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Los alumnos del IES Mateo Hernández descubren el 'quirófano' de los libros antiguos en la Biblioteca de la Universidad Pontificia 
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Los alumnos del IES Mateo Hernández descubren el 'quirófano' de los libros antiguos en la Biblioteca de la Universidad Pontificia 

Actualizado 27/03/2025 18:32

El director y la subdirectora de la Biblioteca recibieron a los alumnos que asistieron a una interesante charla con la restauradora Katia Martín.

Una mañana de sol para pasear por Salamanca, descubrir el medallón de Cervantes, la estatua del Maestro Salinas y, sobre todo, visitar una biblioteca muy especial. A los alumnos del IES Mateo Hernández les gusta descubrir que lo que aprenden en las aulas también está en la calle letrada de la muy culta Salamanca. Y que además de su biblioteca escolar y la Torrente Ballester, tan suya porque es de su barrio, existen las bibliotecas universitarias y en ocasiones, como bien les señala el director, Antonio Sánchez Cabaco, algunas cuentan con un “quirófano” de libros.

La entrada al edificio antiguo de la Universidad Pontificia es un prodigio de modernidad que contrasta con los hermosos pasillos y, sobre todo, con el claustro barroco que impresiona al visitante. Y justo en diagonal, la puerta a la biblioteca atraviesa salas de trabajo y luce raíz de muros de patios antiguos y cristal, madera y eficiencia de modernidad. Un espacio de trabajo y un recibimiento privilegiado del director de la biblioteca, Antonio Sánchez Cabaco y de la subdirectora, Mabel Gonzalo Sánchez. No todos los días se saluda a un grupo escolar con tanto interés para recordarles que la Biblioteca, que define su director como un “palacio de la memoria”, tiene un “quirófano”. “Vosotros sois el futuro”, insiste Sánchez Cabaco, agradeciendo la visita y poniendo a los alumnos en las manos del Servicio de Restauración de la Biblioteca de la UPSA, que esta vez se traslada al espacio de lectura para que todos puedan ver los libros elegidos por los técnicos.

Libros que descansan en las almohadas y los soportes que tanto interés despiertan en los alumnos. Katia Martín, restauradora de la biblioteca, sabe muy bien explicar su trabajo. Lo hace con rigor y al mismo tiempo, con sencillez, despertando el interés de unos alumnos que recuerdan palabras como “pergamino”, “incunable” o “imprenta” aprendidos en las aulas. Alumnos que descubren que los libros antiguos son joyas frágiles que pueden dañarse con la humedad, que son pasto de los insectos, de las ratas, del tiempo y hasta de la censura. Libros que hay que cuidar en condiciones de oscuridad y temperatura, con lo que el trabajo de la restauradora parece más el que de una química o matemática entretenida en datos estadísticos. Una experta que también agarra el martillo para cuidar una cubierta de madera o un destornillador para poner un remache metálico.

La restauración es un ejercicio de paciencia, y los aparatos, colocados y explicados convenientemente, sirven para una tarea callada y lenta, cuidadosa. Katia Martín explica cómo se obtienen las hojas de los libros, sacadas de las pieles, de los trapos, de la madera… y cómo se cuidan los libros que el tiempo ha convertido en joyas. Joyas que los alumnos pueden observar más de cerca, tras aprender cuáles son sus enemigos y cuál el remedio contra los estragos del tiempo. Un trabajo de alquimista, de químico, de paciente experto por el que se interesan, preguntan… y más de uno tiene que guardarse las ganas de tocar el libro, el incunable, con sus dedos.

La visita tiene el tiempo suficiente para no cansar a un auditorio que, a partir de ahora, verá los libros de otra manera y recordará que hay quirófanos de libros. Pasan ante la réplica de la imprenta de Gutenberg y la miran con interés, salen a la luz del claustro barroco y ya, juntarles para una foto es algo más difícil. Les gusta el ambiente de estudiantes que entran, salen, habitan los pasillos de otro tiempo. Y ya en la calle nos dicen que para qué volver a las clases, que quieren seguir viendo cosas, ser ya universitarios, quedarse por este centro al sol… Mientras tanto, dentro de la biblioteca, recogidos los aperos de la restauración cuidadosa, los libros regresan a su claustro de silencio y humedad controlada, mientras Katia y María siguen su tarea en ese espacio blanco y limpio donde ofician su hermoso trabajo de restauradoras. Y en la sala de la luminosa biblioteca, palacio de la memoria para Antonio Sánchez Cabaco, los estudiantes de la UPSA, ordenador, Tablet, papel y libro, siguen también su callada tarea.