Profesionales de la educación

Se lleva hablando mucho tiempo, y de hecho yo lo he expresado en alguno de mis artículos, de cómo las funciones y la figura de maestros y profesores ha ido empeorando de unos años para atrás. La sobrecarga de papeleo, burocracia, leyes en constante cambio y ratios en aumento, dificultan nuestra tarea, que es la de enseñar y educar.Además, ha aparecido otro factor, que viene de la mano de las nuevas generaciones de padres y las corrientes “positivistas” de la educación y la crianza, que empieza a preocupar a este colectivo. La credibilidad.

Muy lejos ha quedado el “miedo” de los alumnos a que el maestro comunicara a papá y a mamá la falta cometida en clase. Porque, seguro que recuerdan fácilmente que, si la habíamos pifiado en el colegio, la regañina o castigo al llegar a casa estaba asegurado. Hoy en día, las familias lo cuestionan todo y los patios de los colegios se han convertido en Las Vegas. Lo que pasa allí dentro, se queda ahí dentro, sin consecuencia ninguna. Y esto ocurre porque se da más crédito a la versión de los pequeños que a la del propio profesional que trabaja diariamente con sus hijos.

Subrayo esta palabra porque me parecer importante recordar que las personas que trabajamos en este campo hemos estudiado una carrera universitaria, estamos formándonos constantemente para mejorar nuestra labor y para adaptarnos a los nuevos tiempos, y la mayoría tenemos varios años de experiencia a nuestras espaldas. Molesta profundamente ver como nuestros consejos, estrategias de ayuda y opiniones profesionales caen, en muchas ocasiones, en saco roto. Como si no supiéramos de lo que hablamos o lo que tenemos entre manos.

Me gusta hacer la comparativa entre este gremio y el de los médicos. Cuando acudimos al médico y exponemos nuestras dolencias y malestares, el profesional de la medicina hace una valoración de los síntomas, nos hace un chequeo y dictamina un diagnóstico. Nos expende la receta con lo que debemos tomar, indicando la duración del tratamiento y nosotros salimos zumbando hacia la farmacia más cercana. Es lo normal. Un profesional nos ha dicho qué es lo que nos pasa y cómo podemos curarnos. Y aceptamos su dictamen porque es él el que sabe y lo creemos. No juzgamos, no cuestionamos. Acatamos, por nuestro bien. Ahora bien, ¿por qué cuando un profesional de la educación, hace su valoración, “receta” cierto tipo de cambios y aconseja medidas para lograr mejoras, las familias no corren a ponerlas en marcha? ¿Cómo hemos llegado a la situación en la que se ponga en entredicho e incluso se rebata lo que un profesor o maestro aconseja que se haga para que nuestro hijo mejore? No encuentro respuesta a estas preguntas.

Resulta que, maestros y profesores vemos cuestionada nuestra visión del aulumno y gestión en el aula constantemente, dificultando así nuestra labor docente. Quiero recordar que nuestra labor en las aulas no tiene sentido sin apoyo y trabajo en equipo junto con las familias. Sin comunicación y líneas estratégicas conjuntas. Sin comprensión entre ambas partes. Existe una cuarta pared que nosotros, maestros y profesores, no podemos derribar si desde casa se pone un muro de contención detrás. Al otro lado, de esta manera, solo queda impotencia y frustración.

Enseñamos y educamos porque queremos lo mejor para nuestros alumnos. Porque nuestros objetivos y retos son ayudar a esas personitas a ser cada día mejores. Y lo seguiremos haciendo, por supuesto, con las mismas ganas e ilusión, a pesar de las dificultades encontradas en el camino y esperando y desenado que se nos escuche y se nos valore como lo merecemos. Como profesionales.

Gloria Rocas

www.gloriarocas.com

@lillibet_queen