El pregón, titulado ‘Miróbriga en mi corazón’, fue pronunciado a última hora de la tarde del martes en el Teatro Nuevo
Miróbriga en mi corazón, por Paco Cañamero (escritor y periodista).
Señor alcalde, don Marcos Iglesias.
Miembros de la peña El Desencierro (Julete Moriche gracias por las palabras de tu presentación).
Queridos porteros mayores: Miguel Cid y Dionisio Holgado.
Queridas madrinas: María Dolores Velasco y María Eugenia Muñoz Estévez.
Miembros de la peña Puerta del Desencierro.
Reina del Carnaval: Vega Gómez Castaño. Damas: Lorena Pérez Pinto y Alicia Alonso.
Autoridades locales.
Señoras y señores.
Muchas gracias y bienvenidos.
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Hace pocos días cuando cayó la noche después de una tarde lluviosa y mientras paseaba entre las encinas oteé reflejada la luna en un charco. Al mirarla a mis pies, con mucha sorpresa, me dije: ¿Qué hago aquí subido? Eso mismo pienso en estos momentos cuando me encuentro en el atril de este magnífico Teatro Nuevo ‘Fernando Arrabal’ dispuesto a pregonar los Carnavales de la peña Puerta del Desencierro, cortesía por la que siempre guardaré un infinito agradecimiento que permanecerá grabado en el particular museo de los mejores momentos de mi existencia. Y más aún hacerlo para una peña cuyos integrantes son guardianes de toda la pureza del Carnaval, además de la esencia única que identifica a los mirobrigenses, quienes llegadas estas fechas hacen gala de su espíritu alegre, del culto a las tradiciones, a la hospitalidad con el forastero y agradecidos con el visitante. Porque el Carnaval es alegría, amistad y diversión.
El compromiso que tengo por delante es muy serio, entre otras cosas por la importancia histórica de Miróbriga, la grandeza de su Carnaval del Toro, juntos a tantas insignes personalidades como han visto la luz en esta maravilla de ciudad, algunos de los cuales me precedieron en esta inolvidable coyuntura de pregonar en la peña Puerta del Desencierro. Desde ahora echaré la muleta adelante y me cruzaré al pitón contrario para salir al menos airoso y que no sufra ninguna cornada, porque no puedo olvidar que desde el momento que fui acartelado para este pregón me ha llenado de felicidad y orgullo, además de vivir estos días con tanta intensidad, porque volver a Ciudad Rodrigo, esta maravilla que atesora los títulos de ciudad antigua, noble y leal, es hacerlo al encuentro de muchos de los mejores momentos de mi vida, de un lugar que me marcó desde la infancia y donde tengo tantos amigos. El que siempre llevo dentro de mí y del que soy tan feliz cuando vuelvo a pasear entre la magia monumental de sus calles.
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Dicho este preámbulo llega el momento de agasajar a los porteros mayores. En esta ocasión se trata de dos personajes tan queridos como nuestros alcaldes Miguel Cid y Dionisio Holgado, ambos con el inmenso orgullo de ser, respectivamente, hijo predilecto e hijo adoptivo de Miróbriga. Y personalmente un inmenso orgullo que esta noche de mi pregón ellos sean quien ostenten tan alta distinción; al igual que las madrinas, María Dolores Velasco y María Eugenia Muñoz Estévez, esposas de los dos homenajeados:
Miguel Cid, a quien nombro antes por orden de antigüedad, ausente por una lesión, aunque nos escucha desde su domicilio a través de los modernos sistemas de comunicación. Con Miguel me unen muchas cosas, todas buenas, a través de tantos años de amistad. La primera de ellas la Tauromaquia, también el cariño a nuestra querida tierra, junto a la vinculación con los medios y el mundo de las letras. Ahora mismo no tengo constancia de la primera vez que hablé con él, pero fue hace muchos años, tantos como la época que él desempeñaba su primer mandato como alcalde, e incluso un día me llamó para invitarme a escribir en el libro del Carnaval, algo que me hizo tanta ilusión. Después he estado junto a él en Madrid en infinidad de actos, en los premios de Tauromaquia del Senado, patrocinados por la Asociación Taurina Parlamentaria que él preside y de la que es un gran impulsor; en las Escaleras del Éxito, en los premios Doctor Zúmel, en actos de la peña Los de José y Juan…, muchas tardes en Las Ventas y otras plazas de la Comunidad madrileña, porque siempre ha sido un enorme defensor de la Tauromaquia y de España.
Esa pasión la supo impregnar en su querida ciudad gracias a aquellos festivales que organizó con señeras figuras, hasta el punto de poner el ‘no hay billetes’ en la plaza de San Cruz y toda la atención taurina nacional estaban pendiente de lo que acontecía aquí. Precisamente hace unas semanas me contaba que en una de esas ocasiones se cayó del cartel Palomo Linares, al anunciar esa misma jornada su adiós al toreo activo, situación que deja a la organización en un inmenso dilema al tener escaso margen de maniobra. Entonces, dada la premura y al echarse encima la hora habla con Manolo Ferino para buscar una solución acordándose de Juan José, por lo que sin tiempo que perder, ambos, marchan hasta La Fuente de San Esteban para convencerlo. Llegan a su casa y lo encuentran comiendo. Como no podía ser menos, fiel a la grandeza humana y torera de Juan José, este aparta el plato de la mesa, recoge un vestido corto y los trebejos para venirse con ellos a torear el festival. Vaya también esta mención para el maestro Juan José, que fue tan querido y habitual aquí en Miróbriga y nos está escuchando desde un palco celestial. Y a tí Miguel, Portero Mayor e hijo predilecto de esta ciudad que tanto has querido, el deseo que muy pronto podamos volver a verte pasear por tu querido Ciudad Rodrigo y darte un abrazo.
Admirado Dionisio Holgado, de Villavieja de Yeltes, el pueblo que guarda las mejores esencias culturales y tradiciones del Campo Charro cuyo principal escaparate es el baile del Cordón, una maravilla, siempre bajo la devoción de la Virgen de Caballeros. Tú has sido una leyenda del mundo del caballo y un extraordinario alcalde de Miróbriga donde supiste ganarte a todos por tu calidad humana. Siempre te recuerdo con tu amabilidad y las dotes diplomáticas de las que has hecho gala, siendo un hombre tan apreciado por las gentes; de ahí que allá donde vayas tengas tantos amigos. No podemos olvidar tu trabajo en la Oficina de Capacitación Agraria donde siempre buscabas soluciones para la gente del campo y evitar tanta burocracia como existe en la actualidad, de ahí que eternamente seas tan querido. En Miróbriga tu nombre queda perpetuado para siempre por lo gran alcalde que has sido; pero lo más importante todo un señor digno de un reconocimiento tan mirobrigense como Portero Mayor de la Puerta del Desencierro, otro título que lucen quien aman la cultura y tradiciones mirobrigenses.
Otra puntualización común a los dos porteros mayores es que están unidos entre si por muchas cosas, por ser amantes y defensores de Miróbriga, por la amistad que los vincula y también por su pasión taurina. De hecho se da el caso que ambos son muy cercanos a la figura de Santiago Martin ‘El Viti’, siempre tan querido. El padre de Dionisio, don Manuel Holgado, que era amigo del señor Baltasar, fue el primer admirador de Santiago. Todo comienza cuando, en sus inicios, le brinda un novillo una tarde en Aldeadávila de la Ribera y al regresar a recoger la montera tras dar muerte a la res observa que en su interior hay una propina. Además, en gratitud, al finalizar el festejo, Manuel Holgado convence al alcalde para que le pague al muchacho mil quinientas pesetas por su actuación, que fueron las primeras que gana El Viti en su vida, algo que tantas veces ha manifestado el maestro.
También Miguel en alguna ocasión ha recordado la primera vez que fue a dar un mitin a Vitigudino y se le acerca un señor mayor a obsequiar con un donativo de 5.000 pesetas al partido. Al sorprenderle a Miguel ese detalle espontáneo y preguntar de quien se trataba, enseguida le dicen que era don Baltasar, el padre del Viti. Después la vinculación fue muy cercana e hizo posible que Santiago dictase una de sus últimas lecciones toreras aquí, en los festivales que toreó gracias a él, a Miguel Cid Cebrián, grandioso alcalde y señor.
A las madrinas María Dolores Velasco, de Vitigudino y María Eugenia Muñoz, de la flor del Campo, como se denomina al pueblo de Barquilla, en el corazón del Campo de Argañán. Señoras que habéis sido un ejemplo y siempre supisteis encontrar el camino cuando Miguel o Dionisio llegaban a casa con la preocupación de un problema que debían resolver con celeridad y, en ese momento, no encontraban la solución. De ahí que vuestra sensibilidad y amor a la familia ha sido muy importante para Ciudad Rodrigo, del que sois artífices de su grandeza.
Y de la peña El Desencierro, ¿qué quiere que les diga? Cuando vemos que por este atril han pasado las mayores celebridades para pregonarlos. Eminencias del mundo de las letras, de las leyes, de la Cultura… han loado a esta maravillosa institución mirobrigense nacida en 1980 para preservar la esencia del Carnaval con toda su pureza. Desde entonces hasta hoy habéis sabido dar la importancia que merece quien más ha sentido el orgullo de ser farinato con la distinción de Portero Mayor, junto a las madrinas. Y además llevando el nombre de la puerta más tradicional, la más fotografiada y la misma que conecta la calle Madrid con la Plaza Mayor, en la que siempre fijamos los ojos cuando sentados en el tablao de la singular plaza, ya felizmente reconocida como BIC, esperamos la entrada de los toros. O del posterior Desencierro que os da nombre y no podíais haber encontrado uno con más fundamento, más bonito, con más gancho y más farinato. Que sepáis, socios de la Peña del Desencierro que habéis tocado la fibra de mi corazón concediendo la distinción de venir a pregonar vuestro Carnaval del Toro.
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Continuamos. Ya sabemos que pregonar es anunciar al público la celebración de una festividad. Esta noche el pregón va a ser un viaje al alegre Ciudad Rodrigo que conocí en mi infancia y juventud; de tantos momentos como he disfrutado en este lugar que siempre he llevado tan dentro de mí.
Ahora cuando está a punto de sonar el reloj suelto y cuando ya estamos todos aquí con muchísima ilusión, les anuncio que lo voy a titular de una manera muy sencilla, pero a la vez muy sincera: ‘Miróbriga en mi corazón’.
Llego de un pueblo cercano, de La Fuente de San Esteban, en la misma comarca de Ciudad Rodrigo y que está integrado en su partido judicial. Un lugar unido a Miróbriga por muchos lazos y que, históricamente, mantienen un vínculo cercano y familiar. Para los de La Fuente venir a Miróbriga es hacerlo a casa y viceversa, como comentaba hace pocas semanas con dos legítimos mirobrigenses, Lauren Risueño y Tato Galerías, con motivo de una recital que ofreció el primero de ellos en La Fuente.
Además entre Ciudad Rodrigo y La Fuente de San Esteban hay un hecho fundamental que nos une y constituye un cordón umbilical. Como sabéis de la pedanía de Muñoz era don Julián Sánchez ‘El Charro’, quien fue el gran héroe de esta ciudad y aquí duerme el sueño eterno, en la muralla, muy cerca de la brecha grande. Don Julián ha sido un personaje que ha quedado para siempre identificado en las páginas más destacadas de la historia mirobrigense del siglo XIX, al protagonizar, junto a sus lanceros, varios de sus hechos más sobresalientes de su expediente militar para traer la paz a los mirobrigenses, angustiados por los sitios de la invasión napoleónica. De hecho aquí y en todo el Campo Charro aún sigue vivo el eco de sus victorias.
Precisamente, el pasado mes de agosto, en la pedanía de Muñoz, su lugar natural se celebró una jornada de homenaje a don Julián y que también contribuyó a sellar lazos con Miróbriga, muy presente en ese acto. Allí estuvo Marcos Iglesias Caridad, el alcalde, junto a otras personalidades locales, como el vicario de Pastoral, Antonio Risueño; el coronel de la Guardia Civil, Manuel Sánchez Corbí y pudimos escuchar un magnífico pregón de la mayor eminencia para conocer esa época, José Ramón Cid, miembro de la peña Puerta del Desencierro, maestro de ceremonias de esta noche y gran amigo. Aquella tarde, gracias a José Ramón Cid, conocimos mucho más a don Julián, algo que nos obliga a estar más agradecidos con su inmensa obra militar protagonizada en la invasión napoleónica.
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La memoria se pierde en el largo túnel del tiempo. Son infinitos los momentos vividos en esta monumental ciudad. Era muy niño aún cuando pasaba temporadas de verano muy cerca de aquí, en la finca Fresno de Hortaces, donde trabajaban unos tíos míos. En aquellos días azules de mi infancia me encantaba caminar hasta un teso para ver desde la distancia la silueta de la ciudad, que me parecía algo maravilloso, en la que sobresalían sobre el resto de las edificaciones la Catedral, la capilla de Cerralbo o el Castillo Enrique II de Trastamara, convertido en el Parador de Turismo más bonito de España; más aún cuando caía la noche y, entre la claridad de la iluminación, destacaban esos monumentos, siendo un espectáculo, aún desde la lejanía.
Entonces la felicidad era total cuando llegaba el martes y acompañaba a mis tíos a la ciudad, al ser el día de hacer las compras para la semana, en medio del bullicio que se vivía esa jornada donde las calles estaban de bote en bote con gente procedente de los pueblos de La Socampana, Campos del Yeltes, del Argañán, El Rebollar…, quienes bajaban de los autocares que paraban por la zona de ‘El Cruce’, en busca de los comercios que esa mañana sacaban su género a la calle como gancho para el posible comprador. Así, poco a poco, me fui familiarizando con establecimientos que eran cercanos y, más tarde, se los fue llevando la erosión del tiempo, desde ‘Galerías Ciudad’, la dulcería de Manolo, textiles ‘El Zamorano’, zapatos ‘San Luis’…, o ‘El Porvenir’, que tanta vida cultural trajo, junto a sus inolvidables bailes. Por cierto entre los negocios que fue archivando el paso del tiempo me hubiera gustado conocer el salón de baile ‘El Paraíso’, existente en la calle de Santa Clara y con unas grandes fotos en la entrada de quien fue el rey de los toreros, de Joselito ‘El Gallo’, de las que varias veces me habló mi amigo Victorino Risueño.
En aquella lejana época, entre compra y compra, siempre se hacía un alto en el camino para tomar un aperitivo y yo, un niño que a cada momento descubría algo nuevo del mundo quedé fascinado en un bar de la Plaza Mayor, el ‘Castilla’, al ver una inmensa piel que cubría parte de una pared, de la siempre discutíamos si era un cocodrilo o una serpiente; sin faltar algún gracioso que venía a decirnos que fue pescado en el Águeda. O en la charca de la Pascualarina para que no se comieras las tencas.
Y también íbamos al bar ‘Sanatorio’, que era mi preferido y en que me pasaba horas mirando las fotos del Carnaval; hasta que ya me tenían que decir; “venga niño que nos vamos”. Era feliz con aquellas instantáneas, de Pazos, de Prieto, de Corrales…, algunas muy llamativas y que forman parte de la mejor historia del Carnaval. Y desde entonces siempre que estaba aquí me encantaba ir a ver aquel museo de fotos hasta el punto que hice mío el dicho:
Por muchas vueltas que des
Al Sanatorio otra vez.
También algunas tardes en compañía de mis primos veníamos en bicicleta a darnos un baño a la pesquera y, ya desde entonces, quedase maravillado de aquel lugar lleno de magia, donde me impresionaba la chimenea de la vieja fábrica La Concha. De aquellas tardes veraniegas tengo presente el chiringuito del Fari, en el que se cocía la vida local con su pintoresca clientela, con su música española a todo volumen y las habituales partidas, de máxima expectación, al juego de la rana o al futbolín.
De aquel chiringuito guardo en la memoria una foto dedicada que tenía al fondo. Era una foto de Enrique, el grandioso futbolista local que fue un símbolo del fútbol español de los años 70 y 80, el salmantino que más partidos ha disputado en Primera División y quien siempre fue por el mundo siendo un embajador de su querido Ciudad Rodrigo, del que ha sido el deportista más importante que ha tenido a lo largo de su historia y un auténtico caballero. A Enrique siempre lo he tenido un pedestal de máxima admiración, además de estar unido a él por vínculos profesionales, dado que durante un tiempo escribí mucho de fútbol. De hecho cada vez que nos encontrábamos, algo muy habitual, siempre decía: “Hombre, paisano, ¿que tal estás?”.
Y hablando de fútbol no puedo dejar en el tintero a otro ilustre futbolista local, a Ángel González Castaños, el fenomenal extremo Ángel, natural del Arrabal del Puente, donde su padre estaba al cargo de las huertas de Ferino, en el lugar donde ahora está el hotel Conde Rodrigo II. Siendo él un niño su familia emigra a Barcelona y pronto destaca en el fútbol para hacer carrera en el Español, llegando ser internacional Olímpico en Moscú-80. Después ficha por nuestra querida Unión Deportiva Salamanca para brillar a gran nivel. Precisamente en la época que llega a la Unión Deportiva Salamanca se da la circunstancia que había tres mirobrigenses en el equipo, algo único y extraordinario, como los citados Enrique y Ángel, junto al fenomenal Chiqui, un talento llamado a ser figura y que hoy está por aquí, los tres de blanquinegro quedaron inmortalizados en una foto del genial Morgan. Por último decir de Ángel que es fiel a los Carnavales, sin faltar jamás y en Barcelona siempre cuenta los días que le faltan para volver a su querido Ciudad Rodrigo, del que también es un embajador.
Al hilo de aquellas tardes en la Pesquera, con los baños en las cristalinas aguas del Águeda, siempre afirmo que dejaron un soplo nostálgico en mi persona, al igual que la vuelta a casa por el puente de piedra donde otro espectáculo era ver las pieles que tenía secando aquel pintoresco personaje llamado Chago ‘el botero’ y que formaban parte de las estampas de ese lugar.
De aquellos días azules de Fresno de Hortaces quedaron detalles muy marcados en mí. Por ejemplo los lunes y jueves cuando llegaba Nicolás, el de la Parra, un vendedor ambulante a bordo de un Land Rover ‘chato’, en el que llevaba de todo, y transmitía a las gentes de las fincas de la Socampana los chismes que se cocían en la ciudad. En uno de aquellos chismes me llamó la atención una frase que le escuché al comentar que el chico de tal hablaba con la muchacha de cual. Y yo, en mi pensamiento infantil me hacía un lio por la importancia que le daba al señor a aquello de hablar, cuando yo veía hablar a toda la gente sin ninguna traba.
Poco después mis tíos emigraron en busca de la prosperidad de las fábricas de Guipúzcoa y mis visitas a Ciudad Rodrigo se acabaron, a no ser que fuera al médico, aunque esto ya no me gustaba desde una vez que vine a la consulta del oftalmólogo don José Antonio Martín, de conocido por Pepe ‘el oculista’, poeta también y pregonero de esta peña en el año 1983, saliendo de allí con unas gafas de culo de vaso que cambiaron mi personalidad. Después fui buen amigo de Pepe ‘el oculista’.
También, cada mañana, iba a Fresno el señor Manuel, el panadero del Bodón, que llevaba en su furgoneta 4L un pan y dulces exquisitos, además de contar los pormenores taurinos que había escuchado la noche antes en ‘Clarín’, especialmente si eran vinculados a Manuel Benítez ‘El Cordobés’, del que era muy seguidor y discutía con quien fuera para decir incluso que era mejor que El Viti y Camino.
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Un tiempo más tarde, coincidente con la época de los años mozos ya fui habitual para siempre aquí. Entonces venía desde La Fuente a pasar algunas tardes junto a los amigos; primero en el tren, al existir varias frecuencias en cada dirección, por lo que se podía venir y estar en casa a buena hora; o incluso en los autobuses del Pilar, empresa de la que conocíamos a los conductores y más aún los pintorescos cobradores, Mariano y Vidal, protestones con quienes veníamos de fiesta y amenazando siempre con echarnos, pero buena gente y de genuina personalidad, ambos de enorme espíritu farinato. Desde esos momentos ya quedé cautivado por tanto embrujo como guarda esta ciudad e incluso durante muchas épocas puedo decir que hacía aquí más vida que en mi propio pueblo; o que incluso en Salamanca, donde estudiaba.
Entonces, cuando éramos tan tiernos y parecía que el tiempo no avanzaba, en pleno invierno y sin darnos cuenta siempre volvían los Carnavales. Especialmente desde que finalizaba la Navidad y se empezaba a verse tanto movimiento de maletillas procedentes de Albacete, de Valencia, de Andalucía… que se instalaban aquí a la llamada del Bolsín, que para ellos una auténtica oportunidad. El Bolsín era el primer gran anuncio de que la gran fiesta grande se acercaba y también de que la temporada taurina salía del largo túnel del invierno.
Aquel Bolsín que celebraba las eliminatorias en las propias fincas y la final en la plaza de Santa Cruz, aunque mantenga su idiosincrasia, era muy distinto al actual, aunque sigan vivas expresiones que forman parte de su identidad, como esa de “chico, remata y vete”. Entonces, ya llegado el Carnaval, nevase o cayesen chuzos de punta, desde el viernes ya estaba aquí hasta que finalizaba el desencierro del martes y comenzaba el soniquete del desmontaje del maderamen de la plaza, algunas veces quedándonos a dormir en peñas, en casas de amigos o lugares tan cochambrosos que hoy al pensar en ella me domina una sonrisa nostálgica. Fue mucho antes de que viniese como enviado especial a cubrir, para el periódico que trabajaba, los festejos de Carnaval y me hospedase en el mejor hotel de la ciudad.
Y ojo que esos Carnavales de hace 40 años de los que estoy hablando eran muy diferentes a los actuales. Entonces el sábado la mayoría de la gente trabajaba hasta el mediodía y, llegado ese momento, se bajaban las trapas para comenzar la gran fiesta y continuar el domingo, el denominado ‘domingo gordo’, en una época donde el lunes era un gran día con la gente de aquí y el martes el más importante y masificado, con la llegada, además de muchísimos portugueses, del siempre querido Portugal, con quienes se convivía en un ambiente único, como no lo había en ningún otro lugar.
De hecho alguna vez que la situación fue propicia y aún quedaba energía para quemar y dinero en el bolsillo para continuar gastando, el Carnaval se alargaba hasta el miércoles con los ¡cenizos! Y allí estaban aquellos personajes, carismáticos y geniales, que tanto cautivaba y eran tan farinatos que parecían una extensión de las Tres Columnas. Algunos de ellos eran Navas y Pesetos, Arturo ‘sindicatos’, Ferino con su mono de butanero; Tomás Ramajo, coronel veterinario, que nunca tenía prisa para irse a casa; Carolina ‘el cisquero’, con su Cascarilla; nuestros amigos Lauren Risueño y Tato ‘Galerías’, que aún sigue siendo parte esencia del Carnaval. O tantos otros que formarían una larga lista.
Y todos también bajo las notas alegres de tantas murgas y rondallas como ha habido aquí, con esa chispa critica, incluso en ocasiones ácida y que en el Carnaval tenían su gran escaparate. A muchas no los conocimos, pero si su herencia para inspirar a otros grupos. Entre las desaparecidas y las actuales que han escrito páginas de gloria están Los Becuadros, Los Calderones, Los X, Tinto con gas, Los Tranquilos, Ecos del Águeda, Triguito y sus muchachos, Las III Columnas, El Pozo Airón, Los Pocapena, Santa Ana, los Sostenidos, Los Payasos… que siempre han traído tanta alegría y donde en los sones de todas ellas interpretan una canción que define al espíritu de esta ciudad, donde nadie es forastero y hasta de ello da fe una de las canciones típicas de estos días de Carnaval.
Ven a Ciudad Rodrigo, forastero,
ven a nuestra simpática ciudad,
Pero ven, si hacerlo puedes, cuando llegue la fiesta grande tradicional.
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Estamos ante una fiesta tan bonita, especial, diferente y alegre, que no tiene comparación con alguna otra. Quizás podría tener cierta similitud, por el culto al toro y el ambiente en la calle, con Pamplona, aunque la verdad es que son muy diferentes. Por cierto, en una ocasión peguntaron a un grandioso torero al que tanto admiramos y queremos, como es Santiago Martín ‘El Viti’, por San Fermín y su público. Se lo decían en la época que era el auténtico ídolo de Pamplona y la pregunta trataba de buscar unas palabras despectivas hacía un público que, tantas veces cantaba y bebía, dando la espalda a un torero que se jugaba la vida delante de un toro, a lo que él contestó:
-El público de Pamplona tiene toda la consideración y respeto. No olvidemos que ellos se juegan la vida cada mañana entre una multitud y únicamente se defienden con un periódico entre sus manos. Sin embargo a nosotros, a los toreros nos pagan de forma espléndida y tenemos todas las prebendas, junto a una cuadrilla o una enfermería a la que nos llevan inmediatamente si caemos heridos.
Esta frase pronunciada por el maestro la hago suya para los mozos mirobrigenses que desde chavales han estado delante del toro, jugándose la vida y a la vez contribuyendo a la grandeza de estas fiestas, del Carnaval. Porque el mirobrigense se juega la vida por la mañana en el encierro y también por la tarde, sin olvidar las capeas, siendo muchos los que tienen en su piel una cicatriz por asta de toro que lucen con el mismo orgullo que si fuera una condecoración. Por eso son exigentes y buenos aficionados, porque deben sortear la muerte varias veces al día. Ese misma muerte que yo vi en directo en una ocasión.
Fue en el Carnaval de 1986 durante la celebración del toro del Aguardiente del Martes de Carnaval de aquel año. Un poco antes había llegado con unos amigos de La Fuente para coger un buen sitio en El Registro y ver el Toro del Aguardiente e ir después al baile del vermú del Casino. Muchos aún os acordaréis que esa mañana un toro de Benito Ramajo acaba con la vida de Miguel Ángel Garzón, un joven de Lumbrales emigrado a Éibar, tras un dramático zarandeo. Aquel fue el primer muerto que vi y una lección para conocer la realidad de la vida al haber sido testigo directo y tener la primera lección de la enorme seriedad y respeto que se debe tener al toro de lidia, en cuya defensa mata de verdad.
Aquel joven, Miguel Ángel Garzón, falleció sin tener la suerte de poder llegar vivo a las manos del entonces cirujano responsable de los festejos de Carnaval, el doctor zamorano don Antonio Crespo Neches, quien estaba casado con una hija de Julián Rubio, teniente general de aviación nacido en Ciudad Rodrigo. Aquel don Antonio Crespo Neches que tantas vidas salvó durante los años que estuvo al frente de la enfermería de la plaza, como sucedió después con su hijo, Enrique Crespo, quien continúa en la actualidad, ya convertido en una figura esencial y carismática del Carnaval. Y en esta gratitud a los cirujanos no podemos olvidar al doctor salmantino Luis Ortega, quien también estuvo varios años al frente de la enfermería y protagonizó intervenciones memorables, salvando la vida a tanta gente, entre ellas la de José Manuel Nunes Pimentel, un joven portugués que, con el pecho abierto, que llegó a sus manos en parada.
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Fue allá por mediados de la década de los 80, cuando ya ha transcurrido la friolera de 40 años y parece que fue ayer, en los mismos días que empezaba a escribir de toros. Fascinado por aquel ambiente de Ciudad Rodrigo me cautivó, incluso me sirvió de mucho en una época que eran habituales las conversaciones de amigos comentando los últimos éxitos de un torero o el buen momento de una ganadería, los carteles de la próxima feria o cualquier novedad. Era la época que un torerazo tan vinculado a este lugar como Julio Robles empezaba a convertirse en figura y sus éxitos eran siempre celebrados, porque aquí además tuvo en su compadre Félix, el de Amayuelas, a su primer seguidor.
Al igual que ir a la cafetería del hotel ‘El Cruce’ y ver allí a señores que tanto contribuyeron a la grandeza de la Salamanca taurina y ganadera. Desde José Matías Bernardos, el célebre Raboso; el maestro Pedrés, símbolo del toreo siendo el legítimo embajador de La Mancha en Albacete, Juan Mari Pérez-Tabernero y su hermano Antonio; junto a otros ganaderos de la socampana, como Andrés Ramos, Pepe Jeromo, Manolo Carretas, El Canario, Rafa ‘el del Cristo’, Juan Manuel Criado, Manolo Ferino, Eusebio ‘el de Casablanca’, Ángel ‘el de Serradilla’… dedicados a viejo oficio, en ocasiones acompañados de algún torero, como podía ser el mencionado Julio Robles; o Manzanares, tan vinculado aquí, al igual que Roberto Domínguez; o también alguno de épocas anteriores que viniera al campo o trajeran a algún chaval al Bolsín, ejemplos de Joaquín Bernadó o Gregorio Sánchez. Y las conversaciones de ellos, para quien tenía el privilegio de escucharlos, algo que no era fácil si no se pertenecía a su círculo, eran auténticas lecciones de Tauromaquia, al ser todos ellos catedráticos de este arte.
Eran tiempos que hoy añoro. Y me encanta hacer ahora un viaje imaginario después de pasar por el arrabal de San Francisco para volver el ‘Moderno’ y disfrutar de la amenidad de Teo y de Agustín, el simpático camarero; a continuación venir a la ciudad por la Puerta del Conde para acercarme hasta ‘La Paloma’ y comer unos talentos mientras observo fotos de la vaca ‘Conocida’, que acabó con Antonio Bienvenida antes de escuchar a Paco ‘el buche’, uno de los dos hermanos propietarios, recitar de memoria el parte médico de la cornada de Manolete en Linares. O la biografía del Papa Juan XXIII.
Después dar la vuelta por ‘El Rodeo’, donde Chema siempre tenía algo que contar, especialmente si se trataba de su apasionado José María Manzanares; de aquí atravesar la mágica Plaza Mayor para llegar al bar ‘Alegría’ y disfrutar con aquellos carteles antiguos y fotos de toreros que decoraban el establecimiento; después por el ‘Manolín’, con la réplica del Ayuntamiento que era una obra de arte y gancho, mientras al dueño, bajito y simpático, sin soltar el vaso de vino de su mano, le encantaba hablar de su lejana época de la mili en el cuartel de Caballería de Salamanca. Y de ahí al ‘Barrigana’, donde además con la señora Mercedes me une el paisanaje, por mi vinculación a Aldehuela de Yeltes y con ella eran todo atenciones. Cómo no, ya caída la noche finalizar en la discoteca ‘Amayuelas’, que tanto frecuenté y siempre con la amistad del amigo Félix, al que acabo de mencionar y a quien únicamente le faltaba estar vestido de torero mientras servía copas, sin perder jamás su personalidad. Precisamente, Félix fue el pasado año Portero Mayor junto a Samuel, el del ‘Alegría’, distinción muy merecida para ambos.
Hoy los tiempos han cambiado mucho, no sé si para bien, pero al menos a mí me gustaban más los de antes, quizás porque era más joven, en el escenario de aquella Miróbriga que quedó para siempre tatuada en mi corazón.
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Y si de toros y toreros, ese mundo que nos acerca, junto al disfraz, está la esencia del Carnaval, no podemos dejar en el tintero la enorme importancia que ha gozado en Miróbriga y de la tanto nos hemos inspirado. Algo que recoge de manera magistral Juan Tomás Muñoz en su obra ‘200 años de Carnaval, 1732-1931’, que fue editada por el Centro de Estudios Mirobrigenses. O también ‘El Carnaval del Toro mirobrigense desde la tradición’, de los hermanos Miguel y José Ramón Cid Cebrián; junto a la impresionante colección de libros de Carnaval que patrocina el Ayuntamiento y se ha convertido es una auténtica joya, en una reliquia de coleccionistas.
Volviendo a la Tauromaquia en Ciudad Rodrigo no podemos olvidar que estamos ante el Carnaval del Toro y por tanto en una ciudad eminentemente taurina con el compromiso de defender este arte ante los numerosos ataques que sufre desde el Gobierno central y otros frentes políticos, con un ministro de Cultura radicalmente anti. Por eso tenemos el compromiso de defender este legado cultural, en el que Miróbriga ocupa un lugar fundamental para que ondeé siempre la bandera de la libertad que nos quieren quitar.
En el ámbito local no podemos pasar de largo sin hablar de Manolito Santos, el primer torero nacido aquí que despertó tanta expectación, quien tuvo un malogrado final en Casillas de Flores, pero fue un personaje casi novelesco y con unos inicios que entusiasmó como nadie lo ha llegado a hacer. La historia no se puede olvidar y Manolito Santos, aunque no llegase siquiera a tomar la alternativa, tiene un sitio de honor por ser quien abrió las puertas de otros que llegaron después y fueron dejando huella, además de un espacio en nuestro corazón.
Uno de ellos es José Luis Ramos socio de esta peña y uno de los toreros que más nos ha conmovido gracias a la pureza de la que hizo gala en tantas ocasiones, además pocas veces hemos visto la plaza de La Glorieta tan entregada a alguien como lo estuvo con él. Con José Luis me unen infinidad de vivencias y disfruté muchas veces de su torería, además de no olvidar que la primera vez que salí de la provincia para cubrir un festejo, en eso que en la jerga periodística se llama enviado especial, fue a Ávila una tarde que toreó junto a Gabriel de la Casa y Espartaco.
También Miróbriga ha sido cuna de grandísimos escritores, de cuyas fuentes hemos tratado de beber. Desde el poeta Fray Diego Tadeo, el gran Delio y principal personaje de la Escuela Literaria Salmantina del siglo XVIII. Pasando por don Dionisio de Nogales Delicado, quien aunque no nació aquí se le conocía como tal y fue autor de Historia de Ciudad Rodrigo, obra imprescindible para conocer de dónde venimos; o su hijo Juan Nogales Delicado, quien también fue alcalde de esta ciudad por un corto periodo de tiempo y un personaje mas estrambótico que extrovertido. Después ha habido mucha más gente que ha escrito y lo sigue haciendo extraordinariamente, alguno de ellos de toros, donde Ciudad Rodrigo sigue siendo una referencia
Y si varios mirobrigenses han escrito muy bien e incluso han destacado en el mundo de las letras, hay que decir que un buen artículo o crónica necesita ir ilustrada con una fotografía adecuada. Para ello, en este arte, aquí ha habido un fotógrafo de excepción. Se trata de Ángel Prieto, uno de los mejores del siglo XX y autor de un legado impresionante; visible en publicaciones existentes en la segunda mitad del pasado siglo, especialmente en el semanario taurino ‘El Ruedo’, el de mayor prestigio en su época.
A Prieto no lo llegué a conocer personalmente, aunque sí su legado y su historia es fascinante. Incluso algunos años en ferias de Salamanca revelaba las fotos nada más finalizar el festejo y esa misma noche exponía las más llamativas en el escaparate del café ‘Novelty’ formándose largas colas de aficionados que acudían cautivados a disfrutar de aquellas obras de arte. Porque un fotógrafo, ante todo, es un artista.
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Avanzando la noche, cuando mis palabras llegan a su final y antes de que me den aviso, os doy las gracias por estar aquí, en esta noche inverniza, ya metida en vísperas de la fiesta más grande del mundo, la del Carnaval del Toro de mi querido Ciudad Rodrigo.
Muchas gracias, amigos de la peña Puerta del Desencierro, por haber tocado la fibra de mi corazón.
También mi más sincera gratitud para los porteros mayores, mis admirados Miguel Cid y Dionisio Holgado, junto a las madrinas María Dolores Velasco y María Eugenia Muñoz Estévez.
Tampoco puedo dejar en el tintero a esta maravillosa corte de honor, formada por Vega Gómez Castaño, reina del Carnaval y sus damas Lorena Pérez Pinto y Alicia Alonso, a quien doy la enhorabuena, por representar con tanta belleza y elegancia a la juventud mirobrigense.
Y ahora cuando abrocho este pregón os deseo que disfrutéis cada momento de estas fiestas tan grandes y singulares, porque Carnavales solamente hay unos definidos por tanta grandeza y categoría. Y son los del Carnaval del Toro, los de esta vieja Miróbriga ciudad antigua, noble y leal, que es la mejor del mundo.
Y ahora gritad conmigo:
¡Viva la peña Puerta del Desencierro!
¡Viva El Carnaval de Toro!
¡Viva Miróbriga!
¡Viva España!
FIN