiteros, se les contrata para decorar fachadas, puertas, vehículos, se expone sus obras en museos (Banksy tiene un museo en Madrid con más de 170 obras), registran sus firmas o tag y sus obras, imparten cursos… Y en eso debemos dar la razón al protagonista de la obra de Pérez Reverte “El francotirador paciente” cuando, refiriéndose al arte moderno dice: El poder siempre intenta domesticar lo que no puede controlar. ¿No es eso es lo que siempre ha hecho el capitalismo incorporando al mercado aquello que quería salirse del sistema? Es lo que hay.
[1] Según la Real Academia de la Lengua Española, entendida como: Acción o comportamiento públicos disparatados y ridículos.
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