He elegido dos fotos alusivas de lo que es la contestación social respecto a las políticas de gobierno en un país: la del “movimiento de los chalecos amarillos en Paris” y otra, que es un ciudadano presidiendo una manifestación frente al Tribunal Supremo de Estados Unidos.
En cuanto a la percepción que tenemos sobre la realidad (entorno) que nos rodea y lo que para cada persona significa, si reunimos a 20 hombres y mujeres frente a un cuadro impresionista, las formas en cómo se percibe serán tantas y diferentes como personas que forman parte del panel de estudio. Estas pruebas se vienen realizando desde hace años en universidades, especialmente en el campo de la psicología social, ya que interesa mucho observar la forma de conducirse de un grupo, independientemente de que también se quiera estudiar la conducta que se demuestra a nivel individual.
El objeto que tenemos delante (cuadro) tiene el mismo valor para todos, aunque lo que representa es diferente para cada observador. Esta diferencia es sustancial cuando llevamos la cuestión al ámbito macro-social, en el que las percepciones a su vez están condicionadas por una opinión generalizada que existe sobre determinada cuestión: los llamados tópicos y prejuicios.
Esto se corresponde con la manera en que se ve (interpreta), sea un hecho, una opinión dada por un político, etc., que, en definitiva, forma parte de la cultura de esa sociedad, o porque los medios de comunicación y las redes sociales en este mundo cada vez más virtual en el que vivimos, se han encargado de formar determinada opinión que no deja de ser bastante próxima a la realidad de lo que al ciudadano medio le preocupa, o, por el contrario, de distorsionarla.
Por qué fallan los políticos
¿Alguna vez te has detenido a pensar por qué las personas, especialmente los dirigentes políticos que tienen grandes responsabilidades, fallan una y otra vez en las acciones que acometen? No es habitual pensar en ello, pero de vez en cuando viene bien reflexionar por qué fallamos en nuestros actos. Los políticos fallan por su soberbia en creer que la forma en que ellos ven la realidad (cómo la interpretan) es la manera en que tienen que interpretarla los ciudadanos.
Craso error. La soberbia no les deja focalizar bien el objeto que están observando y consecuentemente hacen una interpretación equivocada. Pero lo más grave aún, es que están convencidos que su VISIÓN es correcta y que ellos son poseedores de la verdad.
Cuando no se tiene una clara explicación de lo que realmente sucede ahí fuera -nuestro entorno- tenemos un problema: porque éste no miente y es la realidad personificada. Otra cosa es que sepamos interpretarlo debidamente.
Además, el entorno es, en definitiva, el que condiciona nuestras acciones, decisiones como empresa, persona y como no podía de ser de otra manera, a los líderes políticos. ¿Deberíamos decir también como sociedad? Por supuesto que sí.
Cuando la duda y la confusión provienen de los líderes políticos, equivocando el rumbo que debe tomarse ante un determinado problema justamente por las inseguridades, falta de competencia y malos diagnósticos de cuál es la auténtica realidad, las consecuencias son siempre negativas para la ciudadanía, que tiene que soportar el peso de los errores de la gestión de un gobierno.
Por tanto, si se preocupasen más los dirigentes políticos por tener una percepción del entorno (lo que la ciudadanía percibe de cuál es el problema que el gobierno tiene que interpretar), menos serían los fallos en las acciones que implementasen y a su vez disminuiría sustancialmente la probabilidad de tomar decisiones de política que tengan una fuerte contestación social. O sea, les facilitaría no sólo la gestión, sino que evitarían críticas que, de haber percibido el clima social con un grado de aproximación más ajustada a la realidad, no se hubiesen producido.
Una de las principales virtudes de los grandes líderes es su ajustada percepción de la realidad tal cual es, no como ellos quisieran que fuera
Las percepciones políticas que deforman nuestra comprensión
Un documento de trabajo de los economistas de Harvard Alberto F. Alesina, Armando Miano & Stefanie Stantcheva de enero de 2020, muestra cómo las percepciones políticas deforman nuestra comprensión de hechos verificables de otro modo. Según esta investigación, las creencias políticas no solo dan forma a nuestras convicciones; dan forma a nuestra percepción de la realidad objetiva. Es preocupante, que percibamos la realidad distorsionada porque prevalece nuestra ideología, o simplemente nuestro convencimiento sobre determinada cuestión, dejándonos llevar más por la emoción que por un análisis objetivo.
Según Stefanie Stantcheva, investigadora asociada, el ímpetu de la investigación fue meterse en la cabeza de las personas para ver qué es lo que realmente impulsa sus opiniones políticas. Me parece interesante lo que declaró a Harvard Gazette: “Algo que hemos estado haciendo mucho es estudiar lo que podemos observar… como lo que la gente realmente hace, lo que la gente aprende y lo que la gente decide. Lo que realmente no hemos sabido hasta ahora es: ¿Qué está pasando en el fondo? ¿Cómo piensa la gente acerca de sus decisiones? ¿Cómo deciden qué políticas apoyar o no? ¿Cómo razonan acerca de esto?”.
La cuestión que también se planteaban en la investigación, se refería a por qué persistían percepciones erróneas a pesar de que los hechos verificables estaban a una simple búsqueda en Google. Una razón que señalan los investigadores, es que estos temas están impregnados de narrativas políticas.
Nuestras percepciones nos llevarán a sopesar su valor en función de su uso narrativo, no de su mérito empírico. Pero además agregan un dato interesante: señalan que la demanda de información precisa también tiene una carga política.
Puestos a debatir hoy sobre la percepción de la realidad que tienen los políticos, hay que admitir que durante muchos años cierto mantra que operaba en el firmamento político era que “la percepción es la realidad” dándole la categoría de máxima en política, lo que no significa que tenga la categoría de axioma desde el punto de vista de la metodología de las ciencias.
Ante la pregunta formulada hoy día, de si la percepción es realmente la realidad, insisto en que lo que realmente importa es la realidad tal cual es, independientemente de la percepción. Y esto es válido para el ciudadano como para el político que toma decisiones de alto calado desde el gobierno.
En términos generales, la relación se desarrolla más o menos así: cuando la economía está creciendo, el partido que está en el poder tiende a ser recompensado con más votos; cuando hay una recesión, el partido en el gobierno tiende a ser expulsado del cargo. Esto es válido tanto para España, Alemania, Estados Unidos o Japón, con las matizaciones culturales correspondientes a cada país.
Algunos investigadores en la ciencia política y en las aplicaciones de medidas políticas concretas, por ejemplo, más impuestos indirectos que siempre afectan más a las clases medias y trabajadoras, especialmente sus consecuencias en la población (las reales sufridas, así como las percepciones de la ciudadanía), descubrieron que las creencias de las personas pueden triunfar sobre la realidad en ciertas circunstancias, pero solo de manera muy modesta (digamos, baja intensidad). O sea, lo que entendemos que se conoce como “contestación social”.
El politólogo John Zaller descubrió que, en algunos años, la “economía informada” parecía hacer un mejor trabajo de predicción de los resultados electorales que la “economía real”, mientras que en otros años ocurría lo contrario. En general, sin embargo, descubrió que la "economía real", medida por las estadísticas de crecimiento económico del gobierno en lugar de las creencias de la gente, estaba más estrechamente relacionada con los resultados de las elecciones. O sea, que la realidad bien entendida de la situación por una ciudadanía bien informada era clave para decidir el voto.
La cuestión es si los políticos se daban cuenta de esa percepción, o dentro de su burbuja seguían pensando que era la que ellos veían y percibían, lo que reflejaba más voluntarismo (espejismo diríamos) que realidad.
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