Día 25 de febrero, partido Barcelona-Atlético Madrid de la primera contienda a doble partido y relativa a la Copa del Rey. No pude ver el partido aunque si lo escuché por radio. A poco de iniciarse el choque, ya ganaban los atléticos por dos goles a cero. Sorpresa mayúscula.
Sin duda, para el Barcelona era un baño de agua fría. Pero comenzó a funcionar el ataque barcelonista hasta el punto de ponerse por delante con un contundente resultado de 4-2. Haciendo caso omiso a Pique quien asegura que Lamine, Cubarsi o Gavi juegan más por necesidades presupuestarias que por un nivel mínimo de calidad. Incluso se atreve a decir que Lamine no jugaría en los equipos que jugó Pique.
Lógicamente, cualquier aficionado podía pensar que aquello “era un baño” flagrante. Hasta que el baño se pasó a la acera de enfrente. “Donde las dan las toman” reza el viejo proverbio. A mí personalmente no me gustan estas expresiones negativas, aunque no podemos ignorar que la diferencia efectiva en el juego había sido apabullante para el Barsa sobre todo para superar los dos goles iniciales. Todos los análisis denotan que el Atlético practicó una defensa débil y facilitó el ataque de un efectivo Barcelona.
La cuestión es que el Atlético reaccionó a su estilo clásico y endosó otros dos goles al Barsa para empatarle el partido a cuatro goles. Inaudito. Pero evidente. A la vista de este resultado, surgió la relación “causa-efecto” típica con la que yo estoy reñido porque simplifica en exceso los diagnósticos. Y se lanzo al viento lo de que “El Barsa no sabe defender”. Si admitiéramos tal aseveración sería muy injusto no hacer la misma valoración negativa respecto del Atlético de Madrid por cuanto también recibió cuatro goles, o sea, los dos equipos estuvieron muy generosos en defensa.
Sin embargo, sigue siendo inapropiado hacer análisis técnico-tácticos acerca de los equipos como consecuencia de los resultados. Un partido de fútbol dispone de muchos “momentos” inexplicables por los que las opiniones pasan del cielo a los infiernos; y viceversa. Y los equipos no dejan de ser peores o mejores por tales comportamientos.
Igual de inexplicable fue que Real Madrid empezase ganando al Betis en su campo y luego desaparecio, según muchos, por falta de actitud. Su entrenador Ancelotti no concibe estos altibajos y los aficionados igual. Pero el fútbol está plagado de este tipo de trampas mentales. Quizas por eso sigue gustando el fútbol, por lo indescifrable, y en esta ocasión no parece que fueran los árbitros los que predispusieron el resultado.
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